Diario de León

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Como si alguien hubiera gritado que el último pagará la ronda, el Gobierno Sánchez y las comunidades autónomas han emprendido una carrera para comprimir al máximo el proceso de desescalada. Todos están apremiados por la presión reinante para reanudar cuanto antes la actividad económica, y en La Moncloa, tras el esperpéntico episodio del pacto con Bildu, no quieren pasar por las horcas caudinas de solicitar otra prórroga del estado de alarma.

De forma que el Gobierno central está decidido a acortar los plazos para que a finales de junio todo el territorio nacional entre en eso que ha dado en llamar la «nueva normalidad». Bastará con reducir a una semana el periodo para saltar de fase y los más rezagados podrán situarse a la altura de los más avanzados. Así de sencillo. Y como símbolo del acelerón Sánchez se ha permitido anunciar la reanudación de la Liga, lo cual es un mensaje más que subliminal al imaginario colectivo. Pan y circo, se han maliciado muchos.

Entre las comunidades mas rezagadas estaba y sigue estando la de Castilla y León, ahora lanzada a la carrera para evitar pagar la ronda. El tópico señala a los catalanes, pero aquí tampoco tenemos los bolsillos libres de cocodrilos. A lo que iba, con los criterios epidemiológicos fijados inicialmente, había zonas y áreas de salud, incluida alguna capital de provincia, que no iban a acabar la desescalada ni pasado el verano. Ante lo cual el presidente de la Junta ha corregido al tándem formado por el vicepresidente y la consejera de Sanidad, que se ha visto obligado a recular, levantar el pie del freno y pisar el acelerador. Sin duda, todo un golpe de autoridad por parte de Fernández Mañueco, que por fin se ha decidido a marcar la iniciativa política del gobierno que preside.

Aparte de calmar la ansiedad del mundo económico, y sin perjuicio del consabido Dialogo Social marca de la casa con patronal y sindicatos, el presidente de la Junta está impulsando un «pacto por la recuperación económica y social» en negociación abierta con todas las fuerzas con representación parlamentaria. A diferencia de lo que se vislumbra en el ámbito nacional, en Castilla y León el gobierno autonómico y el primer partido de la oposición se muestran aquí a partir un piñón.

De la absoluta ruptura de todos los consensos (fallida reforma del Estatuto de Autonomía, reforma unilateral de la atención primaria y amenaza de imponer el mapa rural de la Ordenación Territorial) se ha pasado como por ensalmo a compartir la voluntad política de resetear y afrontar en común los peliagudos retos que tiene ante sí esta comunidad autónoma. Conocido el tacticismo cortoplacista de la política española se me antoja demasiado idílico para resultar cierto. Ya veremos.

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