Diario de León

Rafael Torres

La subida del salario mínimo

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Si una empresa no es viable pagando decentemente a sus trabajadores, es que se trata de una empresa inviable, pues ninguna puede, en un país civilizado, cifrar su rentabilidad en la explotación de quienes, a la postre, sostienen su existencia y su actividad. Así pues, el argumento estrella contrario a la subida del salario mínimo interprofesional que propone la ministra del ramo, Yolanda Díaz, según el cual cerrarían empresas si se sube ese salario mínimo que en España reciben unos dos millones de trabajadores a jornada completa, decae, por mucho que pretenda deslizar con él la retorcida idea de que el empleo dignamente remunerado atenta contra el empleo.

Ese pequeño incremento del salario mínimo, de 950 a 1.000 euros, que apenas enjuga la inflación anual que en realidad existe y que se equipara al aumento de, por ejemplo, los funcionarios, no deja de ser justo, necesario y pertinente porque la parte del gobierno de coalición favorable a él lo utilice para tocar las narices a la parte que, capitaneada por una Nadia Calviño que solo piensa en términos macroeconómicos, se muestra contraria.

Curiosamente, esta parte del gobierno de izquierdas arguye para justificar su rechazo a la subida lo mismo que como argumento complementario esgrime la oposición de las derechas: que no es el momento.

En realidad, para buena parte del empresariado español nunca es el momento de subir los sueldos, ni en tiempos de vacas gordas ni de vacas flacas, ni con crisis ni sin crisis, ni con pandemia ni sin ella. Y hablamos de uno de los sueldos más bajos de Europa, que no solo, por serlo, miserabilizan e hipotecan la vida de los trabajadores, sino que alimentan las desigualdades y percuten negativamente sobre la economía de la nación al restringir severamente la capacidad de consumo de una amplísima capa de la población.

Cuando el precio medio del alquiler de una vivienda ronda en España los 1.000 euros mensuales, ¿cómo nadie en su sano juicio, en su sano juicio moral, puede oponerse a que el salario que perciben dos millones de españoles se incremente al mes en cincuenta euros? ¿No es el momento? ¿Nos regañaría la Europa rica donde el SMI es el doble? ¿Cerrarían empresas inviables? ¿Se perjudicaría al empleo con su mejora? ¡Venga, hombre! Ningún salario debería ser mínimo, pero, cuando menos, despójesele de su tradicional condición de miseria.

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