Diario de León

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El discurso de Pedro Sánchez, en una histérica sesión de investidura, marcada por la decisión de la Junta Electoral Central de inhabilitar a Torra y dejar a Junqueras sin la inmunidad del acta de parlamentario europeo, fue una carta a los Reyes Magos pidiendo diálogo a toda la Cámara, cuya bancada de la derecha ardía de cólera. No habrá apoyos, ni acuerdos posibles, ni diálogo en ninguna de las propuestas progresistas.

Si algo quedó claro fue que si ERC decide superar la desautorización de a su líder encarcelado, Oriol Junqueras, y acepta la continua mención de Sánchez al marco constitucional en el diálogo que van a mantener, esta va a ser una de las legislaturas más broncas de la democracia.

Olvídense del «váyase señor González», con que José María Aznar iniciaba todas sus intervenciones en el Congreso de los Diputados dedicado al entonces presidente socialista. Ahora las recriminaciones llegan al insulto personal, a las gravísimas acusaciones de ruptura del Estado y a las visiones apocalípticas de derrota del pacto constitucional.

Por eso sonaba angelical cuando el candidato Sánchez hablaba de recuperar el Pacto de Toledo para garantizar las pensiones del futuro o una reforma de la LOMCE que garantice la escuela pública.

El llamamiento permanente a la cultura del acuerdo fue un brindis al sol. El patriotismo como la forma de no trasladar a la calle el enfrentamiento político que se palpaba en el hemiciclo una niñería. Con estas dificultades la retahíla de propuestas de mejora social y gasto público se antojan una carta a los Reyes Magos.

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