Diario de León

Editorial | Humildad y escucha, herramientas útiles en democracia y para crisis

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El presidente Pedro Sánchez parece empeñado en conseguir algo realmente complicado y poco alcanzado en España: la unanimidad. Está mostrando unas dotes excepcionales para conseguir enfadar a todos y a la vez. Su acción unilateral permanente ya no es admisible ni justificable. Nos enfrentamos a una crisis sin precedentes en los más variados órdenes. Y estamos en el siglo XXI, en una Democracia homologable, quizá por primera vez en la tortuosa historia de España. Es impresentable que con el futuro del país y todos sus ciudadanos en juego, enfrentándonos a unos retos muy complicados de salud pública y de reconstrucción en todos los órdenes, se actúe con tanta soberbia y tan poco respeto hacia el resto de partidos, entidades e instituciones.

Sánchez sigue sin contar con nadie, sólo hay que escuchar a hosteleros y hoteleros. Se guía supuestamente por unos comités de expertos de los que poco sabemos, quizá el peor de los datos que están integrados incluso por ‘negacionistas’ de la relevancia de esta pandemia. Con todo lo ocurrido en las últimas semanas, se echa en falta cada día que pasa un poco más de disposición al diálogo. Pero de verdad, no de anuncios que encubren cosas muy distintas.

Al inquilino de La Moncloa parece que no le valen los partidos políticos mayoritarios, ni tampoco esas minorías —muchas de ellas radicales— que le auparon al poder. Sólo cuenta con Unidas Podemos, una formación que acumula un sinfín de despropósitos en su corta historia. Y a Sánchez tampoco le vale el criterio de los colectivos profesionales ni de los diferentes sectores. Al más puro estilo de personajes de mal recuerdo, se prodiga en largas proclamas sin autocrítica ni un mínimo atisbo de que acepte que quizá alguien, entre todo el resto de los españoles, pueda tener algo de razón. Sólo con la acumulación de errores y mentiras, antes de la crisis y en el presente, en temas fundamentales debería llevarle a repensar su actuación. Los otros partidos no pueden enterarse de sus planes por la televisión. Son legítimos representantes del pueblo. Nadie duda de sus buenas intenciones. Pero sí de sus formas. Transmite que antepone a todo la política. Y eso seguro que no es el mejor camino para sacarnos de ésta.

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