Diario de León

El responso por los Reyes: herencia de ayer y de hoy

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Como cada 6 de enero, la Basílica de San Isidoro, Cuna del Parlamentarismo, Panteón Real y símbolo del arte románico, acoge el responso por los Reyes de León. La herencia del Reino de León está viva de muchas formas en nuestros días: a través de la memoria, de la tradición oral, del arte, de las localidades de hoy que fueron repoblaciones ayer… Y se de a la circunstancia que, desde hace unos días, por la cuestión territorial. La moción presentada por UPL en el Ayuntamiento de León el pasado 27 de diciembre ha dado lugar a todo un torrente de declaraciones a favor y en contra. La democracia es debate, entendimiento y diálogo, pero deben existir argumentos contundentes, verídicos y que sean capaces, por si mismos, de conquistar la razón del oponente (que nunca enemigo). Por desgracia, el nivel de argumentos contrarios a esta idea es débil, rozando a veces en sensacionalismo y lo que en estos tiempos que corren llamamos “posverdad”.

Son muchas las barbaridades que tenemos que escuchar y leer en nuestra contra los que estamos a favor de esta moción; los que estamos del lado de construir un nuevo proyecto que recupere el espíritu descentralizador, esperanzador y justo de la Transición, huyendo de duplicidades, organismos innecesarios y centralismos artificiales. Solo queremos algo tan sencillo como ser igual que los demás para progresar. En este contexto que nos ofrece el Día de Reyes (tanto Magos como leoneses) parece oportuno hablar de un argumento tan reiterado como falso: que León no tiene unos límites claros. La forma de la Autonomía Leonesa lo está: Salamanca, Zamora y León. Habrá quien esté de acuerdo y quien no, por eso nuestra obligación es explicar el por qué, en este caso, de estos límites.

Los confines del Reino de León son cambiantes, como en todas las civilizaciones, pero se da la circunstancia de que los leonesistas no echamos de menos el siglo XII, lástima tener que aclararlo, pero así lo mandan los tiempos que corren. En cualquier caso, los límites de la Región Leonesa son los establecidos en el Real Decreto de 30 de noviembre de 1833, igual que el de todas las provincias y regiones de España en 2020, por lo que tratar de atacar este documento para ir en contra de León, pondría en entredicho casi todas (por no decir todas) las demarcaciones supramunicipales del interior español.

Es entonces cuando surge otra duda, ¿tendrían que ser tres, cuatro o cinco provincias? En principio son las tres citadas, cuatro quizás, contemplando la posibilidad de una cuarta demarcación berciana, pero nunca cinco. Quizás, con muy mala fe, aparece el argumento contrario de que “es que yo con León estudié Valladolid y Palencia, así que o todos o ninguno”. Para explicarlo hay que remontarse su propio origen, que vuelve a ser ese Decreto de 1833 y que, como es lógico, tarda en asentarse en la memoria colectiva. El problema es que, en la caótica división anterior a ese año, la del Antiguo Régimen, lo que hoy es buena parte de Valladolid y Palencia son el linde entre León y Castilla. Las fronteras hispanas (como se ve en la América española) no son una línea, sino un amplio espacio indeterminado que puede tener una variable extensión.

Lo que en el siglo XIX llaman “Viejo Reino de León” coincide en su mayoría con el conjunto de las cinco y con el Adelantado del Reino de León, pero como algo separado de esa agrupación de demarcaciones traducida en regiones históricas. La duda se disipa en 1933 y curiosamente desde Castilla. Durante el debate de creación del Tribunal de Garantías Constitucionales, en su estructura aparece una Región Leonesa de cinco provincias. Es el historiador, diputado por Ávila y miembro de la Comisión que diseña este órgano, Claudio Sánchez Albornoz, considera un error esa división. Se apoya en el Becerro de las Behetrías, un documento ordenado por las Cortes de Valladolid de 1351, presididas por Pedro I donde aparecen los bienes de Castilla, incluyendo la superficie correspondiente a estas, definiendo su identidad castellana. Aquella propuesta se aprobó y el debate se cerró. El Franquismo derribó la obra republicana, también su distribución territorial, lo que puede explicar que, durante varios años, mucha gente estudiara una Región Leonesa de cinco. Sin embargo, las enciclopedias, mapas y libros escolares consultados a partir de los años 60 ya muestran una división ajustada al Decreto de 1833 y a los planteamientos de Sánchez Albornoz y continuando así hasta principios de los años 80, incluso ya aprobada la vigente Constitución.

Llamarlas “leonesas” sería un error a pesar de todo, pues tienen tanta herencia leonesa como la pueden tener Asturias, Galicia, el norte de Portugal, Extremadura… Pero volvemos a lo mismo: reclamamos, igual que las demás regiones, los límites de 1833 aún vigentes. Además, es ahí donde más vivas se han mantenido en su conjunto las distintas formas de identidad leonesa (tradición oral, arte, lengua, festividades…), independientemente de que alguna de ellas, como es lógico, aparezca en otras partes. La cultura viaja y los pueblos no viven de espaldas los unos de los otros, pero donde encontramos el “núcleo duro” de la herencia del Reino de León. Y poner en entredicho su vigencia, haría lo propio con cualquier otro territorio, lo cual no tiene cabida en un debate que se centra en la gestión y el progreso.

Sigamos recordando a los reyes leoneses, sigamos haciendo este responso cada 6 de enero, sigamos teniendo un día de orgullo leonés, pues eso no quita de construir un proyecto para el futuro, es más, suma. La historia de los reyes ya está escrita, pero las páginas que firmarán los leoneses y las leonesas que vengan detrás de nosotros aún están en blanco. Dejémosles pues, los cimientos para construir los pasajes más gloriosos, esperanzadores y sólidos de ese gran libro que es nuestra tierra, pues todos somos parte de él.

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