Diario de León

Desde Ucrania | Marcos Méndez

La flor

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Hoy la estación central de Leópolis cambió. Ya no se ven las aglomeraciones de otros  días. Todo está más organizado y el flujo de refugiadas, que no para, va un poco más lento. Cada vez hay más voluntarias y voluntarios que vienen a ayudar. Por todas partes hay montones de cajas con ropa y en ellas los que menos tienen remueven buscando esa prenda que les ayude espantar el frío. Dicen las previsiones que en los próximos días podríamos llegar a los 20 grados bajo cero.

Hoy el flujo del tránsito ferroviario también cambió de sentido. Por primera vez en los ocho días que llevamos en esta ciudad ucraniana vemos partir trenes llenos de militares hacia el frente. Son en su mayor parte muchachos muy jóvenes. Los miro y pienso en cuantos van a volver. A algunos los vienen a despedir sus chicas. Esos vistazos que intercambian no pueden ser más sinceros. No veo miedo en ellos. En serio, había buscado esa cara de miedo, de susto, pero no la veo. Algunos semejan perdidos. Otros nos miran orgullosos mientras los fotografiamos. No hay madres ni padres despidiéndolos. Sólo algunas chicas.

Hoy hablé con el padre de una  muchacha de 17 años, Katia, que está luchando en Kiev. Me dijo que él ya había asumido que no la iba a volver a ver. Que así era más fácil de sobrellevar. Me comentó que a pesar de ser él pacifista entendía la decisión de su hija. Y que estaba orgulloso. Nada más que decir.

Las jóvenes que ahora se despiden en las plataformas de la estación central de Leópolis a fe que el martes recibieron flores de sus jóvenes que hoy marchan  luchar. Porque esa es la tradición en esta zona, en todos los países que alguna vez formaron parte de la Unión Soviética. Así celebran ellos el Día de la Mujer, dándoles flores. No lo supe hasta hoy.

Esta mañana, después de la crónica matinal de la radio, fui a dar una vuelta por la ciudad. Precisaba patearla más. Siento que llevo días en una burbuja y no sé  ni donde estoy. Durante el paseo decidí que quería comprar una flor. No sé por qué, me vino la idea a la cabeza así, de pronto. Quizás mi subconsciente quería alegrar un poco el apartamento que nos sirve de base de operaciones.  No lo sé.

En el supermercado al que solemos ir, a la entrada, hay un puesto de flores. Siempre que entro la florera me regala una sonrisa mientras arregla algún ramo. Hoy no estaba. Justo hoy. Luego supe por qué, el día era el martes. Pero en el supermercado había unas orquídeas. En el supermercado, que cada vez tiene más estantes vacíos, aun venden orquídeas. Cogí una de color rosa. Pensaba que mis compañeros se iban a reír de mí al verme llegar con ella. Les encantó el detalle. Dice un refrán japonés que el mundo es sufrimiento bajo un mantel de flores.

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