Diario de León

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De todo lo que podemos cambiar para sentirnos mejor, una de las cosas más sencillas de modificar y a la vez más efectivas es el lenguaje. Si le digo que si cambia su manera de hablar cambiará su vida entera le podrá parecer que estoy exagerando, pero le aseguro que no. Porque lo que dice influye muchísimo en cómo se siente. 

Hacernos conscientes del lenguaje que usamos es imprescindible para salir del automatismo de repetir los mismos pensamientos y las mismas expresiones cada día. Porque, ¿nuestra manera de pensar condiciona nuestra manera de hablar? ¿O es al revés? Pues resulta que, como el huevo y la gallina, los dos están tan relacionados que no pueden separarse. Uno habla como piensa, y piensa como habla. Así que a fuerza de usar un nuevo lenguaje acabará construyendo un nuevo pensamiento en la misma dirección que ese lenguaje que ha integrado. 

¿Empezamos? Aquí tiene tres errores que generan mucho malestar:

—El «tengo que». Tengo que hacer esto, tengo que ir a aquel sitio, tengo que acabar aquello... El «tengo que» nos hace sentir que no somos dueños de nuestros actos, que no somos libres de elegir, y siempre lo somos. ¿No me cree? Pruebe a cambiar un «tengo que» por «quiero». Por ejemplo, «quiero acabar este informe». ¿Siente que no es cierto? ¿Para qué quiere acabarlo? Ya sea para sentirse bien o para cumplir con su jefe, siempre hay un beneficio último que sí desea, o un perjuicio que quiere evitar.

—Hablar mal de sí mismo. Tenga por seguro que la persona a la que más ha faltado al respeto en su vida es usted mismo. Soy un desastre, no valgo para esto, no soy capaz... Nos tratamos fatal, muchas veces con la idea errónea de que eso nos ayuda a ponernos las pilas. Pero no, lo único que consigue así es cargarse su autoestima.

—Hablar de lo que no quiere en su vida. No quiero ponerme nervioso, no quiero salir tarde de trabajar, no quiero que todo me afecte tanto... ¿Por qué no habla de lo que sí quiere? Por ejemplo, «quiero estar tranquilo « o «voy a salir de trabajar a las seis». 

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