Diario de León

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¿Cuándo fue la última vez que le pidió perdón a alguien? Solemos darle muchas vueltas a lo que nos hacen los demás, pero pocas veces nos paramos a pensar en aquello por lo que nosotros podríamos pedir perdón. Y eso que «perdón» y «gracias» son las dos palabras que mejor le sientan a nuestras relaciones. 

Entonces, ¿por qué a veces nos cuesta tanto pedir perdón? En mi opinión, nos falta empatía para darnos cuenta de algo por lo que podríamos pedirlo y humildad para ser capaces de hacerlo. 

Todos tenemos algo por lo que podríamos pedir disculpas. Un mal gesto, un detalle que no tuvimos, una mala contestación… Pero muchas veces no las pedimos con la excusa de que no lo hicimos a propósito. ¿Y qué tiene eso que ver? Podemos pedir perdón por cómo se ha sentido el otro, porque se haya sentido dolido, triste o lo que sea, aunque nuestra intención no fuera hacerle daño. Por ejemplo, si le hace una broma a su pareja y ella se siente mal, puede decir «lo siento», porque no quería hacerle daño. Lo mismo que si se olvida de avisar a un compañero de trabajo de algo importante, puede pedirle perdón aunque no lo hiciera con mala intención. 

Es decir, para pedir perdón no hace falta que se arrepienta de lo que hizo ni que diga que la próxima vez lo haría diferente. Simplemente hace falta que se ponga en el lugar del otro, sienta que eso le haya molestado y se disculpe por ello, ¡nada más!

Y aquí viene la segunda parte del problema. Porque para decir «lo siento» hace falta más humildad que ego. De hecho, suele ser el ego el que no nos deja pedir perdón, porque cree que eso sería rebajarse y él lo que necesita es tener la razón. En cambio, cuando uno es humilde no necesita quedar por encima. 

Sepa que cuando alguien nos pide perdón nos hace sentir que somos importantes y que nos valora. Así que si leyendo esto se ha dado cuenta de que tiene algún perdón pendiente y quiere repararlo, reconózcalo ante esa persona y, si corresponde, pregúntele si hay algo que pueda hacer para reparar el daño. Verá qué paz.

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