Respeto

¿ Alguna vez se ha quejado de que los demás no le respetan? Me refiero a que le hablen mal, que le prometan algo y después no lo cumplan o que siempre termine haciendo lo que ellos quieren. ¿Le suena? Pues sepa que la única manera de que los demás le respeten es que usted se respete a sí mismo. O, dicho de otra forma, es imposible que ellos le respeten si usted no lo hace. Si se calla cuando otro le dice que no lo ha hecho bien, es usted quien no se está respetando. Si pone por delante la opinión de los demás, antes que la suya propia, es usted quien no se está respetando. Y si no tiene en cuenta sus deseos y necesidades, los demás tampoco van a hacerlo. Por ejemplo, supongamos que tiene un negocio de cara al público y que siempre se queja de que los clientes llegan a última hora, cuando está a punto de cerrar. Si es usted quien les atiende, por no quedar mal, por lo que vayan a pensar o por lo que sea, es usted quien no se está respetando a sí mismo. Y sí, respetarse a uno mismo tiene un precio, pero nunca será tan grande como el que paga quien no se respeta.

Una persona se respeta a sí misma cuando dice que no a algo que no quiere, cuando se prioriza y cuando dice lo que piensa, aunque no sea lo que los demás esperan oír. El problema es que muchas veces tenemos miedo a confiar en nosotros mismos y en lo que pensamos, miedo a equivocarnos al elegir nuestros valores y objetivos y miedo a confiar en nuestra capacidad de razonar. Y ese miedo a nuestra independencia intelectual y emocional es una falta de respeto a nosotros mismos que después proyectamos en los demás. Es decir, creo que son ellos los que no me respetan, cuando en realidad estoy siendo yo quien no lo hace. Recuerde: no le falta al respeto quien quiere hacerlo, sino aquel al que usted se lo permite. La responsabilidad de que los demás le respeten no es de ellos, sino suya. Si usted se respeta y alguien quiere faltarle al respeto, no podrá. Lanzará su dardo, pero le rebotará de vuelta por el mismo camino por el que vino.

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