Diario de León

La pederastia en clave de thriller

l Portela y Keko bordan en ‘Contrition’ una novela gráfica sobre Miracle Village, en Florida

sergio andreu

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Miracle Village es un pueblo real de Florida que acoge a pederastas que viven allí para poder cumplir las exigencias de su libertad vigilada, una casi distopía jurídica real de la que Carlos Portela y Keko se sirven para Contrition (Norma), thriller en blanco y negro en formato de novela gráfica, que escapa de maniqueísmos y lecturas unidireccionales.

Inspirado libremente en un libro de la fotógrafa Sofía Valiente sobre los extraños habitantes de esta comunidad, obligados a poner un cartel a las puertas de sus casas para informar de su condición de «depredadores sexuales», el guionista Carlos Portela (Vigo, 1963) compone una retorcida historia de venganza a la que el dibujante Keko (Madrid, 1963) ofrece su paleta en un tenebrista paisaje de claros oscuros, perfecto para la ambigüedad moral de los personajes. «El sitio original (Miracle) lo fundó un ex convicto convertido en pastor adventista que no tenía dónde meterse al salir de prisión y que formó esta comunidad, de las que hay otras en EE UU», explica Portela sobre la génesis de este «territorio limbo», una especie de reserva sin vallas en la que lo ex reos pueden vivir si no quieren acabar bajo el puente de alguna autopista. «Son personas que no pueden acercarse a menos de 300 metros de donde se reúnan niños, eso implica plazas, colegios, centros comerciales... en la práctica cualquier lugar de una ciudad o de un pueblo; con problemas además para alquilar una vivienda porque el dueño no se lo arriende por estar sin trabajo y por antecedentes penales», comenta el guionista gallego.

Contrition es el nombre de esta zona residencial donde una periodista de un diario local se obsesiona con la muerte en un incendio, aparentemente casual, de uno de los vecinos, sobre el que la policía quiere pasar página demasiado pronto a pesar de que el suceso coincide con la marcha, repentina y sin dejar huella, de un par de residentes. Portela y Keko, que se conocían de verse en festivales de cómic —Portela fue subdirector de Viñetas desde o Atlántico— y que no habían trabajado nunca juntos, componen una hipnótica historia acerca de los entresijos del sistema judicial de EEUU, de la culpa y los remordimientos, de la redención, pero también de la dificultad de la reinserción o del intangible ecosistema digital de las redes sociales, paraíso para buitres criminales sin escrúpulos. «Al final, el teclado de un ordenador puede ser tan peligroso como una bala. Queríamos hablar de otros tipos contemporáneos de violencia y delincuencia, que no tememos tan interiorizados como que alguien coja una pistola y atraque un banco, pero que puede ser igual o más devastadora», afirma el guionista sobre la acción de los ciberacosadores, ocultos tras avatares en los que se hacen pasar ellos mismos por adolescentes o niños.

«Hay una frase que define muy bien la mentalidad de uno de los acosadores: ‘era sólo un juego». Piensan que por ser internet están jugando y que como no tocan... La pederastia está quizá mucho más clara en otro tipo de criminales, que son monstruos, pero aquí hemos querido trabajar esa ambigüedad que se produce por la misma forma en la que el delito se comete, a distancia. Tratar el tema desde un punto de vista más contemporáneo», añade Keko. Para los autores, aunque la historia del cómic es ficción y se hayan cambiado los nombres originales de las localizaciones, este thriller resulta «mucho más aterrador» al estar inspirado en la realidad. «Los delitos de tipo sexual son considerados los más execrables, los peores, porque a los asesinos en serie se les da casi un estatus de ‘rock star’. Los sexuales son los que se meten debajo de la alfombra, que es un poco esto: este pueblo es la alfombra en la que metes a esa gente. Yo no sé tampoco qué habría que hacer con este tipo de gente, éste no es un libro de tesis», argumenta el escritor.

Keko ahonda en esta idea: «es una mirada como europeos sobre EEUU. Es fascinante ver las contradicciones de un país, intentar fijar una mirada para hacerse preguntas, porque soluciones no tenemos.

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