Diario de León

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Usted no es un hater u odiador profesional, así que no se sulfure tanto. Sí, usted, que de cuando en cuando busca en la cibercloaca de las redes sociales un rato de ocio que termina en discusión de patio de colegio, empujones verbales y malos tragos. Convénzase: le falta pedigrí de odio, músculo de gracia, y no lo afirmo yo, vea que con sus exabruptos no levanta más que cuatro aplausos de amigos y holeados digitales. No es lo suyo esto, pero le digo más si así se me ofende: le sienta mal. Eso no se ve en los chats, pero a usted se le corta la digestión, pierde la siesta y el resto del día es un purgatorio de oleajes de indignación e iras que para colmo le sobrepasan y perjudican, induciéndole un recalentamiento de las neuronas no diagnosticado.

Esto, más o menos, es lo que piensa la inmensa mayoría silenciosa que lee sus expansivas opiniones extemporáneas: «valiente gilipuá». No se lo dicen, claro, porque las redes son más falsas que las dedicatorias de una feria del libro, pero se hacen una idea de usted que seguramente no le favorece y es para siempre. Y lo de «valiente idiota» no es porque ni tan siquiera le atribuyan estatura como para subirse a la parra, sino la síntesis abreviada de algo semejante al párrafo siguiente.

Su rabia no me importa ni me interesa. Es suya y nada más: con su pan se la coma, como todos, deje de dar la brasa. Su cabreo es soporte moral nada más que de sus prejuicios, sus complejos o sus ocurrencias. Para el caso, es lo mismo: todos ellos son cosa suya. No es que no sea Séneca o Kant, es que usted —como todos en esta sociabilidad virtual— ni tan siquiera es público del teatro de lo que ocurre, que todavía le daría excusa para mostrar su ofensa, sino simple tramoya del espectáculo. Esta es una función que se desarrolla independientemente de la platea y el gallinero internáutico. En realidad, fuera de estos foros, todas sus opiniones se pierden como lágrimas en la lluvia. Cuánto ganaría estándose calladito. Calma y paz interior, para empezar. Deje de aparentar lo grande y peligroso que es, chiquitín. Échese una siesta o vuelva al bar. Deje que las redes sociales sean espacios libres de virus que toman la forma de furor y coraje, insultos y denuestos.

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