Diario de León
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León

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josé enrique martínez

En 1984 la entonces joven poeta extremeña Isla Correyero ganaba el premio Villafranca del Bierzo, lo que le supuso publicar en el mismo año su primer poemario, Cráter, en la leonesa colección Provincia. Se asomaba así a la ventana lírica una poesía osada, con un radiante descaro que la poeta nunca ha dejado de lado. Tras años de dedicación a la poesía, en 2018 publicó una amplia antología con el título de Mi bien, y ahora reaparece, bajo el amparo del premio Gil de Biedma, con Japonesas. Cabe decir, al inicio, que lo japonés goza de cierta moda en la poesía española, la mayor parte de las veces reducido tal interés al cultivo del haiku, acaso por el bajo coste de energía que supone la composición de tres versitos (diecisiete sílabas en total), a lo que hay que añadir el escaso conocimiento que la mayor parte de los poetas poseen de lo que es la breve pieza nipona, la cual debe dar cauce a una intuición momentánea, evitar el pensamiento, aludir siempre a la naturaleza en una estación del año y a una situación o evento único representado como presente. La escasa materia física debe compensarse con la intensidad, la momentaneidad, la revelación del instante único… Los poetas españoles, en su mayoría, se limitan a la medida versal de la estrofa japonesa. Isla Correyero no es una excepción, por más que haya algún haikú que se acerque al modelo nipón: «Cruz del otoño, / recuerdo a mi pareja, / lince instantáneo». Al final, cabe decir que lo que importa es que sintamos la pieza como verdadera poesía: «Los pescadores /tiran su red al Jerte, / cogen cerezas»; en los de la segunda sección, el desgarro amoroso hace derivar el tono hacia lo sombrío: «Arroz quemado, / para siempre arroz negro / en mi memoria».

Pero no todo el libro es de haikús. Isla los alterna a lo largo de todo el libro con poemas de versos mayores, endecasílabos en buena parte, organización atractiva que evita la monotonía y que, a la vez, establece un contraste entre lo sencillo (el haikú) y lo más aparatoso retóricamente. Estos poemas expresan el amor lésbico, el deseo, la atracción física, la sensualidad, y en la parte segunda del poemario, los desgarros íntimos, los clavos que hieren, el corazón desencajado por la traición amorosa y la separación. No es extraño, por ello, que el sujeto femenino de esta poesía, sin poder desprenderse de la obsesión amorosa, escriba que «estás dentro de mí, celosa, oscura… / de tu garganta salen mis versos enfermizos».

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