Diario de León

«El ascensor social no hay quien lo arregle»

l Contra el miedo no hay búnkeres», dice el autor de ‘Lugar seguro’

toni albir

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León

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miguel lorenci

El ascensor social está averiado. Lleva así mucho tiempo y me temo que no hay quien lo arregle». Lo asegura irónico y risueño Son los lugares seguros a los que alude el titulo, y que el vendedor coloca aprovechando el pánico ante una previsible catástrofe atómica. «Cuando la escribí no pensaba en una escalada de la tensión nuclear como la que estamos viviendo. No pretendo vender novelas por la guerra de Ucrania», dice Isaac Rosa, que sí tuvo «muy presentes» otros miedos desatados por las psicosis ante un apagón mundial, los estragos de la pandemia o los efectos de la escalofriante Filomena, la ola de frío polar que congeló media España en enero de 2021. «Para los miedos que tenemos y que nos atenazan no hay refugio posible. Los lugares seguros, ya sean búnkeres o casas con alarmas de seguridad, dan respuesta a otras inseguridades, pero no a las que nos acompañan desde hace varias décadas y que nos crean inseguridad existencial», dice Rosa. Habla de un pavor «universal y creciente» que germinó a finales del siglo XX, «cuando el neoliberalismo desmontó los elementos de la sociedad que nos daban seguridad». «Esa inseguridad provoca una sensación de vulnerabilidad y desconfianza hacia el futuro que están en el fondo de la novela. Es el miedo que nos hace comprar cualquier promesa política. Y da qué pensar lo que estamos dispuestos a hacer por ese temor», dice.

Juega Rosa en su ficción con tres generaciones de una familia de pícaros del siglo XXI que se aprovechan del pavor y de las grietas del sistema en su propio beneficio, empeñados en medrar y tomar ese ascensor social que parece eternamente descacharrado. «En lugar de subir en el ascensor social, parece que los protagonistas se han caído por el hueco; que la cultura del esfuerzo y del mérito se ha quedado en nada», plantea. «No la escribí pensando en el género picaresco, pero es cierto que los tres protagonistas participan de la tradición picaresca. Son unos buscavidas, están obsesionados con la promoción social y se estrellan una y otra vez. Son antihéroes, pícaros, sí. Granujas y pillos que quieren llegar arriba y fracasan constantemente», dice su creador. «Si lo consiguieran serían admirados emprendedores que darían clases en escuelas de negocio y escribirían libros de autoayuda y de cómo gané mi primer millón», ironiza.

También es la novela una sátira sobre el «rencor de clase», que a juicio del escritor «es un motor narrativo muy potente». «Estamos viendo cómo la desigualdad aumenta exponencialmente, cómo la meritocracia y la cultura del esfuerzo son espejismos, una utopía. Cómo los buenos empleos se consiguen de la misma manera que siempre. Que el origen familiar, el patrimonio y la posición cada vez marcan más. Y eso alimenta ese resentimiento de los protagonistas, que sienten el rencor de quien se ha asomado al piso de arriba y le han dejado caer». Desigualdad Los búnkeres nacieron para los ricos, pero los García creen que, como ocurrió con los vuelos, los viajes, la tecnología o la gastronomía, «es hora de ofrecérselos los pobres y forrarse». De ahí que la familia de chuscos emprendedores vean en el diseño y construcción de refugios low cost el camino para subir de clase social.

El vendedor de búnkeres trata de embaucar a sus potenciales compradores, a los incautos ciudadanos que le abren la puerta de sus domicilios, nombrando la serie más vista del momento, que trata sobre un accidente nuclear que ha arrasado la Tierra. Al tiempo que trata de desarrollar su negocio, busca un tesoro que su padre, ya casi demente, habría escondió para protegerse de futuras desgracias. Segismundo García se llaman el abuelo, el hijo y el nieto de esta hilarante saga que a lo largo de veinticuatro horas su creador zarandea ante el lector entre la carcajada, la angustia, la incomprensión o la ternura. Y es que Lugar seguro es una novela circadiana, que es como se denomina a las que transcurren en un solo día.

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