Diario de León

El drama vuelve a la memoria

Lidia Caridad Cañón cuenta la experiencia del equipo Covid en San Juan de Dios

Parte del equipo Covid del Hospital San Juan de Dios, en plena pandemia entre los meses de marzo y abril. DL

Parte del equipo Covid del Hospital San Juan de Dios, en plena pandemia entre los meses de marzo y abril. DL

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León

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carmen Tapia

LEÓN

El día 19 de marzo se diagnosticó la primera paciente de Covid-19 en el Hospital San Juan de Dios de León. A partir de ese momento se activó en el centro hospitalario el aislamiento de la paciente, en un área restringida de la Unidad de Neumología, para su tratamiento y protección a los trabajadores.

«En los días siguientes la incidencia de casos se incrementó de manera exponencial, y el día 27 de marzo se decide abrir una Unidad dedicada exclusivamente a pacientes afectados por la enfermedad producida por el nuevo coronavirus». Lida Caridad Cañón Carro es actualmente supervisora de hospitalización en San Juan de Dios. Lo peor de aquellos días, y que no quisiera volver a vivir, fue la soledad a la que se enfrentaron los pacientes.

«El equipo de enfermería de la Unidad de Neumología, junto con una internista y un neumólogo se trasladaron a dicha Unidad. Se habilitó una planta con capacidad para 40 pacientes, llegando a tener ingresados hasta 38 enfermos, en los días de máxima ocupación. Esta Unidad permaneció operativa hasta el día 15 de junio, que se dio de alta al último paciente».

Los pacientes que llegaron al Hospital San Juan de Dios venían derivados por el Hospital de León, gracias al convenio de colaboración vigente con Sacyl. «Llegaban de Urgencias o de las áreas de hospitalización para continuar tratamiento, descongestionando de este modo el hospital de referencia». Los primeros días fueron de mucha incertidumbre y adaptación de protocolos. «Como en todos los hospitales de este país, los primeros días de la pandemia estuvieron marcados por las dudas, la incertidumbre y como no decirlo, el miedo. El comportamiento del virus era totalmente desconocido para todos, los protocolos de trabajo había que actualizarlos diariamente, lo que hoy era válido, al día siguiente estaba obsoleto… Cada mañana, nos reuníamos 10 minutos para organizar el trabajo y entre todos decidir las mejores pautas de actuación».

«Además de la incertidumbre y el desconocimiento de la enfermedad, el miedo de los profesionales al contagio y sobre todo el temor a trasmitir la enfermedad a nuestros seres queridos, marcaron aquellos días de oscuridad y trabajo intensivo».

«Si bien es cierto que en nuestro centro, por las características de su tamaño, y teniendo en cuanta que teníamos la experiencia previa de otros países y auotnomías, el servicio de Farmacia pudo prever con antelación las necesidades de material de protección y en todo momento los trabajadores disponíamos de las protecciones adecuadas».

Pero el aislamiento impuesto por el virus no sólo afectó a los pacientes. Los profesionales sanitarios también sufrieron las consecuencias. «Para evitar posibles transmisiones a personas de riesgo de nuestro entorno, los profesionales nos apartamos de nuestras familias, lo que hacía más dura la situación. A pesar de las situaciones personales de cada uno de los integrantes del equipo, se creó un clima de trabajo, colaboración, disponibilidad y dedicación a los pacientes y su entorno (familia) que tal vez solamente se consiga en las situaciones límite que afronta el ser humano. El equipo era nuestra familia, aquella familia que estaba lejos y a la que no podíamos ver. Todos cuidamos de todos en aquellos días, cuando alguna persona flaqueaba, los demás la sacaban a flote». Pero hay otra parte dura en el recuerdo. «Es la soledad de los pacientes apartados de su familia, que solamente nos tenían a nosotras y ni siquiera podían ver nuestras caras detrás de una mascarilla, unas gafas de protección y un buzo, en el que rotulábamos nuestro nombre para que al menos pudieran identificarnos. Tampoco olvidaremos las llamadas telefónicas de las familias para saber algo de sus seres queridos, que no habían podido ver más, y en ocasiones nunca más los verían, ni podrían despedirse de ellos. Para las personas que trabajamos en estas unidades, esto se ha vivido como un verdadero drama, que la sociedad en general desconoce, solamente las personas afectadas y sus familias saben lo que se ha vivido en los días oscuros de la pandemia».

Ahora llega la segunda ola. «Tenemos más datos sobre la enfermedad y su comportamiento, se hacen PCR a todos los pacientes que ingresan en el Hospital y a aquellos que se van a someter a una cirugía programada. La población, generalmente, sigue las medidas de prevención, pero no debemos bajar la guardia. El virus sigue con nosotros y lo hará durante mucho tiempo, no podemos permitir que se produzca una saturación de los servicios de salud como los meses de marzo y abril, para evitar dramas personales y familiares».

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