Diario de León

LA ESCLAVITUD SE ESCONDE EN EL TRABAJO DOMÉSTICO

En España existe la explotación de personas, sobre todo mujeres, también dentro de los hogares

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La trata de mujeres con fines de explotación no tiene como único fin la prostitución. Aunque es la más visible y combatida, España tiene otra forma de trabajo forzoso dentro de los hogares. Hace año y medio, una mujer -cuyo nombre y provincia se omiten por petición expresa- fue liberada por la policía después de pedir ayuda por una ventana y ser escuchada por un vecino. Para entonces tenía la nariz fracturada y otras secuelas tanto físicas como psicológicas. De origen humilde y rural, sin estudios y dedicada desde la infancia al cuidado de personas mayores, la mujer, ahora de 34 años, había aceptado cuidar al hijo de un «matrimonio mixto formado por un marroquí y una española». Llegó sin permiso de trabajo y fue sometida desde el primer momento a un férreo control con la prohibición de salir sola del domicilio. Amenazada, agredida y degradada con palizas y quemaduras con café y lejía, había sido captada en Marruecos y nunca recibió el sueldo de 100 euros mensuales ofrecido, según el informe ‘También es trata. Análisis e incidencia política’, realizado por Proyecto Esperanza y Sicar, organizaciones que actuaron en apoyo de esta víctima de «trata con finalidad de explotación laboral (trabajos o servicios forzados) en el empleo del hogar». No es un caso aislado, aunque sí oculto. Según la ONU alcanza en Europa hasta el 26% del tráfico de personas (el 58% tiene fines sexuales y un 18% las actividades delictivas). Los datos de la Fiscalía, recogidos en el documento, muestran que la trata en el empleo del hogar representa el 15% de las diligencias abiertas por tráfico de seres humanos en España.

Puede suceder en el portal de al lado. «Sufren engaño en el tipo de trabajo o en las condiciones salariales y de vida, tienen limitada la libertad de movimientos, no pueden salir solas o nada más para determinados recados, trabajan muchas más horas que en una jornada laboral, están a disposición permanente de los empleadores, no cobran ningún tipo de salario o sólo algo ridículo, se les retiran sus documentos personales, se les aísla sin permitirles comunicarse con sus familiares por teléfono o redes sociales, o están amenazadas», enumera Marta González, coordinadora de Proyecto Esperanza Adoratrices. «Son signos que hay que detectar dentro de un contexto, no tienen que darse todos a la vez. Tampoco quiere decir que todas las internas vivan este tipo de situación».

La «esclavitud moderna», que define situaciones laborales a las que «una persona no puede negarse debido a amenazas, violencia, coacción, engaño o abuso de poder», afecta sobre todo a mujeres. Ellas conforman más del 70% de todas las víctimas. Una de cada 130 mujeres tienen el sometimiento como destino y son más de la mitad de las explotadas laboralmente, según un reporte de la ONG Walkfree, que calcula en 29 millones las mujeres y niñas explotadas a nivel mundial.

Una de ellas, la mayor de siete hermanos de una zona rural de Bolivia, era cantante profesional y escuchó el canto de sirena de un paisano afincado en España, que después de una larga relación por Facebook le envió el billete de avión. Al encontrarse, él la encerró en una vivienda y la obligó a realizar labores domésticas mientras la agredía sexualmente durante varios meses. «No le deja acercarse ni a la ventana ni a la puerta, sólo le permite tener contacto con su familia a través de chat con el móvil, vigilando él en todo momento sus conversaciones», dice el informe ‘También es trata’, que alerta que este tipo de delitos «no afecta sólo a mujeres migrantes en situación irregular». En España, uno de los diez países que toman más medidas contra la esclavitud moderna según Walkfree, la esclavización puede suceder también en el campo, en talleres ilegales y en casas de «familias de cuerpos diplomáticos», debido a que existen brechas en la ratificación de convenios y en el desarrollo de leyes específicas. «Aquí no tenemos la imagen clara, los datos no afloran», denuncia González. «Desde 2008 sólo se han aprobado dos planes nacionales contra la trata con fines sexuales, pero no hay un plan contra la explotación laboral».

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