Diario de León

León y Picasso, sospechosos del robo de la Gioconda

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verónica viñas

Una de las historias que relata Catherine Meurisse en El puente de las artes es el célebre robo de la Gioconda en 1911. Ella se centra en cómo los primeros sospechosos fueron Picasso y su amigo Apollinaire. Pero León también jugó un papel en aquella historia. De hecho, los ojos del mundo se posaron en esta pequeña ciudad de provincias tras la desaparición de la Mona Lisa.

La prensa internacional se hizo eco de la posibilidad de que el ladrón fuera de esta ciudad o hubiera escondido aquí la gran obra que Leonardo da Vinci pintó entre 1503 y 1506. Jesús F. Pascual Molina, profesor de la Universidad de Valladolid, abordó el caso en El robo de la Gioconda en la prensa española (1911-1914). El nacimiento de un icono artístico, donde explica cómo una obra de arte que apenas era conocida en 1911 se convirtió, tras su desaparición, en la pintura más famosa del mundo. «La gente hasta visitaba el Louvre para ver el hueco del cuadro», dice el historiador. Durante el tiempo en que el lienzo permaneció desaparecido, el Louvre batió un récord de visitantes. El robo fue, en realidad, muy sencillo. En aquella época la gran pinacoteca parisina apenas tenía medidas de seguridad y artistas como Picasso y Apollinaire disfrutaban llevándose y devolviendo piezas de una colección de estatuillas íberas que marcaron profundamente al autor del Guernica. De ahí que ambos fueran investigados por la Policía.

Pascual Molina centró sus pesquisas en rastrear la prensa de la época. Periódicos como ABC o El Norte de Castilla publicaron que un personaje leonés o refugiado en León era quien había perpetrado el robo. Pero no fueron los únicos.

Rotativos de otros países europeos ‘copiaron’ la noticia. Al final, tuvo que intervenir el embajador de Francia, que se encontraba de visita en España, para desmentir los hechos. Según Pascual, todo fue fruto de la broma que unos periodistas le gastaron a un compañero destinado fuera, quien reenvió la noticia por cable, de ahí el revuelo que se levantó en Europa.

Personalidades destacadas del momento, como la escritora Emilia Pardo Bazán, descartaron desde el primer momento la veracidad de la noticia.

El propio rey Alfonso XII comentó que le parecía raro que apareciera una obra de arte cuando lo habitual era que aquí el patrimonio desapareciera. Diario de León publica el 11 de septiembre de 1911: «Respecto al robo de la Gioconda y su hallazgo en León, hemos visitado a las personas que se citan en varios periódicos de Madrid y resulta un infundio colosal, pues no hay hallazgo, y pudiera resultar nada más que una broma pesada a los periodistas franceses».

Pascual Molina cuenta que muchos anunciantes de la época aprovecharon el robo como reclamo para vender desde reproducciones del cuadro a perfumes y corsés «para estar tan guapa como la Mona Lisa».

En realidad, quien se llevó el cuadro fue Vicente Peruggia, un ex empleado del museo. Todo ocurrió el domingo 20 de agosto de 1911. El ladrón se escondió en un armario del Louvre y salió a primera hora del lunes, día de descanso semanal del museo. Horas antes había descolgado el cuadro, que se llevó oculto bajo el abrigo. El robo no se detectó hasta el martes. Fue un escándalo mundial.

Dos años desaparecida

La Mona Lisa permaneció en paradero desconocido más de dos años. Durante este tiempo se convirtió en un icono internacional. Aparecía en postales, vallas, cajas de chocolate…. Hasta que Peruggia fue detenido cuando intentaba vender el cuadro a un anticuario de Florencia. El ladrón aseguró que había actuado en solitario y que su intención no era enriquecerse, sino devolver la obra de Da Vinci que, según él, Napoleón había expoliado a Italia, aunque fue el propio artista quien la trasladó a Francia en 1516 cuando aceptó trasladarse al Loira por invitación del rey Francisco I.

Al final, Peruggia fue condenado a siete meses de prisión. Algunos investigadores consideran al aristócrata argentino Eduardo de Valfierno el autor intelectual del robo.

Valfierno habría hecho pintar seis copias del cuadro al conocido falsificador Yves Chaudron y las habría vendido por cantidades desorbitadas. Pero otros historiadores apuntan como promotor del robo al traficante alemán Otto Rosenberg

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