Diario de León

¿Por qué está obligado el Ayuntamiento?

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La ciudad de León se sumó al deseo de Felipe II y se unió al movimiento hispano ante el Papa para reconocer la advocación a la Purísima Concepción y la defensa del inmaculismo. El voto y juramento de la Corporación de León se realiza en la sesión del 8 de octubre de 1621 siendo corregidor Luis del Corral y Arellano y con la asistencia de los regidores Juan de Meres Lorenzana, Francisco Moreno, Pedro de Lorenzana Buytrón, Francisco Osorio de Escobar y Jerónimo de Castro y Mendoza.

En esa sesión, se comprometen a defenderlo «y nos obligamos con nuestras personas y bienes y los bienes propios y rentas de todos los demás Caballeros Regidores, vecinos y moradores de esta Ciudad y su provincia [...]» Así dejó constancia, antes de su muerte, el cronista oficial de la ciudad Luis Pastrana en las ‘Políticas Ceremonias’, una obra imprescindible para comprender con fechas, argumentos y datos la historia de León y sus tradiciones.

En 1656, el Ayuntamiento acude oficialmente por primera vez al convento, «institucionalizando la visita desde la sesión de 24 de octubre de 1657, cuando se acuerda que todos los años se haga fiesta el día de Nuestra Señora de la Concepción en el convento». Pero fue a partir de 1668 cuando se fija la visita al monasterio, al que se ofrecía habitualmente cera —que es lo mismo que decir luz, la que ahora escasea en el convento— aunque podía también ser sustituida por una limosna en metálico, 150 reales en 1690, según recoge Luis Pastrana en sus ‘Políticas Ceremonias’.

En 1813, la superiora deja constancia en su invitación de que la visita municipal es costumbre al escribir «como siempre se ha hecho». Por entonces, refleja Pastrana, ya está establecida la cantidad que da el Ayuntamiento: 410 reales. En 1878 se entregan 450 reales, en 1906 se da a las Concepcionistas 102 pesetas, cincuenta en 1936, 400 en 1950, cuatro mil pesetas en 1973, 10.000 en 1979, 120.000 pesetas en 1989, 600 euros en 2015 y mil euros desde 2020.

El protocolo establece que la Corporación sale ‘en forma de Ciudad’, con todas sus galas, con los maceros, precedidos de clarín y tambor, y asiste al oficio religioso como invitada de honor, pisando la alfombra y poniéndose cerca de los braseros, que se colocaban en recuerdo de tiempos más fríos. El donativo lo entrega el alcalde en sobre cerrado a través de las rejas de la clausura, detrás de las que se colocan la superiora y las hermanas.

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