Diario de León

LEONESAS DE AYER Y HOY. TERESA GONZÁLEZ GANCEDO

«De niña prefería pintar que ir a jugar, es como una fiebre»

galería ármaga

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ana gaitero | león

León. Madrid. Barcelona. El recorrido vital de María Teresa González Gancedo (Tejedo del Sil. León. 1937) ha estado marcado por su pasión por la pintora. Vino al mundo en mitad de la guerra civil y en un pueblo montañoso del Alto Sil, a caballo entre las cuencas mineras de Laciana y el Bierzo, donde están todas sus raíces, tanto por parte de madre como de padre.

La pintora de lírica, como viene a decir Antonio Gamoneda, casi nació con los pinceles en la mano. «A los tres o cuatro años», cuenta, ya dibujaba. «Yo prefería pintar que ir a jugar, es como una fiebre; lo mismo que a quien le da por el ajedrez», dice con total naturalidad.

Cuando estudiaba el bachillerato en un colegio de monjas de Madrid su pasión por dibujar le valió más de un castigo y que le colgaran la etiqueta de ‘alumna mala’, un título que compartió con Pilar Bardem, que fue su compañera en aquel internado.

Teresa Gancedo pudo llevar una vida de «señora bien», porque «me casé muy joven, con 21 años», relata, y su marido era un ingeniero agrónomo bien situado en el servicio de Jardines de Barcelona. Pero ella quería «pintar, pintar y pintar» y siguió su camino. Después de ser madre, tiene dos hijos, decidió matricularse en la Escuela de Bellas Artes San Jordi de Barcelona. Al terminar la dieron la Medalla de la escuela por Dibujo, la materia más difícil y la que mejor se le daba a esta leonesa.

En 1972, cuando contaba 35 años, realizó su primera exposición en la Sala Provincia de León, invitada por Antonio Gamoneda (premio Cervantes 2006) que entonces gestionaba la institución cultural de la Diputación provincial de León.

Poco después, el prestigioso galerista Fernando Vijande la escogió para su cartera de artistas y Margit Rowell, comisaria internacional, la selecciona para participar en la muestra New Images from Spain que se celebró en el 1980 en el Guggenheim de Nueva York.

«Éramos dos mujeres y ocho hombres», recuerda. De esta manera, se convirtió, junto a la artista Carmen Calvo, en la primera española en exponer en el prestigioso museo neoyorquino. Desde entonces ha realizado más de un centenar de exposiciones y su obra ha llegado a diferentes países de Europa y América.

Su estilo único y personal, un mundo íntimo, con tintes oníricos, pero con un relato universal, la han convertido en una artista difícil de etiquetar. Conceptual, simbolista e incluso realista son algunos de los adjetivos que le han puesto. «Las mujeres en general tienen una parte muy surrealista», admite ella, «porque siempre ha estado muy escondida». Tanto que a la mujer, para crear, sus obras no le importaba usar la cocina, señala parafraseando a Virginia Woolf.

Teresa Gancedo se confiesa además ferviente admiradora de El Bosco y lo es desde que era muy pequeña. Siendo muy niña la familia se traslada a vivir a Madrid. Recuerda que «mi padre nos llevaba todos los domingos al Museo del Prado, decía que nunca se acababa, y yo siempre le pedía ir a ver al Bosco: para mí fue el primer surrealista», explica.

Gancedo define su obra plástica como «un tremendo esfuerzo por asir la realidad: digo asir, es decir asumirla, interiorizarla, pasarla por el tamiz de mis expectativas, recuerdos, parte inconsciente de mi ser, y mostrarla luego con todos esos extraños hallazgos que surgen de la fusión de las dos realidades: la externa dada y la interna sentida».

Y la realidad de la infancia vivida a caballo entre Madrid y Tejedo del Sil, donde aún conserva la casa familiar, ha tenido una influencia determinante en la obra de esta mujer que sin ser creyente bebe en las fuentes de la cultura cristiana popular y de las tradiciones rurales que marcaron sus primeros años: «Los días más felices de mi vida los pasé en Tejedo del Sil», afirma.

Contemplaba misas, procesiones y rituales «no como algo siniestro, sino hasta alegre. Incluso la relación con la muerte en la que todo el mundo en el pueblo consolaba a quien sufría una pérdida no tiene nada que ver con cómo se vive hoy», añade.

Estas vivencias también despertaron su interés por el arte religioso, tema con el que culminó la tesis doctoral. En 1982 se convirtió en profesora de la facultad en la que había estudiado. A León regresó hace unos años de la mano de la Marga Carnero y Asun Robles, las dueñas de la galería Ármaga, donde Teresa Gancedo presentó su última obra durante el mes abril. Cuarenta y cinco años después de su bautizo en la Sala Provincia, la obra de la pintora leonesa más internacional ha suscitado también el interés de intituciones como el Musac.

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