Diario de León

una oscura trama

León, cuna de los bebés robados

Valladolid y León, de la mano del Auxilio Social y sus fundadores, gestaron la sustracción de bebés, defiende José Luis Gordillo.

Carmen González y Cayetano Martínez con sus tres hijos muestran el certificado de defunción de su primogénito que piensan que les robaron en 1975. JESÚS F. SALVADORES

Carmen González y Cayetano Martínez con sus tres hijos muestran el certificado de defunción de su primogénito que piensan que les robaron en 1975. JESÚS F. SALVADORES

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ana gaitero | león

La mujer bajó del coche de línea con los brazos vacíos. Días atrás, el 16 de septiembre de 1963, había dado a luz a su quinta hija en la maternidad de León. Le dijeron que había muerto y se resignó. Había perdido otros dos niños con pocos meses de edad. Se guardó el dolor y calló. Iba a cumplir 30 años y tenía mucha vida por delante.

Al año y medio nacía su sexta hija (tercera superviviente). Parió en casa, como era habitual, asistida por unas vecinas. Sin problemas. Había estado esculando remolacha hasta pocos días antes del parto. «Vas a dejar lo que traigas en las tierras», le decían las vecinas cuando la veían volver a casa. «¡No lo dejo, no!», contestaba ella.

Casi medio siglo después, la zozobra de aquella niña que nunca vio muerta despertó el dolor y las preguntas. Un día, viendo en la televisión un programa en el que se hablaba de los bebés robados, llamó a su hija mayor: «¿Qué sería de aquella niña mía? ¿Me la quitarían? ¿Estará viva?».

La mujer murió sin respuesta. Pero las sospechas empezaron a tomar forma cuando otra de las hijas solicitó la documentación de en el Archivo Histórico Provincial y comprobaron el cúmulo de irregularidades. Un recibo del Registro Civil, tasado en 30 pesetas, que nadie sabe quién pagó, señala que la muerte se produjo el 17 de septiembre, mientras el parte oficial de defunción es del 20. «La niña estuvo cinco días conmigo y todo iba bien hasta que esa última noche dejó de mamar», había contado la mujer.

El parte médico de defunción señala que la causa de la muerte es «colapso vasculo cardial» y «herrorragia cerebral (con una tercera palabra ilegible)». La misma que en otros casos denunciados de bebés robados en León y que firma el entonces pediatra de la maternidad, Cipriano Pérez Delgado, conocido como Arapiles, sobrenombre que convierte en apellido.

«En Valladolid y León se produce el origen de todo», apunta el periodista y escritor José Luis Gordillo, autor del libro Los hombres del saco. Resurge la trama de los bebés robados (editorial San Pablo) que cuenta con una significativa presencia de casos de la provincia de León.

El Auxilio Social de Invierno Alemán inspiró el español. DL

Las razones entroncan con la guerra civil y la creación del Auxilio Social, bajo el nombre primigenio de Auxilio de Invierno (versión española del Winterhilfswerk creado por Hitler en la Alemania nazi), que se materializa en Valladolid con la apertura de un comedor el 30 de octubre de 1936.

«En las semanas siguientes, los comedores se extendieron por la ciudad, los pueblos y las provincias limítrofes», apunta Mónica Orduña en su tesis doctoral sobre el Auxilio Social. En León se recogen fondos para inaugurar uno de estos servicios en diciembre de 1936.

Cipriano Pérez-Arapiles Delgado es uno de los fundadores de este servicio junto con su inspiradora Mercedes Sanz Bachiller, viuda del falangista Onésimo Redondo, y Javier Martínez de Bedoya, quien se convertiría en su segundo marido y había sido testigo directo en Alemania del funcionamiento del Auxilio Social de Invierno.

El español se propone como misión primordial en su origen «elaborar un censo de necesitados con preferencia absoluta para los hijos de los fusilados o de muertos en los frentes’», apunta la investigadora citando los testimonios de Pérez-Arapiles y Sanz Bachiller.

PRESAS REPUBLICANAS

Los primeras sospechas de bebés robados en León se documentan en el campo de concentración de San Marcos. Las periodistas Tania López y Silvia Gallo recogen en el libro San Marcos, el campo de concentración desconocido, cuatro casos de presas republicanas que fueron recluidas con sus hijas e hijos y los perdieron.

Lucinia Andrés Sandoval ingresó en 1937. Tenía tres hijos: Un niño de siete años, una de cinco y el más pequeño de dos. «Cuando la detuvieron preguntó qué hacía con sus hijos, le dijeron que a la niña la podía llevar. Y a los niños, como si los quería tirar al río. Los recogió su abuela», señala Tania López.

Según el relato del hijo mayor de Lucinia, Jacinto Morán, «ingresó con la niña de cinco años, a los pocos días una monja se la llevó al hospicio y no supo más. Lugo le dijeron que la niña había muerto». La mujer, que frecuentaba mucho el hotel Oliden, donde se alojaban mandos de la Legión Cóndor, siempre sospechó que se la había llevado algún nazi.

Otro caso es el de Dolores Cerecedo Fernández, que fue encarcelada con un niño de ocho meses. «A los dos días le dijeron que los bebés no podían estar allí y se lo llevaron. Luego le aseguraron que había muerto. No se lo dejaron ver ni a ella ni a su marido, que también estaba preso», agrega la periodista.

Al poco tiempo soltaron a Dolores, tras ser absuelta. «Ella siempre pensó que había sido como contraprestación al robo de su hijo y sospechó de un militar que, cuando la trasladaban desde el frente asturiano al campo de concentración, la vio con el niño y no paraba de decirle lo guapo que era».

El control y sustracción de niños de los «rojos» fue amparado por las leyes franquistas, apunta José Luis Gordillo. El 23 de agosto de 1938 Franco autoriza mediante telegrama al psiquiatra Vállejo Nágera la creación del Gabinete de Investigaciones Psicológicas «con la finalidad primordial de determinar las raíces psicofísicas del marxismo», tal y como recoge el auto de la Audiencia Nacional del juez Baltasar Garzón en la causa sobre la dictadura.

Pero fue una ley —4 de diciembre de 1941— la que «completó el andamiaje jurídico» para cambiar la identidad a los niños. «El régimen selló el sistema de cambio de apellidos de miles de niños robados a sus madres en los conventos-prisión», matiza el jurista Miguel Ángel Rodríguez Arias. A partir de 1941 el Estado tutela a todos los huérfanos de guerra y hay vía libre para modificar la identidad.

«En Argentina el secuestro de niños provino de una instrucción secreta de la cúpula militar. En cambio, en España, se publicó todo en el Boletín Oficial del Estado», señala Gordillo en Los hombres del saco. La cuestión que está por dilucidar es cómo el entramado político-ideológico se convierte en un negocio a partir de los años 50.

El escritor sostiene que los factores político-ideológicos «no desaparecen nunca» porque hay una élite que «se cree con derecho a llevar en volandas al resto del país pasando por encima de los derechos individuales y civiles de otras clases más bajas».

El robo masivo de bebés, argumenta, está amparado en una ideología totalitaria de tipo fascista. «Hay una conexión clara con el nazismo con una política de estado de control de la maternidad, no sólo para que la población aumente en número sino también en salud física y espiritual, de manera que se tenían que criar en ambientes saludables», explica.

Franco se había trazado la meta de que España alcanzara los 40 millones de habitantes. Familias económicamente humildes, parejas jóvenes, madres solteras y gente de izquierdas conforman los factores de vulnerabilidad que ha observado en los cuatro años que anduvo tras la pista de los bebés robados. La cuestión demográfica y la obsesión de Franco por alcanzar la mítica cifra de 40 millones de españoles también aparece como telón de fondo de la trama. «Había que conseguir forjar una patria sana y disciplinada», explica.

160.000 CASOS

El abogado Enrique Vila y presidente de SOS Bebés Robados en España estima que durante medio siglo se produjeron unas 300.000 adopciones irregulares, de las cuales el 60% fueron bebés robados. «Según esos guarismos hay unas 160.000 personas en España que viven con identidad falsa», abunda Gordillo.

La pregunta que da raíz a su libro es por qué en pleno siglo XXI no se investiga la trama de los bebés robados. Ahora ve un atisbo de esperanza en el auto de la jueza madrileña que ha pedido procesar al médico Eduardo Vela, pero cree que, salvo excepciones, la vía judicial está muerta. Piensa que las asociaciones deberían explorar más la vía política, aunque comprende sus reticencias porque supone renunciar a que los «culpables sean castigados». La trama se desarrolló desde los comienzos de la guerra hasta bien entrada la transición. Hay casos que rozan los años 90. ANTES Y DESPUÉS DE FRANCO

En la Fiscalía de León se han denunciado 21 casos y todos están archivados. Carmen González, de San Román de la Vega, perdió a su primer hijo tras dar a luz en la residencia Virgen Blanca de León en la madrugada del 14 de julio de 1975. Ingresó en la planta cuarta de Ginecología el 13 de julio, aunque en su historial clínico figura la décima. «Me trasladaron allí para que no oyera llorar a los otros niños», comenta.

A la hora de comer le comunicaron que el niño había muerto, aunque en un parte figura que fue a las 2.30 y en el Registro Civil anotaron que el éxitus se produjo a las 17.00 horas. Otra irregularidad, que el fiscal no considera más que un error, es la ausencia de la partida de bautismo. En la historia clínica anotaron que el bebé fue bautizado y confirmado con el nombre de Cayetano Martínez (el de su padre), pero el capellán del Complejo Asistencial Universitario de León (Caule) ha certificado que no existe partida de bautismo y el Obispado de León no ha contestado a su petición de informe al respecto.

El capellán del hospital certifica que no existe partida bautismal del hijo de Carmen y Cayetano. JESÚS

Para más inri, en los papeles de la defunción que la residencia envía al Registro Civil pone que el niño es hijo de «se ignora» y de María del Carmen. «Yo había entrado con la cartilla de mi marido porque entonces no trabajaba y además habían bautizado al niño con el nombre del padre», comenta indignada.

La mujer sostiene que «el parto fue normal, pero me rajaron porque dijeron que el niño venía muy grande y después ponen que pesa 3,200 gramos», relata. A ella le extraña porque sus otros tres hijos pesaron entre 3.900 y más de 4 kilos al nacer en «embarazos controlados», apostilla.

Al padre y a la abuela les enseñaron, después de mucho insistir, un bebé al que «no se le veían más que los ojos y la frente. ¿Era o no era? ¿Quién lo sabe?». En el parte médico figura que venía con el cordón al cuello y en una de las hojas que no firma nadie apuntan «llegó con muy mal color».

«Me dijeron a mi marido y a mí que le enterraban en una fosa común para que no nos costara dinero», comenta. En 2011, sus hijos fueron al cementerio para ver si encontraban la tumba. Pero no consta enterramiento de bebés o fetos hasta el 19 de julio. Habían pasado cinco días desde que le dieron por muerto. Estaba enterrado en el cuartel S, manzana I pero esas tumbas ya no existen. Hace varios años fueron removidos los restos y trasladados a un osario para habilitar nuevo espacio en el cementerio.

AMASIJO DE HUESOS

Habría que escoger aleatoriamente en el revoltijo de huesos para practicar análisis de ADN. En el osario están supuestamente también los restos de la niña nacida el 16 de septiembre de 1963 en la maternidad. Así consta en los libros de enterramientos, aunque en este caso la niña se llama Ángela en lugar de María de los Ángeles. La partida de bautismo tampoco existe a pesar de que a la madre le dijeron que recibió las aguas de socorro.

Lo mismo sucede en el caso de la hermana que busca Ana Belén G. G., uno de los hilos conductor del libro de Gordillo. María Lourdes nació el 1 de julio de 1967 en la crínica del doctor Antonio Hernández López de Astorga. «Mi hermana fue una niña prematura pero sana», asegura en la carta que entregó al periodista. Pero el médico aconsejó trasladarla a la maternidad de León. Su padre y una tía tomaron un taxi y llevaron a la niña en brazos. Era sábado. El día tiene su importancia porque, como anota en la misiva, «en todos los casos que investigamos las desapariciones y fallecimientos se producen en fin de semana. Era el día más cómodo de entrega, tanto para falsificar papeles como para los que recogían los ‘paquetes’».

Su madre y su padre, además de humildes económicamente, eran muy jóvenes: 21 ella y 25 él. Era el primer bebé. Los que vinieron después también fueron ochomesinos.

Según el certificado de defunción, la niña falleció ocho días después, el domingo 9 de julio en la maternidad de León debido a un «colapso vascular cardial y debilidad vital por prematuridad». El parte de defunción lo firma Cipriano Pérez Delgado, el impulsor de la JONS y destacado miembro del Auxilio Social en la primera etapa hasta que Serrano Súñer asume el mando del Ministerio de Trabajo y liquida al equipo.

Pérez Delgado rechazó los puestos que le ofrecieron de director general de Beneficencia y gobernador civil de Teruel y Almería. Pero temía represalias y decidió irse a Alemania a ampliar los estudios, tal y como confiesa a Mónica Orduña. En Heidelberg se especializó en pediatría y en los años 50 aparece en León, como pediatra de la maternidad y del hospicio. Según Casimiro Bodelón, que ha hecho una biografía de Arapiles, el médico llegó a León de la mano del obispo Luis Almarcha, quien lo protegió. La aparición de este pediatra en León es otro de los indicios que llevan a Gordillo a hablar de la «trama leonesa» como uno de los gérmenes del robo organizado de niños en España.

La firma de Cipriano Pérez Delgado también aparece en el parte de defunción de las hermanas mellizas de Encarna y Elena García, dos leonesas que residen en Valladolid y que, tras una labor de investigación casi detectivesca que abrió el camino a otras personas, denunciaron el robo de las dos niñas que dio a luz su madre en 1959. Las monjas le dijeron que las «enterrarían en el jardín» de la maternidad para no causarles gastos.

Una vez más se trata de un matrimonio joven y humilde económicamente, dos de los factores de vulnerabilidad más recurrentes que menciona Gordillo aparte de la filiación o simpatía política. El racial o étnico también es significativo. «Los preferían de piel y ojos claros», comenta el periodista. Le ha llamado la atención que no se haya dado ningún caso de bebés robados entre familias de etnia gitana.

Gordillo deja en evidencia la ausencia de acciones contundentes por parte de las administraciones públicas para investigar lo sucedido. ¿Las razones? Si se demuestra que el factor político-ideológico siguió existiendo más allá del robo institucionalizado a las presas republicanas y que fue un crimen de Estado, «la ley de Amnistía se viene abajo», aclara Gordillo. La causa de los bebés robados «puede abrir una puerta muy peligrosa». Tanto, asegura, que al juez Garzón le costó «las primeras denuncias por prevaricación y finalmente su expulsión de la carrera judicial».

Elena y Encarna García cuando denunciaron el robo de sus hermanas mellizas en León. DL

«NO TE ABANDONAMOS»

El factor ideológico es el único móvil en la presunta implicación de Cipriano Pérez-Arapiles en la trama. «Fue honrado porque no cobraba por los niños, aparte de ser un médico excelso, el padre de la puericultura en España, pero tenía la ideología que tenía», apostilla el periodista. Pero da un paso más allá y recoge las sospechas que lanzan algunas víctimas sobre el papel de los laboratorios en los análisis de ADN. El libro recoge varios casos, el más sangrante el del matrimonio de Eduardo Raya y Gloria Rodríguez. La teoría de la conspiración se abre paso a medida que avanzan las páginas. La reacción de los laboratorios, según Gordillo, «ha sido sofisticar aún más los perfiles genéticos». Las asociaciones de bebés robados recomendaron a todas las familias los análisis genéticos. Consiguieron acuerdos ventajosos con algunos para ajustar los precios y, sobre todo, poner en marcha una base de datos para cruzar perfiles. Apenas ha habido resultados positivos.

«Por mucho que nosotros busquemos, si los niños que fueron robados no dan el paso, nunca sabremos la verdad», comentan Carmen y Cayetano en la casa donde viven ahora en San Justo de la Vega. «Yo sólo quiero decirle: «Mira, hijo, nosotros no te abandonamos», comenta la mujer, consciente de que después de 41 años ya tiene su vida hecha.

Como la tiene Pilar después de casi 53 años.

Su caso pone la puntilla sobre el fiasco de los laboratorios con el ADN. Pilar se realizó las pruebas genéticas gracias a unas muestras que obtuvieron de unas gafas de su madre oficial. Los análisis han dado positivo. Así que en teoría es hija de su madre oficial. Sin embargo, a Pilar le dijeron de niña, cuando contaba 12 años, que no era hija de su padre y su madre. Y ésta, poco antes de morir, le dejó caer la verdad: «Papá trajo una niña a casa y me dijo: ¿No quieres niña? Pues ahí la tienes».

«A TI TE COMPRARON»

«A ti compraron», le dijo uno de sus tíos cuando tenía 14 años. Al morir su padre, volvieron a la carga intentando apartarla de la herencia. «Pero mi madre presentó testigos y la partida de nacimiento». Aparte de la ausencia total de parecido con la familia, tanto por parte de madre como de padre, cierto día se encontró con una fotografía reveladora. Su madre y su padre aparecen en unas fiestas de julio de 1963, cuando la madre debía estar embarazada de siete meses, y no tiene el menor signo del avanzado estado de gestación. Pilar nació oficialmente el 30 de septiembre de 1963.

Así lo certifica una partida de nacimiento confusa y escrita con diversos tipos de letra. Ella asegura que es la letra de su madre, mientras que aparece la firma de su padre y con otro tipo de letra, la del médico que certifica su nacimiento en una clínica privada de León. En una de las hojas aparece tachada la fecha 29 y cambiada por la de 30 y, por si era poco, el médico firma el nacimiento el 7 de octubre, una semana después del nacimiento oficial.

«Yo adoraba a mis padres, pero han creado una mentira descomunal», confiesa. Hace tiempo dejó su nombre y su fecha de nacimiento en una página de facebook que ponía en contacto a madres que buscaban a sus hijos o hijas y viceversa. Un día recibió un mensaje de una persona que buscaba a su hermana nacida en 1963 en la maternidad de León.

Tras dejar pasar algún tiempo un día se encontraron. Parecidos físicos, enfermadades genéticas... Muchos indicios pero ninguna prueba. Su perfil y el de la otra madre están en el mismo laboratorio pero no ha saltado el positivo.

Ahora no saben si el laboratorio ha cruzado sus datos. «No se realizan comparaciones con los familiares biológicos reconocidos incluidos en nuestra base de datos», apunta la carta con los resultados de los análisis de la madre que perdió a su hija en la maternidad leonesa. Pilar ha sido reconocida como hija biológica de su madre oficial en el laboratorio.

Al osario (puerta metálica) fueron a parar los restos de los bebés que llevaban de la maternidad al cementerio de León tras una reforma. F. OTERO PERANDONES

EL EJEMPLO ARGENTINO

Al cotejar sus perfiles genéticos se han dado de cuenta de que el mismo laboratorio ha analizado diferentes alelos. «Hay que seguir el ejemplo de Argentina, que se cree un banco de ADN neutral», apostilla José Luis Gordillo. Conseguir un banco de datos público y transparente es el reto, asegura.

Mientras tanto, la duda reconcome a muchas familias. Otras han decidido pasar página. Pero nadie olvida. «No hemos encontrado a nadie», confiesan las hermanas García. El fiscal archivó su denuncia aunque en el auto reconoce que «hay cosas de difícil explicación».

Tampoco Ana Belén G. G. ha podido confirmar en los laboratorios el parentesco de la posible hermana que encontró en Murcia, lugar de veraneo de Cipriano Pérez-Arapiles y donde enterró a su única hija, fallecida muy joven. Arapiles firmó la partida de defunción de su hermana.

Con todo, quiere seguir adelante porque «son muchos los indicios que tenemos de que sí existe ese parentesco», desde los parecidos físicos hasta las irregularidades que han encontrado en la documentación. Ana Belen, Pilar, la familia de Ángeles, Carmen, Encarna, Elena... no se rinden. En silencio siguen luchando por conocer la verdad.<

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