Diario de León

Nueve tropiezos con la memoria

La última carta de Agustín Ovalle...

La ARMH localiza a familiares de cuatro de las nueve víctimas bercianas de los campos nazis que mañana reciben un homenaje en Ponferrada Pilar Ovalle aún conserva el dibujo que le envió su padre desde un campo de refugiados

Agustín Ovalle Ovalle, de San Juan de la Mata, y su mujer Pilar Perales Ferrer, en Barcelona. PILAR OVALLE

Agustín Ovalle Ovalle, de San Juan de la Mata, y su mujer Pilar Perales Ferrer, en Barcelona. PILAR OVALLE

Ponferrada

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Diecinueve días después del final de la Guerra Civil, con su padre internado en uno de los campos donde los franceses concentraban a los republicanos españoles que había cruzado la frontera, y con su madre —que se había quedado en Barcelona para dar a luz— asustada por las consecuencias de la derrota, nació Pilar Ovalle Perales. Hija de uno de los nueve bercianos que mañana a las 11.00 horas recibirán un homenaje en la plaza del Ayuntamiento de Ponferrada para recordar que murieron en los campos de exterminio nazi, Pilar todavía conserva, casi ochenta y tres años después, la carta que le envió su padre, Agustín Ovalle Ovalle, cuando supo que había nacido y era una niña. «En prueba de lo mucho que te quiero, te envío esta dedicatoria; tu papá», le decía. Y a continuación le dibujaba un sol, un corazón con su madre embarazada, unas flores, la fecha de su nacimiento —domingo 19 de abril de 1939— y con buena caligrafía y letras más grandes añadía un deseo que el tiempo iba convertir en algo difícil de cumplir: «Felicidad y prosperidad para nuestra Pilarín». La niña se llamaría como su madre.

Dos años después, caída Francia bajo la apisonadora militar de los nazis y convertidos los republicanos españoles en apátridas camino de los campos de exterminio, Agustín Ovalle Ovalle —que había nacido en San Juan de la Mata (Arganza); que había luchado con el Ejército Republicano en el frente de Asturias y había logrado huir a Cataluña, donde había ejercido de inspector de mercados y se había enamorado de Pilar Perales Ferrer, dueña de un puesto en Guinardó—le escribía una última carta a su mujer y a su hija. Y es Pilar Ovalle la que pone en su boca las palabras de su padre: «Nos cambian de campo. No sé dónde vamos. Cuando llegue te escribiré».

Deportado a Mauthausen

Pero Agustín Ovalle ya no volvió a escribir más. No conocería a su hija. La Asociación para la Recuperación de la Memoria (ARMH) —que mañana colocará su nombre en uno de los nueve stolpersteines (piedras con la que tropezar, en alemán) en la plaza del Ayuntamiento de Ponferrada en un acto organizado conjuntamente con el consistorio— ha podido dar con su rastro en el campo de prisioneros Stalag XI-A en Altengrabow, en el centro de Alemania. Desde allí lo deportaron el 3 de noviembre de 1941 al campo de concentración de Mauthausen, en la actual Austria, donde recibió el número 3240. Y en Mauthausen moriría el 12 de abril de 1942.

La carta que Agustín le envió a su hija. PO

Pilar Perales y su hija no lo supieron hasta que a finales de la década, en la Barcelona del hambre y el estraperlo, recibieron una notificación de la Cruz Roja Internacional. Y una década después, con la República Federal de Alemania tratando de resarcir a las víctimas de los campos de exterminio, los abogados alemanes que representaban a todas las víctimas se pusieron en contacto con ellas para anunciarles que a partir de entonces recibirían una pensión. La República Francesa, cuenta Pilar Ovalle a este periódico, al otro lado del teléfono en su casa de Barcelona, también las indemnizó. «Tuvimos una pensión muy buena gracias Alemania», cuenta. «De otra forma, mi madre, casada en una boda civil, nunca hubiera recibido ninguna pensión por la muerte de mi padre», añade.

Pero el dinero de Alemania que comenzaron a recibir veinte años después del final de la Guerra Civil no tapa la ausencia de su padre, cuenta Pilar Ovalle. «Nunca he tenido una figura paterna. Yo no conocí a mi padre», narra, lúcida por teléfono. «Y mi madre no me explicaba nada. La gente tenía miedo y no decía nada a los niños para que los críos no metiéramos la pata».

El viaje de Pilar Ovalle

A finales de los años sesenta, ya casada, Pilar Ovalle viajo con su marido a Mauthausen. «A mi madre le dijimos que nos íbamos a Austria, pero ella no sabía dónde estaba Mauthausen, así que nunca supo que fuimos al campo». Y en el campo, en el monumento que recuerda a las víctimas, encontraron el nombre de su padre; Agustín Ovalle Ovalle. Después dejaron un ramo de flores en el lugar donde se homenajeaba a las víctimas españolas del campo, junto a la bandera republicana.

A punto de cumplir 83 años, Pilar Ovalle no estará mañana en Ponferrada. Le preocupa el coronavirus, la edad, el viaje largo, y será una sobrina que reside en Madrid, Yolanda López, la que colocará la piedra donde tropezar con el nombre de su padre. «Cuando acabe esto, si es que acaba —dice Pilar de la pandemia— que me lleven en coche a verlo». Su sobrina Yolanda, en cualquier caso, ya ha recibido un pañuelo suyo por correo para que lo lleve puesto mañana.

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