Diario de León
Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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EN LOS ÚLTIMOS tiempos he perdido la costumbre de ir al cine, sobre todo porque hay muchos clásicos que uno debe ver, aunque sea en DVD, y también porque no me entusiasma ver películas dobladas. Ni que decir tiene que en una cinta doblada uno no acierta a saber cómo es la interpretación de los actores, almas del cine, sobre todo del europeo. La última película, que he visto en una sala comercial, en concreto en Cines La Dehesa de Ponferrada, es Volver de Almodóvar. Uno de los cineastas españoles más singulares, y con más proyección universal, tal vez porque, como buen manchego, es capaz de elevar lo cotidiano a la categoría de sublime, de tocar el Eros y la muerte, y por supuesto es capaz de mostrarnos su pueblo y convertirlo en un universo. Volver es como una versión moderna de La casa de Bernarda Alba de Lorca en el contexto de La Mancha. Se nota que el manchego es un entusiasta del duende granadino. La Mancha rural, cuyos molinos han dejado de ser los gigantes que alucinara Don Quijote para convertirse en monstruos eólicos, el viento solano, la omnipresencia de la muerte y de un matriarcado enlutado, encerrado en un velatorio y en los muros bestiales del machismo, el incesto, todos esos olores, incluso hedores, que se desprenden del ambiente. Resulta sorprendente lo escatológico: ver a Pe, tan fina ella, sentada en el váter, y oliendo un pedo. Si bien Almodóvar logra, con ese toque lorquiano, adentrarnos en un mundo que reconocemos e identificamos como propio, la historia que nos cuenta no logra convencernos ni emocionarnos, incluso es una historia que se rompe en la última parte de la peli, porque el cineasta manchego se empeña en decirnos o contarnos algo enrevesado, como si tuviera prisa por acabar, cuando en realidad debería mostrarlo con imágenes, que para eso vamos a ver cine, como hiciera de un modo magistral el mago Hitchcock, capaz de sugerir y mostrar los complejos procesos mentales de los personajes a través de miradas, guiños, etc. Ahí es donde radica el poder de la imagen, y lo demás sobra. Sobran todas las explicaciones finales acerca del incesto entre Pe y su padre, y otra explicaciones. Uno acaba perdiéndose en este retorcido melodramón, en el que los hombres salen muy mal parados. Por lo demás, las actrices están soberbias. Lampreave, impresionante, aunque confieso mi devoción por Lola Dueñas. Incluso Penélope, aunque no sea buena actriz, logra con este papel conmovernos cuando «simula» cantar el tango que da título a la película.

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