Diario de León
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León

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Por lo general, sin estar considerados (académicamente) como grandes artistas de teatro, llevamos implantada la capacidad para convertirnos en grandes actores. No siempre representamos obras en favor de nuestros convencimientos; lo importante es desarrollar el papel en favor de todo lo contrario: hacer creer lo que realmente no somos. Hacemos un análisis de la agenda del día, y enseguida vamos en busca del personaje que hemos de representar en el escenario de la jornada. Además, también debemos tener habilidades de la puesta en escena, y para ello, elegiremos (además de otras artimañas) el vestuario adecuado, bien conjuntado en colores y composición de los tejidos. Muy importante es a su vez, la interlocución entre los actores que nos acompañarán en la obra a representar, para que todo parezca real. Llegado el momento y sin un guión profesional, nuestro papel empieza a desarrollarse con una predisposición que, ya fuimos preparando la noche anterior, sin necesidad de asesores técnicos. El éxito de la obra depende también del estado de ánimo, y como no, de la capacidad de abstracción que demuestres ante las encrucijadas que planteen los demás personajes. Se levanta el telón y empieza la gran obra titulada: “El día a día en la sociedad actual”, obra clásica donde las haya, de tiempos inmemoriales. Acabada la obra y de vuelta a casa, iremos desenfundándonos de los incómodos ropajes usados para la representación. Analizaremos mentalmente nuestra actuación, e imaginaremos como serán las críticas opiniones de las personas que también participaron como público en la actividad correspondiente del personaje de aquel día. No voy a ser yo, el que descubra ahora que, la vida es la obra de teatro más numerosa y trascendental del mundo. Lo que si les digo es, que muchos de los que actuamos, estamos convencidos de que los mayores mentirosos son los otros.

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