Diario de León
Publicado por
CORNADA DE LOBO pEDRO TRAPIELLO
León

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P isa, morena, pisa con garbo, que un relicario me voy a hacer con el trocito de mi capote que haya pisado tan lindo pie .

«Vendo relicario de la Madre Teresa».

Siendo el relicario de tela, lo normal es servir de escapulario, palabra que apenas tiene ecos o uso, salvo en la prenda de hábitos religiosos, pues el escapulario de devoción con sus dos estampas unidas por cinta o cordel que van al pecho y espalda colgadas de los hombros (scápulae, hombros en latín) no parece verse mucho hoy (hasta que lo redescubra Lady Gaga y lo implante como complemento de la chamarillería con que se adorna, igual que venía haciéndolo hace poco con rosarios convertidos en collares).

«Vendo relicario de la Madre Teresa».

Reliquia y milagro van juntos, pero reliquia y patraña más, han sido siempre el mejor negocio de las religiones que confían su ley en la suerte divina o en la chorra de Alá. La venta y profusión de reliquias en la Iglesia medieval movía más que los diamantes y Lutero lo usó mucho para separarse de Roma acusándola de simona y corrupta.

Vienen de antiguo las reliquias.

«Vendo relicario de la Madre Teresa».

De pequeño me impresionaron unas estampitas que mostraban bajo una transparencia un minúsculo cuadradito de tela blanca indicando al pie «tela tocada al cuerpo del santo», Fray Escoba en este caso, Martín de Porres, el negro limeño. Pero viendo los miles y miles de estampitas que circulaban, aquella tela debieron ser unos cientos de sábanas y no del hábito con que se enterró al santo, como se inducía a suponer. ¿Pasarían aquellas sábanas sobre los restos de Fray Escoba o al menos sobre su sepulcro?... qué más da, el efecto placebo también le vale a la fe milagrera y al pícaro sacristán.

«Vendo relicario de la Madre Teresa».

Ante los fervores mundiales por la santa de Calcuta, arde el negocio y se denuncian subastas y ventas en internet de falsos objetos personales de la canonizada: sandalias, tocas, rosarios, pelos... era negocio imparable, se compraban, pero sonó la alarma...

«Maldición, ya no podré vender mis relicarios de la Madre Teresa».

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