Diario de León

Adiós a Rosa María Sardá, cómica genial y ciudadana libre

La actriz catalana Rosa María Sardá. ANDRÉS BALLESTEROS

La actriz catalana Rosa María Sardá. ANDRÉS BALLESTEROS

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Rosa María Sardá patentó fuera de los escenarios una actitud que bebía a partes iguales del descreimiento y el sarcasmo. Cuando un periodista trataba de hacerle alguna pregunta pretendidamente incisiva, la actriz le hundía en la miseria. Nadie le daba lecciones de desparpajo a una diva del teatro, el cine y la televisión, que en los últimos tiempos nunca se quitaba las gafas oscuras. «Me las pongo antes que las bragas», aseguraba para desarmar al entrevistador.

La Sardá, que primero nos hizo reír en televisión antes de descubrir que podía hacernos llorar, rebajó el ritmo de su oficio hace seis años, cuando tenía 72, para luchar contra «el bicho», como llamaba ella al cáncer. «Yo no lucho contra nada, no se lucha contra el cáncer, el cáncer es invencible», confesaba a Jordi Évole el pasado mes de abril en una de sus raras entrevistas televisivas. «Es una cuestión de que los que se ocupan de ti tengan más o menos tino al programar unas ciertas medicaciones. No se trata de una lucha porque el cáncer siempre gana. Siempre», explicó.

Por desgracia, la actriz, showman, presentadora, cómica y artista total tenía razón. La Academia de Cine informaba ayer de su fallecimiento en Barcelona a los 78 años. Trabajó a las órdenes de directores como Fernando Trueba, Fernando Colomo, Ventura Pons, José Luis García Sánchez, Luis García Berlanga y Pedro Almodóvar. La mejor maestra de ceremonia de la historia de los Premios Goya (la condujo en tres ocasiones: 1994, 1999 y 2002) ganó dos estatuillas como mejor secundaria por Sin vergüenza y ¿Por qué le llaman amor cuando quieren decir sexo?. Jamás repasaba ninguna de sus películas o series: «Es como las fotos: siempre falta alguien o piensas que ojalá estuvieras como estabas entonces», justificaba. Antes de que su adorado Ventura Pons la reclamara para El vicario de Olot, ya era una estrella de los escenarios barceloneses y había aparecido en el mítico Estudio 1 de Televisión Española. Su padre fue un campesino que emigró a Cataluña y acabó de transportista de bidones químicos. Antes hizo la guerra como sanitario en el lado republicano. Su madre fue costurera y después enfermera. Una familia roja y humilde que crió a su prole con los curas del barrio jugando con pelotas de trapo. Ella fue la mayor de los cinco hijos que tuvo la pareja: Santiago, escenógrafo; Federico, empresario; Xavier, el popular periodista; y Joan, que murió de sida.

Durante casi tres décadas estuvo unida a Josep María Mainat, miembro del trío cómico La Trinca y más tarde exitoso productor televisivo con la productora Gestmusic. La pareja, que tiene un hijo también actor, Pol Mainat, se separó discretamente. A los siete años ya apareció en un escenario vestida con el traje de su Primera Comunión. Llegó a vender enciclopedias mientras intentaba vivir como actriz. Tras triunfar en los teatros barceloneses interpretó en Madrid obras como Esperando a Godo’, de Becket.

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