Diario de León

El escritor se definió como el único superviviente de los tres avatares de la modernidad

Arrabal: «Soy el chivo expiatorio de España, mi biografía es ejemplarizante»

El dramaturgo visitó ayer Everest y firmó 30 ejemplares numerados de sus Obras Completas

Adolfo Alonso Ares, Fernando Arrabal y el presidente del Grupo Everest, José Antonio López

Adolfo Alonso Ares, Fernando Arrabal y el presidente del Grupo Everest, José Antonio López

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«Soy el único superviviente de los tres avatares de la modernidad; milité en el Surrealismo, creé el teatro Pánico y soy miembro de la Escuela de los patafísicos». Fernando Arrabal se quejaba ayer de ser uno de los últimos exponentes del renacimiento teatral que acabó con la tradición y puso en marcha un nuevo lenguaje escénico. Todos los que transitaron por el camino abierto por Alfred Jarry, como Bertold Bretch, Harold Pinter o Ionesco, han muerto. Y ayer, el autor de Picnic -”«no entiendo por qué se representa tanto, porque para mí fue una obra muy puntual, algo que escribí en un momento muy preciso de mi vida»-” agradecía que toda su creación dramatúrgica se haya publicado «en una edición de vanguardia». Paradójicamente, la visita terminó con una ceremonia llegada del siglo XVI. El dramaturgo dejó la huella de su mano -”previamente impregnada de una mezcla de tierra roja del Teleno y dos variedades de setas-” en treinta volúmenes numerados de la obra editada por Everest y el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua.

Previamente había visitado las instalaciones de la editorial leonesa, cuya actividad y profesionalidad alabó sin cesar. «Imaginaba que en León iba a recibir vitaminas para mi próxima obra; esta saga familiar ha hecho algo excepcional y deslumbrante», aseguraba poco antes de partir hacia Barcelona para asistir al programa de Buenafuente.

«Mis sueños son casi el motor de mi obra, mi circunstancia», subrayó ante la insistencia de una de los preguntadoras. Explicó que, como les ocurría a Pirandello y a Bretch, a él le sigue visitando una mujer. «La suya vestía de negro, era la fantasía, pero ahora que los titanes del siglo XX han muerto, la que acude a mi llamada es una mujer vestida con el humor, la ciencia, la pornografía... Es la imaginación, el arte de combinar nuestros propios recuerdos». Y, sin duda, las tribulaciones del padre que nunca conoció forman parte del universo onírico de Arrabal. Ayer volvió a convocarle. «Creo que soy el chivo expiatorio español; la mía es una biografía simbólica, ejemplar, y mi infancia, única». Tan extraordinaria como la de Cervantes, a quien, en una especie de abrazo cósmico, convirtió en una inclusera prostituta. Y es que la vida del escritor está poblada por seres que parecerían sacados de sus fabulaciones. Arrabal rememoró ayer la desaparición de su padre -” «se le condenó a muerte el mismo día en que estalló la Guerra Civil»-” a la monja que le hizo ganar el concurso «hitleriano» de niños superdotados, a la Pasionaria, a quien conoció cantando el himno asturiano en Moscú, a Ernst Jünger...

Escritores difamados

Tuvo tiempo para denunciar la indefensión que sufren escritores que, como Milan Kundera o Gunter Grass, han sido difamados por su pasado. «Sólo queda que lo hagan con Philip Roth, a quien calificó como el mejor escritor norteamericano vivo.

Destacó además que siempre ha vivido rodeado de literatos atados a la modestia económica. André Breton, Cioran, Beckett... «Todos ellos entraron en literatura como quien entra en religión», sostuvo. Poco después buscaba la razón por la cual él siempre ha podido vivir de los dictados de esa visitante nocturna.

Receloso de cualquier etiqueta que aprisione su excepcionalidad -”«yo no soy un genio»-”, Fernando Arrabal, aseguró que ya no puede protegerse por la égida de ningún país. «Soy de destierrolandia», sentenció. Y es que el autor de El arquitecto y el emperador de Asiria salió de España en los años cincuenta y, de manera que él mismo calificó como «infamante», se le prohibió regresar una vez llegada la democracia. «Se me impidió volver junto a Carrillo, la Pasionaria, Líster y el Campesino; ¿Qué tengo yo que ver con estas personas?», se quejaba ayer el dramaturgo.

Como él mismo explica, en España sólo se le conoce por Carta a Franco y por la borrachera del programa de Sánchez Dragó. «Soy célebre y totalmente desconocido», se definió, poco antes de añadir que su carácter autodestructivo y centrípeto siempre acaba por devorarle. Acaba de inaugurar el Teatro Real la ópera Faustbal , en la que recrea una vez más el mito de Goethe. Esta vez, trasmuta los personajes y convierte a Margarita en Margarito, mientras que Fausto se transforma en mujer para encarnar el tercer milenio. «Quise que fuera ella la que hablara con Dios».

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