Diario de León

«León se contrae, está desacelerando en lo comercial y en lo vital»

Pablo Jeje retrata los zarpazos de la crisis en su serie ‘Crack’.

Composición con 25 de las cien imágenes que conforman ‘Crack’, un retrato de la crisis económica en la ciudad a través de sus locales cerrados o abandonados .

Composición con 25 de las cien imágenes que conforman ‘Crack’, un retrato de la crisis económica en la ciudad a través de sus locales cerrados o abandonados .

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e. gancedo | león
León

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Como al resto de leoneses, a Pablo Jeje —alias creativo del polifacético artista Pablo García—, no dejaban de salirle al paso comercios cerrados y clausurados, tiendas en alquiler o sumidas en el más puro abandono, rincones antaño generadores de vida y riqueza, hoy oscuros y silenciosos, un paisaje poblado de carteles de ‘se vende’ y portales con la trapa bajada. Tantos, que un día decidió recorrer los más significativos, céntricos o históricos de la ciudad para retratarlos y componer con ellos un gran fresco sobre las huellas cotidianas de la crisis. Un proyecto de acertado título, Crack .

«Creí necesario mostrar en imágenes aquello que por cotidiano pasa desapercibido a nuestros ojos, y ser así capaces de evidenciar el territorio que habitamos, tomando conciencia de la existencia de un problema global». Lo cuenta este artista visual, ilustrador, diseñador y fotógrafo que de momento muestra Crack a través de su página web, pabloga.com.

La planificación y posterior desarrollo del proyecto tuvo lugar durante los meses de diciembre de 2012, y enero y febrero de 2013, en la capital leonesa «por las facilidades que suponía abarcar el entorno más cercano a mí, al tiempo de servir de ejemplo perfecto para el panorama que se vive en cualquier ciudad española», explica el también autor de otras originales series fotográficas como Club , Bloody Mary o Bestiario .

Y detalla Pablo García cómo desarrolló una idea que, a pesar de haber sido concebida hace tres años, continúa —por desgracia— de plena actualidad (la mayoría de estos locales están en la misma situación que cuando fueron retratados, recalca): «Partiendo de una primera fase de observación y paseos itinerantes por la ciudad, y ante la cantidad ingente de locales cerrados que veía repartidos por todos los barrios, decidí que el proyecto contuviese exactamente cien fotografías, aunque para llegar a este punto fue necesario realizar muchas más...».

Un trabajo de selección en el que este diseñador y asimismo ilustrador de libros infantiles como La oveja bala , tuvo en cuenta «razones estéticas, desechando aquellas imágenes en las cuales los locales fueran interferidos visualmente por personas, coches, contenedores u otros objetos que impidiesen la transparencia en su captación».

De esta manera, preguntado por la imagen de la ciudad que ofrece Crack , reflexiona Pablo Jeje que su sistema de acercamiento «se basa en la toma de instantáneas que, precisamente por su repetición, pierden toda referencia, pudiendo ser de aquí o de allá... de todas partes».

Detrás de estos comercios hubo vidas y labores, días y noches, ilusiones y afanes, preocupaciones y satisfacciones, familias mantenidas o acrecentadas, pero hoy son sólo silencio quieto. «Claro, por un lado, viendo estas imágenes, somos conscientes del desgaste de los materiales: la pintura, las marquesinas en las ventanas, el óxido de una persiana extendida o un ‘se alquila–se vende’ sobre un fondo fluorescente... Y por otro existe la transformación de la urbe, que más allá del concepto nuevo o viejo, es variable y cobra vida propia, movido por las circunstancias actuales. En este último punto es donde incluiríamos el factor humano, que aflora ante tales circunstancias», comenta.

Y condensa el problema cuando dice: «Sufrimos una desaceleración comercial y vital, el vacío se expande y la ciudad se contrae». Y remite, a modo de conclusión, a las acertadas palabras escritas para la serie por la crítica de arte Elena Lafuente:

«No es que sea una nueva estética de escaparatismo, es que la crisis económica se ha cebado y sigue haciéndolo día a día con los locales comerciales de la ciudad, que no han tenido más opción que la de poner fin a sus actividades, fruto en muchos casos de la paralización del mercado. Como consecuencia de este hecho, los ciudadanos se han convertido en espectadores obligados a presenciar un horizonte de ruina y desamparo que reina allá donde se dirijan sus pasos. Ningún núcleo urbano se libra, ni siquiera aquellos más céntricos cerca de los cascos históricos que en su día supusieron un alto porcentaje de la actividad comercial. Tanto negocios de toda la vida como tiendas pertenecientes a nuevos propietarios lo sufren... Lo que un día fueron vitrinas coloridas y brillantes con anhelados objetos y carteles fluorescentes, hoy han pasado a ser cortinas de ceniza sucesivas, grises y raídas, asaltadas por carteles publicitarios superpuestos a medio desgarrar, y con señales de embestidas y atentados en sus cerraduras (...). Quién sabe si quizás estamos sólo a un paso de convertir el nuestro en El país de las últimas cosas de Paul Auster».

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