Diario de León

JAVIER BERMEJO ACTOR

«León me da paz, me siento yo, me siento alguien»

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Pacho Rodriguez | Madrid
León

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Lo de ser actor, en Javier Bermejo dejó pronto de ser ocurrencia. Ni él sabe de dónde le llegó el veneno del teatro a este leonés nacido en Sahagún hace 35 años, que un buen día, un buen año, un buen curso, después de la Selectividad dijo: «Sí, todo perfecto, pero yo quiero ir a Valladolid a la Escuela Superior de Arte Dramático de Valladolid». De ahí a la profesionalización, ese paso que ya da un porcentaje mínimo, todo ha sido un ejercicio de decisión. De elegir el camino actoral por el camino largo: el teatro, ese en el que el éxito es la continuidad y no el fogonazo instantáneo de, por ejemplo, las tan de moda series en plataforma que en lugar de ver se engullen.

Y Bermejo lo demuestra con hechos que son su trayectoria. Bueno ha de ser el trayecto para aparecer en una de las obras del año: Divinas palabras. Producción del Centro Dramático Nacional, bajo la dirección de José Carlos Plaza, que bucea de nuevo en todo un Valle-Inclán como clásico infinito que bucea en cómo el pueblo es víctima del rapto del conocimiento.

Divinas palabras que son palabras mayores para este actor con futuro y bagaje, con proyectos pero con la ilusión intacta para dar un paso de gigante como es el de formar parte de un elenco que ha de guardar en su memoria como un antes y un después. Y es que comparte un merecido viaje teatral con nombres de la talla de María Adánez, Ana Marzoa, Carlos Martínez-Abarca, Alberto Berzal, Consuelo Trujillo, entre otros.

Divinas palabras, ahora en gira nacional, llegará a la capital en diciembre al María Guerrero como uno de los grandes estrenos de la temporada madrileña. Ha pisado grandes escenarios, festivales de prestigio, trabajado con grandes nombres de la escena, participado en títulos como Auto de los inocentes, o ahora forma parte de una de las grandes apuestas del CDN con Divinas palabras, y todo un José Carlos Plaza, al frente. Y todo sin meter más ruido que el de su trabajo.

—Lo de ser un actor en acción y honesto, ¿era su plan inicial?

—Es que pienso que lo de ser actor también implica lo de no saber qué va a pasar. No tenía planes, ni sé decir hacia dónde irá mi carrera. Sólo intentar trabajar lo más posible. Noto que el destino profesional te dirige más a ti que tú a él. Aunque con los últimos trabajos sí percibo que voy avanzando y pasan cosas más importantes.

—¿Por eso de ser prudente mantiene su ancla vital en León, Sahagún, cuando cualquiera ya hubiera sentido la ansiedad de irse a vivir a Madrid?

—En Madrid está todo, sí, pero ir al vacío no me parece lógico. Sin duda, cuando tengo trabajo, voy decidido, sin pensarlo.

—A priori, por sus trabajos, se puede decir que es un actor de formación, recursos, dicción (cosa no tan habitual...), cualidades que a veces se dejan de lado y que usted parece que trabaja y trabaja. Pero, llegar a Divinas palabras con José Carlos Plaza, no se llega de casualidad sino con esfuerzo. ¿Puede resumir un poco este último periplo?

—En estas grandes compañías hay castings, convocatorias... Yo había entrado en Auto de los inocentes, temporada de 2018. Me contactaron porque en Valladolid fui alumno de un alumno de José Carlos Plaza: Carlos Martínez-Abarca. Parecía que había pocas posibilidades pero tuve suerte. Al conocer a Plaza, la temporada en Madrid, etc, pues ya en Divinas palabras entré directamente.

—Nombra a grandes del teatro en España. ¿Cómo es trabajar con ellos?

—He tenido la suerte de trabajar con nombres también como Juan Margallo. Trabajan desde el amor al actor. Y, precisamente, por esa forma de tratar, de enseñar, comunicar, te das cuenta de que son grandes por algo.

—Y usted, cuando sea grande, ¿cómo le gustaría ser y hacer?

—A mi me gusta hacer de todo. Me gusta también el trabajo de dirección, producción... En León participo en todo lo que puedo. Y en proyectos de todo tipo, como en Media hora (y un Epílogo), la última película de Epigmenio Rodríguez. Hombre, si un día me dan un Hamlet voy de cabeza. Tengo los mismos sueños que el resto de los actores.

—Y en un negocio como este del teatro, en el que se mezcla el amateurismo con lo profesional, ¿cómo gestiona ese riesgo de trabajar por amor al arte, que no está mal pero da poco de comer?

—Yo le doy prioridad absoluta a lo profesional. Puedo participar en otros proyectos, pero hay que estar centrado en lo que es ser actor profesional, porque las cosas no están tan fáciles.

—¿Qué le gusta de León?

—León me enamora como ciudad, como provincia, y Sahagún sobre todo. Es como cuando te gusta una chica. Te gusta y punto, no sabes por qué. O al menos eso me pasa a mí. No sabría con qué quedarme. León me da paz, es mi casa, me siento yo, me siento alguien.

—Ahora que sube peldaños, para acabar, la primera pregunta: ¿Y usted por qué es actor?

—No tengo ni idea. Pero siempre lo quise. Desde pequeño. Desde las obras del colegio, el instituto... Soy extremadamente tímido. Igual soy actor para quitarme esa timidez.

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