Diario de León

El magisterio de Antonio Pereira

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Opinión | antonio colinas

En mi primera iniciación literaria algo tuvo que ver Rafael Cabo Valenciano, el director en los años 60 de nuestro semanario, El Adelanto Bañezano. A veces me pasaba libros que a él le habían gustado especialmente para que yo los leyera y ya desde mis 16 años, desde 1962, con ocasión de la muerte Leopoldo Panero, me había pedido y fui colaborador de dicho semanario. Mis primeros artículos fueron líricos y ocasionales, pero hubo un día en que Rafael me pasó, con semblante serio, un libro para que, expresamente, hiciera «la crítica literaria» de él. Se trataba de Del monte y los caminos (1966), un libro de poemas de Antonio Pereira, que había aparecido en la colección barcelonesa de El Bardo.

Aquel matiz que implicaba la palabra «crítica literaria» me perturbó no poco, pues yo estaba muy lejos de poder abordar tal tarea, a la que por cierto luego iba a dedicar casi cuarenta años de mi vida. El caso es que al libro de Pereira le dediqué la primera de las críticas literarias que escribí y ello me permitió, sobre todo, tener noticia de este autor. Tenía yo entonces 20 años. Sólo un año después, en 1967, Rafael Cabo me pasó otro libro de Pereira. Se trataba ahora de un libro de cuentos, Una ventana a la carretera , que había recibido el premio Leopoldo Alas y que dio a conocer a su autor en los círculos literarios madrileños, como apreciaría por entonces durante mi asistencia a la tertulia de los poetas en el Café Gijón de Madrid, presidida por Gerardo Diego, y a la que más tarde comenzaría a acudir también el propio Pereira. Creo que fue con ocasión de mi segunda y modesta «crítica» cuando conocí a Antonio y lo visité en el despacho de su no menos modesta oficina. Luego, volví a verlo allí mismo durante los meses de soledad que pasé entre El Ferral del Bernesga y León.

También por aquellos días Antonio y su esposa Úrsula me recibieron en su casa del Paseo de Papalaguinda, nombre éste que Camilo José Cela admiraba por su curiosidad y que, naturalmente, unía a Antonio Pereira y a la correspondencia que ambos mantenían. También entonces supe que Antonio, aunque berciano de pro, era un hombre viajero y que de esos viajes daba puntual cuenta en un Diario que llevaba meticulosamente. (En una de estas ocasiones me leyó, por ejemplo, el menú que había comido en el Hotel Montesol durante su visita a la isla de Ibiza.)

Estas curiosidades primeras las pongo de relieve aquí porque Antonio Pereira está en los orígenes de mi escritura, desde una amistad sin intereses y muy propia de su amena humanidad.

Nada digo de otras circunstancias posteriores, como la de que él fuera el presidente del jurado del primer premio que se me concedió y de cuyas simpáticos detalles —explicadas con humor por el propio Antonio— ya he escrito en otros momentos. Me da alegría, por todas estas primeras circunstancias, tener ahora entre mis manos la recopilación de los Cuentos Completos de Antonio Pereira editados por Siruela, después de la no lejana relectura que he hecho de su poesía, Meteoros (1962-2006) editada por Calambur.

Hablar de este hermoso volumen de cuentos supondría repetirme y decir cosas por mí ya dichas hace tiempo. Por ejemplo, que en Pereira tenemos probablemente al primero de los cuentistas españoles, que en él hemos tenido los escritores de León tempranamente a uno de nuestros maestros más queridos y que, sobre todo, su humanidad, su flexibilidad, su humildad, sus buenas maneras, su antisectarismo y ausencia de endiosamiento, lograron en su persona esa rara fusión, no siempre fácil de hallar en el mundo literario, de escritura y vida, de persona y obra.

Claridad, concisión sabrosa, intensidad, ironía, agilidad expresiva, humor, sabiduría popular, revelación mágica de nuestro noroeste (como de María Zambrano, se puede decir que Pereira escribía como hablaba y hablaba como escribía), son sólo algunas de las características esenciales de sus magistrales relatos.

Ahora su figura y su obra se agigantan con esta edición que será un placer releer para los que ya lo hemos leído y que lo será con creces para cuantos ahora lo descubran.

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