Diario de León

José María Merino. ESCRITOR Y ACADÉMICO DE LA RAE

«Quieren convertirnos en una masa aterrorizada e inerme, sin pasión»

‘El río del Edén’ es el título de la novela que acaba de terminar el autor y académico leonés, «una historia romántica de amor, traición y arrepentimiento, con grandes catástrofes sentimentales». Así define Merino esta nueva entrega de su ciclo ‘Los espacios naturales’.

Merino publicará nueva novela en noviembre.

Merino publicará nueva novela en noviembre.

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e. gancedo | león
León

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Ya no estamos en aquella isla sin tiempo ni ataduras, en mitad de un océano de olvido, en la que transcurría El lugar sin culpa . La nueva novela de José María Merino, a la que acaba de poner punto final y que previsiblemente aparecerá publicada en noviembre dentro de su serie Los espacios naturales se titula El río del Edén y transcurre en los agrestes parajes del alto Tajo y la laguna de Taravilla, «legendaria en la historia del conde don Julián», como recuerda un autor que aboga en esta entrevista por «recuperar lo mejor del espíritu romántico».

—En tu serie ‘los espacios naturales’, ¿qué relación existe entre escenario y personajes?, es decir, ¿cómo influye el espacio natural en el comportamiento de los protagonistas, en cada una de las novelas?

—Precisamente quise contraponer naturaleza y humanidad: hemos olvidado que pertenecemos a la naturaleza, cada vez somos más ajenos a ella, llenos como estamos de una estúpida soberbia que llamaría tecnológica, pero nuestros sentimientos y actitudes profundas siguen perteneciendo a lo que llamaríamos ‘el mundo natural’. También nosotros somos ‘espacios naturales’. Sin embargo, la montaña, la isla o el nacimiento de un río son ajenos a nosotros, nos miran pasar indiferentes. En estas novelas busco conjugar esa paradoja. El subtítulo está hecho, pues, con voluntad de ambigüedad e ironía.

—El conde don Julián, esa figura mítica y legendaria, especie de chivo expiatorio de la historia de España, ha cautivado también a otros autores como Juan Goytisolo; ¿te acercas a don Julián, de algún modo, en este nuevo libro? ¿O sólo sobrevuela su leyenda esos parajes del Alto Tajo?

—Mi visión no tiene nada que ver con la de Juan Goytisolo, porque no planteo una perspectiva histórica ni una reflexión social. Lo que pasa es que, en la traición sentimental que es el eje de mi novela El río del Edén , los protagonistas han vivido cuando eran jóvenes una pasión intensa cerca de la laguna de Taravilla, donde dice la leyenda que el conde don Julián arrojó sus tesoros cuando, arrepentido de su traición, era perseguido por los moros… Y otra parte de la novela tiene como escenario el hospital de tetrapléjicos de Toledo, junto al Tajo, el río de don Rodrigo y la Cava. En fin, referencias míticas a traiciones y venganzas que se comunican con mi novela.

—Efusión de sentimientos, traición, amor... hay escritores que huyen de las pasiones desatadas, considerándolas ‘decimonónicas’. ¿Abogas por volver de algún modo a este tipo de literatura?

—Abogo porque cada uno escriba lo que le dé la gana… Pero vivimos en un mundo en el que ya ni los dioses ni los diablos ni los hados rigen nuestro destino, sino unas figuras que serían ridículas si no fuesen tan tenebrosas, llamadas ‘mercados financieros’ y ‘prima de riesgo’. Claro que reivindico el romanticismo, la pasión, una idea de libertad profunda, la creatividad, lo intuitivo, la rebeldía, el amor a la naturaleza. Tras tantos años de conquistas sociales basadas en utopías más o menos románticas, resulta que vamos a perder todo eso y además nos quieren convertir en una masa aterrorizada e inerme. Hay que recuperar lo mejor del espíritu romántico, reaccionar con pasión. Lamentablemente, no tenemos líderes a la altura de las circunstancias.

—Sigues trabajando sin descanso. Desde la perspectiva que dan años y trayectoria, ¿cómo ves ahora tu evolución, tu carrera literaria? ¿Has ido explorando los territorios que has querido?

—Sí, creo que he hecho todo lo que me ha apetecido literariamente en cada momento, y seguramente ya me queda poco por hacer, porque a mis años tampoco estoy para exploraciones demasiado azarosas… Aunque quién sabe.

—Dice Ricardo Darín que España se queja «exageradamente». ¿Crees que es cierto? La queja generalizada, ¿no nos inmoviliza un poco?

—No sé si España se queja exageradamente. Cuando Argentina estaba en el ‘corralito’, yo, que la visité, percibí que la gente también se quejaba mucho… Y conozco a muchos argentinos que no dejan de quejarse de la Kirchner. Pero lo característico de los españoles es que no nos gustamos, y que estamos continuamente hablando de los ‘males de la patria’, conscientes de que podíamos hacer las cosas mucho mejor. Sin embargo, somos responsables del sistema electoral que tenemos, de los políticos que elegimos, de los beneficios de que disfrutan… Acaso nos regodeamos demasiado en nuestros infortunios, salvo cuando nos dedicamos a enfrentarnos sangrientamente.

—La crisis... ¿afecta también a un escritor consagrado como tú?

—Yo creo que la crisis, material, moral y psicológicamente, nos afecta a todos, salvo a un ramillete de privilegiados que se siguen forrando con las vicisitudes de los mercados y de la prima de riesgo.

—¿Qué sensaciones tienes al entrar en las librerías y comprobar qué es lo que ‘triunfa’? Por ejemplo, al ver apilados todos esos voluminosos best-sellers de novela histórica, autoayuda y similares....

—Para quienes, como yo, creemos que la literatura ha sido el mejor instrumento para intentar aclarar la caótica realidad humana, para conocer nuestro corazón y nuestras contradicciones sociales e individuales, me decepciona el espectáculo de esos libros acorazados y enormes, vacuos en su inmensa mayoría. Componen literatura sucedánea para lectores sucedáneos. Hasta en ese aspecto estamos inmersos en un sistema banalizador y estupefaciente, que rechaza pensar. Pero siempre habrá amantes de la buena literatura, aunque se muevan y comuniquen en las catacumbas…

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