Diario de León

Donde los árboles crecen sin miedo

Las 53 especies que conforman el Bosque Didáctico de la Fundación Prada A Tope han cambiado el paisaje de Canedo. Crecen sin prisa a sabiendas de que están protegidos y habiendo asumido que serán testigos del presente para generaciones futuras. El Bosque de Prada es una forma de entender la relación entre el hombre y la naturaleza

l. de la mata

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Ponferrada

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Hace casi una década que José Luis Prada cambió de planes. El creador de Prada A Tope y hacedor del Palacio de Canedo había ido comprando pequeñas parcelas en el paraje de Los Barredos, entre Canedo, Arganza y Cacabelos, para ampliar su superficie de viñedo. Juntó más de ocho hectáreas y cuando todo estaba listo para empezar a plantar, se levantó con el aire cambiado y sustituyó las cepas por árboles. Ese fue el origen del Bosque Didáctico de la Fundación Prada A Tope, donde hoy conviven 53 especies de árboles forestales. Y todavía hay una hectárea y media más preparada para seguir plantando. Prada confía en poder hacerlo este mismo año.

«Fuimos comprando trozos para hacer una viña grande. ¡Fíjate lo que es tener más de ocho hectáreas en el centro del Bierzo! Pero un día, por lo que fuera, no sé si dormí bien o dormí mal; me dije que iba a plantar árboles. Y así lo hice. Yo siempre he defendido el medio en el que vivo, pero no lo defiendo nada más que por propio egoísmo, porque me gusta disfrutar de la naturaleza virgen», relata José Luis Prada, que ya siendo alcalde de Cacabelos propició la plantación de más de un millar de árboles en la recta entre Cacabelos y Quilós. También ha poblado con 1.200 robles un paraje en Campelo.

Acebos, encinas, castaños, abedules, arces, hayas, fresnos, robles, alcornoques, tejos y hasta liquidámbares americanos como los que adornan el World Trade Center Memorial de Nueva York. Así hasta 53 variedades a pocos metros del Palacio de Canedo. El Bosque Didáctico de Prada comienza a un kilómetro de la carretera de Arganza. Se accede por un camino de tierra; algo a lo que el empresario y bodeguero berciano impulsor de esta iniciativa ecológica también quiere poner remedio a corto plazo. «Mi intención es asfaltar el camino, para que toda la gente pueda subir en coche hasta el inicio del bosque y dar un paseo por él», afirma.

Y es que pasear entre árboles cura el espíritu. De hecho, es una terapia reconocida y muy extendida en Japón. Se llama ‘Shinrin Yoku’ o baños de bosque. Pero no hace falta irse tan lejos. El Bierzo siempre ha sido un jardín y lo ha sido porque hubo quien apostó por plantar árboles, aunque tardaran décadas en dejarse ver en todo su esplendor. Una práctica en retroceso que, sumada al nefasto efecto de los incendios, ha ido desdibujando el perfil verde de la comarca. Eso es lo que hay que frenar y eso es lo que defiende Prada. «Yo técnicamente no sé nada. Lo único que sé es que el mundo se ha hecho siempre así. Los bosques se han generado por la gente que plantó árboles y hay que seguir haciéndolo para las generaciones futuras. Es de sentido común», afirmó.

El Bosque de Prada es una filosofía de vida, una forma de entender el presente y, sobre todo, el futuro. Un oasis espiritual en medio de una sociedad que va con prisa, que busca un resultado inmediato a sus acciones, que no da tregua al respiro. «Cuando ves que los árboles están saliendo, que van para arriba, es una felicidad absoluta, una gozada. Y cuando alguno se muere, se sufre. Yo disfruto de ellos, disfruto paseando y más disfruto pensando en los que vendrán detrás», asegura José Luis Prada.

«Hasta el espíritu está en placidez recorriendo los más de dos kilómetros de caminos que hay en el bosque», añade un hombre que sueña y actúa para «regenerar la tierra, el entorno y el medio rural». Pero el suyo no debe ser entendido más que como un punto de partida, una acción concreta, el proyecto de una persona que se quedará en nada si otros no siguen su ejemplo. Crear conciencia para que la gente plante árboles sin pensar exclusivamente en el rendimiento económico es otro de los objetivos del Bosque Didáctico de Prada. Didáctico porque enseña a convivir con la naturaleza y a conocerla.

Cada una de las 53 especies arbóreas está identificada con su correspondiente cartel, en el que se explican sus características y usos. Así se puede aprender y hay muchos niños que lo han hecho en los últimos años. De cerca y de lejos, porque hasta el Bosque de Prada han llegado también estudiantes de otros países de Europa, atraídos por el proyecto como ejemplo de sostenibilidad y compromiso con el medio ambiente.

Ahora es época de poda. El propio Prada y el equipo humano del Palacio de Canedo se encargarán de ello, como lo hacen del mantenimiento de las 8,5 hectáreas durante todo el año. Pero el bosque es de una fundación y, como tal, de la sociedad. En eso quiso insistir su impulsor. «Yo lo cuido, pero ese bosque ya no es mío, es de todos. Yo me iré y él seguirá estando», afirmó para volver después al punto de partida. «Si todos plantamos, el Bierzo seguirá siendo un jardín dentro de unos años».

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