Diario de León

Andalucía mide la resistencia de Pedro Sánchez y el tirón de Feijóo

La izquierda se asoma a la debacle si no activa a su electorado y frena la sangría hacia la derecha

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El 19 de junio, en torno a medianoche, las urnas dilucidarán por qué palo cantan esta vez los andaluces tras la profunda transformación política experimentada en las citas electorales de 2015 y 2018. Si apuntalan, y hasta dónde, el cambio de Gobierno que desembocó en el relevo histórico del PSOE por el PP en el Palacio de San Telmo; y donde dejan a un Vox al alza, la menguante izquierda a la izquierda del socialismo y el cadáver viviente de Ciudadanos. Los 6,6 millones de ciudadanos llamados a votar lo harán por su tierra. Pero la legislatura española transita por tal camino de espinas para el Gobierno de PSOE y Unidas Podemos, con cuitas generalizadas ahora como la inflación desbocada, que no hay elección que no se proyecte en clave de país.

Pedro Sánchez. Malo cuando los cargos de un partido dejan traslucir su desánimo sin que sea preciso, tan siquiera, preguntar por ello. «Estamos en el momento más delicado de la legislatura», confesaba hace unos días, ‘sotto voce’, un responsable institucional socialista preocupado, tras el estallido del ‘caso Pegasus’, por el devenir de un cuatrienio que está descalabrando el bloque de aliados que sostiene al presidente Sánchez. El genético aguante del secretario general del PSOE no camufla el temor que anida en los suyos a una debacle que certifique la evaporación del miedo a la derecha en el fortín andaluz. Un revés que heriría al partido, a un año de la oleada de comicios municipales y autonómicos, donde más duele: en lo político y en lo sentimental. Y todo con un candidato, Juan Espadas, que fue el brazo armado de Sánchez en las primarias que apagaron la estrella declinante de su enemiga íntima, Susana Díaz.

Los socialistas se mantuvieron como la fuerza más votada en Andalucía hace cuatro años, pero la sangría ya fue tan acusada -33 escaños, 14 menos que en 2015- como para que las derechas les desalojaran del poder. El problema para los socialistas no está solo en la desmovilización de los suyos, sino en que un significativo porcentaje de ellos —el 11%, según el CIS— sí está movilizado pero a la contra: es decir, dispuesto a fugarse hacia Juanma Moreno.

Alberto Núñez Feijóo. «Si en Galicia logramos cuatro mayorías absolutas, ¿para qué vamos a cambiar?». El mantra de Génova resuena tras un Alberto Núñez Feijóo que en estas andaluzas se juega algo más trascendental que seguir luciendo con comodidad el traje de presidenciable avalado por la victoria que los sondeos otorgan a esa versión sureña de él mismo en que se ha convertido Juanma Moreno. El líder del PP que ha rescatado a los suyos de la ciénaga del cisma interno libra este 19-J una batalla decisiva sobre el poderío de su proyecto para labrar esas «mayorías amplias», a la gallega, que le eviten el incordio de tener que convivir con los parientes de Vox. Con una campaña en las antípodas de la fallida diseñada por el ‘casadismo’ en Castilla y León, con realce de la ‘marca Moreno’ más allá de la sigla del PP y dando por acabado a Sánchez sin decirlo con todas sus letras-, el partido de Feijóo pugna contra dos rivales corpóreos y otro intangible: que los suyos den el triunfo por conquistado sin ir a las urnas.

Yolanda Díaz. El «proceso de escucha», nonato aún como su «frente amplio», va a empezar, involuntariamente, el 19-J. Esa noche tendrá que prestar oído a lo que dictaminen los andaluces, sobre todo si acaba tropezando esa avanzadilla de Sumar que representan las izquierdas a la izquierda del PSOE coaligadas ‘in extremis’ en Por Andalucía. Distanciada de Podemos, con el idilio con los agentes económicos amortiguándose y Mónica Oltra al borde de la imputación por los abusos de su exmarido, la vicepresidenta afronta el riesgo de morir de éxito sin ni siquiera haber dado forma al proyecto.

Santiago Abascal. Es la consigna de la campaña de Vox, que aspira a poder maniatar a Moreno, como antes a Mañueco, forzando al PP a nombrar vicepresidenta a Olona en un futuro Ejecutivo de coalición. Supondría pasar de cero a gobernar en menos de cuatro años. Pero los de Abascal también se arriesgan a que Moreno haga ‘un Ayuso’ y «Macarena de Salobreña», que no ha renunciado aún a su escaño en el Congreso, se quede en puertas de la nada como Rocío Monasterio en Madrid.

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