Diario de León

El rey constata el desacuerdo y España se encamina a unas nuevas elecciones

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paula de las heras | madrid

La suerte está echada. El rey constató ayer que Pedro Sánchez no ha sido capaz de fraguarse los apoyos necesarios para superar con éxito un nuevo debate de investidura. En sentido estricto, aún habría tiempo para la sorpresa. El decreto de disolución de las Cortes y convocatoria de nuevas elecciones para el 10 de noviembre no entrará en vigor hasta el día 24, de modo que hasta este viernes todavía podría convocarse un pleno de investidura de urgencia con primera votación el sábado y segunda y definitiva el lunes. Pero en el Congreso todos asumen ya que no hay más cera que la que arde.

El propio Sánchez evitó dejar el más mínimo margen a un acuerdo ‘in extremis’ y, desde Moncloa, donde compareció en torno a las 21.00 horas, se refirió ya a los comicios como un hecho cierto. «Tenemos una oportunidad de decir las cosas mucho más claras», llegó a decir. El líder de los socialistas cargó sobre las espaldas del resto de actores políticos la responsabilidad de que no haya Ejecutivo y adujo que él nunca quiso «cualquier Gobierno», dijo, sino uno estable; el que, a su juicio, necesita España.

En realidad, el resultado de la última ronda de consultas del rey tras las generales del 28 de abril forma parte de una crónica escrita desde hace varias semanas, pero eso no impidió que durante la mañana de ayer se libraran aún los últimos escarceos entre partidos para mantener viva la tensión y, sobre todo, para terminar de perfilar el discurso con el que en los próximos meses se dirigirán ante los electores. Hubo cruce de cartas entre Albert Rivera y Pedro Sánchez, llamadas del secretario general del PSOE a los líderes de las otras tres grandes formaciones y acusaciones cruzadas. Todo para dejar las cosas como estaban.

Los socialistas ya habían anticipado la víspera que la propuesta de última hora en la que Albert Rivera ofrecía su abstención -a cambio de la ruptura del Gobierno de Navarra, el inicio de negociaciones para aplicar el 155 en Cataluña, el compromiso de no indultar a los eventuales condenados del ‘procés’ y la rectificación de las políticas económicas del PSOE- no tendría ningún recorrido. Y así fue. Al mediodía ya estaba claro que ni habría abstención de Ciudadanos ni ‘sí’ de Podemos.

Ayer fue el jefe del Ejecutivo en funciones el que optó por no recibir en Moncloa al presidente de Ciudadanos que, a primera hora de la mañana, le había remitido una carta en la que le pedía verse. En lugar de escenificar un intento de negociación, Sánchez anunció su intención de llamar uno tras otro a Pablo Iglesias, Pablo Casado (que en ningún momento se comprometió a sumarse a la estrategia de la formación naranja) y Albert Rivera para conocer su «decisión final», antes de que cualquiera de ellos pasara por el despacho del Jefe del Estado en la Zarzuela.

Pese a este desenlace, tanto Albert Rivera como Pablo Iglesias insistieron después, en sus comparecencias tras entrevistarse con el rey, en la idea de que aún es posible que la legislatura eche a andar. Ambos alegaron que lo único que hace falta es que Sánchez se decida por una vía (el Gobierno de coalición con los morados y la abstención de nacionalistas e insdependentistas) u otra (una abstención de la derecha).

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