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Arrabal se autorretrata para el Diario de León

Fernando Arrabal publica ‘Un gozo para siempre’, una obra en la que muestra el dolor que alumbró al genio

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Recibo, junto a la contestación a la entrevista, una carta en la que el director de la cárcel le explica a la abuela de Fernando Arrabal la dolencia psiquiátrica que sufría el teniente Fernando Arrabal Ruiz, condenado por no apoyar la sublevación militar. «Su hijo viene sufriendo desde hace un mes una gran depresión moral que ha alterado su sistema nervioso y permaneciendo en un mutismo absoluto...» Faltaban pocos días para que el padre del dramaturgo escapara y su paradero se perdiera en la nieve. Era el principio de la peregrinación literaria y vital del escritor que, setenta y tres años después, sigue a la búsqueda del padre. Cuando le pregunto, Fernando Arrabal me explica que la carta desde la prisión va dirigida a su abuela-coraje. «Cuando la descubrí hace unas semanas no cesé de llorar aquel día. Pienso a menudo en mi desconocida abuela-coraje recorriendo España para intentar besar a sus tres hijos condenados a muerte; humildemente me considero ¿el único guardián? de la gesta de los tres: creo que merecen el título que les dio Andre Breton con razón: les arrabeaux».

Fernando Arrabal ha multiplicado por tres la edad a la que su padre desapareció. Nació en Melilla, pero aprendió a leer y escribir en Ciudad Rodrigo. Y lo hizo gracias a una religiosa que consiguió que, a los diez años, fuera Premio Nacional de superdotados. A la localidad salmantina llegó por la guerra civil, como uno de tantos niños exiliados de su propia familia. «El trágico destino de su padre marcará al autor —según Vicente Aleixandre—, de una luz moral que está en la materia misma de su arte».

El dramaturgo Fernando Arrabal posa en el puerto de Estocolmo durante una reciente visita a Suecia

El dramaturgo Fernando Arrabal posa en el puerto de Estocolmo durante una reciente visita a Suecia

Libros del Inombrable presenta Un gozo para siempre, una obra que Fernando Arrabal, al filo de su cuarta juventud, convierte en una muestra de que su literatura siempre es nueva y evocadora. Y cervantina, porque el dramaturgo se aventura de nuevo en un viaje que emprende por una carta recibida desde la ciudad que le hizo descubrir su genio: ««Cómo es posible que nonagenario reciba semejante carta desde Ciudad Rodrigo? ¿Arrinconada en un misal, abandonada, durante decenas de años?». Y, por supuesto, la misiva lleva la firma de Mercedes Unceta, porque «ella quería que fuera, como los demás de su clase, sabio»

Cuando la madre nos contó la historia de Edipo ¡yo anhelaba de tal manera ser digno de mi padre!

Podría decirse que este libro es, también, una carta, la carta que Arrabal lleva toda su vida escribiendo a la profesora que cuidó de que su infancia lo fuera a pesar de todo. a pesar de la guerra, la orfandad y el miedo, la monja que le mostró que los designios divinos siempre albergan en su seno la música de la confusión. «Lo más difícil era dibujar el paraíso. Era el itinerario que ella construía en el patio con todos los niños en fila india. (...)» Y un consejo para todos: «La madre amaba a los pobres y a los perdedores: porque ella no tenía nada y nunca salió victoriosa». Puede que esta lucha en la derrota sea la que le dio a Fernando Arrabal la conciencia de que perder es una manera de victoria.

Fernando Arrabal realiza una suerte de viaje hacia su pasado, hacia la visión que arañar la centuria le proporciona: «Cuando la madre nos contó la historia de Edipo ¡yo anhelaba de tal manera ser digno de mi padre! ¿Tenía que ser diferente a los demás? ¿Cómo él? Pedí al destino que hiciera de mí un ciego, como Edipo lo fue»... Uno detrás de otro. La fila se iba enroscando y deshilvanando por sí sola gracias a las pautas de la madre. Sus fases me permitían descubrir secretos de auténtico sabio. Y cantaba con ella. Levantaba el corazón por encima de la naturaleza». Un gozo para siempre es un viaje patafísico en el que Fernando Arrabal se hace acompañar de un Virgilio muy particular, Odile, una doctora sin género con la que recorre experiencias, visiones sátrapas y análisis literarios.

A pesar de ser uno de los escritores más controvertidos, ha recibido el Nabokov internacional de novela, el Grand Prix de teatro, el Espasa de ensayo, el Wittgenstein de filosofía, el Mariano de Cavia de periodismo, el Alessandro Manzoni de poesía, el Pasolini de cine… En 1963 fundó, con Topor y Jodorowsky, el Movimiento Pánico. El Collège de ‘Pataphysique de París lo nombró «trascendente sátrapa» en el año 2000, como en su día a Marcel Duchamp, Man Ray, Max Ernst, Simon Leys, Jean Baudrillard… Es el «único superviviente de los cuatro avatares de la modernidad» (Mel Gussow en The New York Times).

Sus dos volúmenes de teatro (más de cuatro mil páginas) están editados en Clásicos Castellanos y en Everest. Ha dirigido siete largometrajes de «culto» (Variety), de los que se ha afirmado: «Arrabal es al cine lo que Rimbaud a la poesía» (R. Bruckberger en Le Monde). «Arrabal es el único escritor que editó una carta pública a Franco en vida del general.

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