Diario de León

El colombiano Candelario Obeso, precursor de la poesía negra

Mompós. Cementerio. Aquí reposan los restos de Candelario Obeso, cuyo busto remata el monumento.

Mompós. Cementerio. Aquí reposan los restos de Candelario Obeso, cuyo busto remata el monumento.

Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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Uno de los espacios que más me ha seducido en la vida es la ciudad colombiana de Mompós, Mompox o Santa Cruz de Mompox, que de las tres maneras al parecer se conoce. Hay muchas razones para ese compromiso de deslumbramiento, aunque he de confesar que en ninguna otra parte escuché un himno local con más acento crítico hacia el dominio español. Convencido de que con total fundamento y razón, lo que no impide, sin embargo, o por ello, ciertas contracciones en el estómago, dadas algunas especiales circunstancias sobre todo. En la Plaza de la Libertad el pie de su estatua recuerda estas palabras de Simón Bolívar: «Si a Caracas debo la vida, a Mompox debo la gloria».

Hablo de deslumbramiento y seducción. El aire mítico de Macondo allí vivo, el vigor de la naturaleza que excede la mayor parte de los límites imaginables, la intensa belleza de la arquitectura colonial, esa filigrana increíble que toma cuerpo en oros y platas… Y la presencia esencial del río Magdalena, «crecido entre nísperos y tamarindos», en expresión de un poeta local.

Viajé desde Medellín a Cartagena de Indias en un Fokker 50, de hélice. Muy de madrugada. Me habían aconsejado además salir del hotel con mucha antelación para evitar los posibles cortes de carretera en los accesos, dados los derrumbamientos y la catástrofe, con unas 200.000 familias damnificadas por las devastaciones del agua. Mientras esperaba, leí en el aeropuerto un artículo en El Tiempo de Bogotá: «Los marcianos llegan a Mompós» (20.11.’10). Me produjo cierta inquietud. Al parecer, tantas eran las dificultades para llegar a esta mítica tierra. Y así fue. Para llegar y para salir. Esa es otra historia que algún día contaré, la de un viaje que se convirtió en una auténtica —y hoy maravillosa— aventura. Cartagena-Magangué-Bodega-Mompós, alternando autobús y navegación por el río, cuya superficie ocuparía, según un español que habita aquellas geografías, la actual provincia de Zaragoza. Impresionante. A secas.

M ompós, amigo, bien vale no sólo una misa, sino ciento y una más. «Mompós, tierra de Dios, / donde se acuesta uno / y se levantan dos, / y si hay buenos vientos / se levantan cientos. / Y si vuelve a soplar, / no se pueden contar». La referencia clásica, más allá de lo que se pudiera pensar a primera vista, apunta hacia los buenos vientos que permitieran la navegación en el río, de hondo calado histórico y notable vía de penetración. Así lo entendió, entre otros, el general Hermógenes Maza, que luchó contra los españoles para reconquistar el magnífico camino fluvial. Un busto sobre columna recuerda a este militar, enterrado en el cementerio de la villa, prácticamente dentro de su caso, con cuidado jardín como antesala. No es de extrañar que, como permanente recordatorio al ciudadano, en el frontis pueda leerse esta frase lapidaria: «Aquí confina la vida con la eternidad».

En esos mismos confines duerme el sueño eterno Candelario Obeso —«testigo de la africanidad de finales del siglo XIX» lo han llamado—, al que ya prácticamente todos consideran el iniciador, el precursor de la poesía negra, de tan profundas raíces y tanta sonoridad en nombres como Manuel del Cabral, Emilio Ballagas, Eloy Blanco, Luis Palés Matos, Nicolás Guillén…

Conociendo el contexto geográfico y ciertas referencias históricas, puede valorarse con mayor precisión su vida y obra. Hay que tener en cuenta que en la región del Magdalena vivían muchos antiguos esclavos. La defensa de Obeso será la del negro de la costa, a menudo contra los blancos, en una sociedad que no respetaba a los que un día habían vivido bajo la esclavitud. Su obra poética prepara así el terreno para la fortaleza de la celebración del negro y la negritud, especialmente en las islas del Caribe. Con todas las diferencias, claro, que las circunstancias, las épocas históricas y las regiones fueron marcando posteriormente.

C andelario Obeso nació en Mompós en enero de 1849. Murió en Bogotá en julio de 1884, a causa de un disparo fortuito, no tan fortuito al parecer. Hijo natural, vivió con su madre una situación precaria, llena, eso sí, de lances amorosos. Sujeto a todas las mordeduras sociales —«porque era negro, pobre y poeta», escribieron algunos amigos—, lo cierto es que este momposino ya universal y universalmente reconocido logró en su corta vida desarrollar una obra y estilo propios.

«Era fundamental para los esclavos —escribe Eleonora Melani— haber pasado el periodo de la colonia, pero era más importante aún llegar a ser considerados hombres. El prejuicio contra los negros no se había agotado y la obra de Obeso fue importante porque fue el primer autor que habló del tema en clave diferente». En los Cantos populares de mi tierra introduce la figura del negro y la coloca en la sociedad de Mompós. No podemos olvidar que su localidad natal tenía, por su situación privilegiada, el puerto de mayor tránsito. Y ellos fundamentalmente trabajaban como bogas en el río para llevar los productos de una ribera a otro, de un punto a otro, trabajo muy duros por múltiples razones («Qué ejcura que etá la noche, / la noche qué ejcura etá; / asina ejcura é la ausencia. / Bogá, bogá!»). En su obra se muestra al boga y su dolor –es famosísima la «Canción der boga ausente» en el libro citado—. El poeta momposino pone de relieve, por primera vez en la literatura de la negritud, al negro y sus sentimientos humanos, en nada diferentes al resto de los mortales. Y lo hace, además, con su característica ortografía fonética, que reproducía el habla del pueblo africano de Colombia.

Candelario Obeso, que cultivó, además de la poesía, la novela y el teatro, conoció bien, desde pequeño, el río, pues no en vano vivió en la albarrada del Santísimo Sacramento. Y por el río hizo su travesía hasta Honda, y de aquí a Bogotá en busca de nuevos horizontes.

No deje de leer, amigo, a este poeta de raíces, riberas y de-samparados. Si algún día llega a Mompós, las tierras mágicas del agua, hágalo junto al río. Escuche:

«Allí tengo malibú,

ajtromelia i azajá;

tengo lirio güeleroso

i jazmín e malabá;

en cosa re golosina,

tengo un grande nijperá,

cocos, cirgüelo, naranjos,

un no vijto plataná».

Nunca se arrepentirá. Ni de la lectura, ni de haber conocido esta ciudad única y hermosa.

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