Diario de León

POESÍA

El obstinado luminoso

CERRADO EXILIO Gaspar Moisés Gómez Revista ‘Abril’, Luxemburgo, 2016. 104 páginas

Publicado por
josé enrique martínez
León

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L a revista Abril de Luxemburgo cobija en su último número monográfico el poemario Cerrado exilio de Gaspar Moisés Gómez, «propuesto y dispuesto» por Antonio Gamoneda, que en el frontispicio ha tildado al amigo de «obstinado luminoso»; obstinado, entiendo, por su entrega tenaz a la poesía, entre otras cosas; y luminoso porque, de algún modo, su poesía ilumina nuestro pensar, nuestro sentir; y porque abre fisuras de luz en la «caverna oscura» de que habla el poeta, sin que podamos evitar la evocación del conocido mito platónico que plasma el deseo de liberar al hombre del mundo de las apariencias para conducirlo hacia la verdad. Y ¿cuáles son las verdades de la poesía de Gaspar Moisés Gómez? La gran preocupación es el hombre mortal, con todo lo que implica: el tiempo, la vejez, la muerte, el Dios silencioso, la angustia trágica.

Dentro de estos asuntos, el tema esencial de la poesía de Gaspar Moisés es el Tiempo, con mayúsculas, sobre cuyo ser mismo interroga el poeta: «¿Ruina física quiere decir «Tiempo»?». El Tiempo es el gran testigo de lo que fuimos, dado que el presente, en realidad, no existe, porque apenas pensado ya es pasado: «Siempre triunfa lo irremediable de que hoy ya es ayer». De esta desazón temporal procede la nostalgia del niño que uno fue, de esa edad sin conciencia de tiempo: «Niño, vuelve... / Te lo reclamo con firmeza». El transcurso temporal da cuenta de la fragilidad de la existencia, más patente a medida que pasan los años y se aboca a la vejez y a la muerte, otro de los grandes asuntos de esta poesía, la muerte en acecho: «En instante fugaz, en llama intensa / ardía. Pero la ceniza / lo estaba vigilado». Cabe, sí, algún paréntesis de acuerdo entre el ser y la existencia, como expresa este poemita: «Concorde estoy con todo. / Pues no hay desequilibrio entre lo que pesa el corazón / y la fragilidad de tantos sueños». Cabría otro consuelo para un poeta creyente: Dios, al que se dirige en busca de razones. Pero Dios no es en este libro, como sí lo pudo ser en otros poemarios de Gaspar, ni salvación ni consuelo a sus desesperadas interrogaciones, en las que abunda esta poesía de tono apesadumbrado y sombrío: «Otra belleza mayor no es posible / si no es naufragar. / Pues la costa se alcanza solamente / abrazados a nuestros desastres».

La justicia poética debería situar a Gaspar Moisés Gómez entre los poetas imprescindibles del momento. Que al menos no le falte la generosa atención de sus lectores.

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