Diario de León

carmen martínez poeta

«Es el dolor el que me mueve»

«Toda buena poesía es merecedora de ser recitada si te sumerge en el universo de quien la escribió»

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Publicado por
alfonso garcía
León

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Carmen Martínez, bilbaína de nacimiento, tiene sus raíces familiares en Astorga. En esta ciudad presentará pronto su último libro de poemas, Ese inmenso amor… que duele tanto. Hace ya el número once de sus publicaciones. El anterior, El placer de las curvas, acompañado de un cedé recitando sus propios poemas, se agotó rápidamente al ser recibido por la crítica como un «compendio de sensibilidad». Sensibilidad también en su voz, pues a su faceta de creadora une la de rapsoda.

—¿Cómo ha llegado a la poesía, teniendo en cuenta el teórico alejamiento que de ella se supone a su ocupación profesional?

—Quizá debería preguntárseme cómo fue que la poesía llegó hasta mí… Y seguiría con ese otro misterio que se encierra en una incógnita similar: ¿cómo sabes que esos ojos, o ese aliento son, exactamente, lo que, sin saberlo, estabas buscando? Algo así me sucedió; que, sin saberlo (ni siquiera intuirlo) los versos estaban esperándome, agazapaditos, en una curva de la vida. ¡Y el encuentro, además de inevitable, fue un deslumbramiento!

—Su vida está dedicada ahora intensamente a la poesía. Y se dice que no corren buenos tiempos para la lírica…

—Y ¡qué afortunada soy precisamente por ello! Zambullirte en un medio que, digámoslo, «no cotiza en Bolsa», hace aún más atractivo el reto. Además, llega una edad en la que no tienes esa necesidad de comenzar una vida sino que la vida se te ofrece en su «casi» último tramo; de modo que la economía ha dejado de ser (relativamente) un problema para dar paso a la posibilidad de, por fin, dedicarte en cuerpo y alma a lo que te produce ¡tal satisfacción!, que eres capaz de renunciar a otros «caprichos» para permitirte editar sin estar pendiente de las cifras de venta.

—¿Qué circunstancias y temas aborda en el nuevo poemario?

—Como en los diez anteriores, aquellos que permanentemente merodean mi alma, sacudiéndola, pellizcando esquinas por ver de limar aristas; y se podrá pensar, al leerlo, que soy una mujer «desoladoramente desolada», y no es así. Mientras mi muy admirada poeta nicaragüense Gioconda Belli, dice (o, al menos, decía) que su poesía «nace de la felicidad, de esa conciencia dolorosa de ser feliz sin motivo», en mi caso ocurre exactamente lo contrario: es el dolor (en toda su amplia y hermosa gama de intensidades) el que mueve las cuerdas de mi ritmo, de mi música interior. Y debo decir que mi deseo es que esa música suene serena, armónica… aunque vaya cargada de tristeza o de melancolía.

—Es también una reconocida rapsoda, especialmente en el País Vasco. ¿Es esta una forma de perpetuar la importante tradición de los bertsolaris, con sus nuevos matices y diferencias?

—Los bertsolaris tienen una enorme tradición en el País Vasco como, de alguna manera, sucede en esas tierras leonesas con el filandón, pero son disciplinas completamente diferentes con un elemento común: la voz. El arte de recitar, la capacidad de conmover y el gozo de transmitir a través, precisamente, de la voz, es un nexo entre estas tres modalidades (lo mismo que sucede con la música, cualquiera que sea). En mi caso concreto (sería una osadía por mi parte generalizar) ser capaz de hacer volar aquello que el/la poeta ha escrito, resulta un privilegio y un placer de tal magnitud que, a veces, «olvido» quién soy y me transmuto en quien vertió tanta belleza, vistiéndola con la palabra.

—Se ha dicho que su voz «entra y toca el alma». ¿Qué cualidades ha de tener la voz para cumplir esa función, que, a la postre, es uno de los fines de la poesía, conmover?

—Conmover, usted lo ha dicho. Ésa es la clave, el «misterio» (si es que existe alguno); y, para conmover, entre otras cosas, es imprescindible creer en lo que dices, empatizar de manera absoluta con el caudal de sentimiento que encierran esos versos que, repito, terminas por hacer tuyos incorporándolos a tu equipaje emocional.

— Poetalia es el nombre que cobija a un grupo de rapsodas, que edita cedés recitando textos de autores muy diversos. ¿Qué preferencias personales tiene en este sentido?

—Poetalia es el nombre de un grupo de personas que, además de escribir poesía, nos hemos preparado durante muchos años para aprender esas técnicas, imprescindibles por otra parte, que son necesarias para realizar nuestra hermosa labor, de manera digna (como se aprende canto para cantar o danza para bailar). Si usted me preguntase qué libro, o qué música o qué tipo de cine es mi preferido, me sentiría incapaz de contestarle porque me siento incapaz de elegir («elegir significa renunciar»). De ahí que no tenga preferencias. Toda buena poesía es merecedora de ser recitada si cumple esta premisa: ser capaz de sumergirte en el universo de quien la escribió, para poder tú «arrastrar» a ese mismo universo a quien te escuche.

—¿Es esta una activa fórmula para la difusión de la poesía?

—En mi opinión, ¡magnífica! Cuántas veces oigo exclamar al finalizar un Recital: «Yo pensé que escuchar poesía equivalía a aburrimiento seguro y, sin embargo, ¡qué equivocación!». Damos Recitales en muchísimos y muy diferentes espacios, pero hay uno que, para mí, es la clave y lo que me anima a pensar que, como dijo nuestro gran poeta Gabriel Celaya, «la Poesía es un arma cargada de futuro». Tendría usted que ver el respeto y el flujo emocional que se genera en los recitales que hemos dado en Institutos donde chicos y chicas en edades muy difíciles, han estado en silencio, sin moverse (con lo inquietos que son), aplaudiendo y pidiendo volvamos pronto.

—¿En qué proyectos está comprometida en estos momentos?

—¡Tantos y tan variados! La vida se me presenta como una suerte de edificio lleno de puertas y ventanas que van abriéndose poco a poco; como susurrándose las unas a las otras, invitándome a entrar… ¡y acepto esa llamada, sin dudar un segundo! Pero lo más inmediato, en este preciso momento, es la «salida al mundo» de ese poemario del que ya el título puede dar una idea de por dónde se mueven «mis adentros». Ese inmenso amor… que duele tanto (y lo de inmensoamor no es una errata, sino una intención) es el resultado de vivir el desencanto o el desamor, apasionadamente (aunque suene un poco extraño).

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