Diario de León
Publicado por
ENRIQUE VÁZQUEZ
León

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WASHINGTON ha decicido congelar por noventa días las rígidas sanciones comerciales que mantiene contra Irán para facilitar el envío rápido de ayuda de ONG y/o particulares que permita combatir el desastre del terremoto de Bam... un hecho que ha suscitado ya todas las especulaciones y podría abrir una brecha en el muro de separación estricta entre la República Islámica y los Estados Unidos. El presidente Jatami había marcado un cierto tono de precaución al dar las gracias por la ayuda inicial (llegaron algunos equipos en avión mezclados con otros muchos) e indicar al mismo tiempo que harían falta mucho más que eso para superar las diferencias y resolver los problemas. Pero ayer Ali Ajabar Hashemi Rafsanjani, ex presidente de la República y uno de los hombres más influyentes del Irán, fue algo más caluroso: es una señal positiva y a tales señales se responde con otras semejantes, dijo un poco enigmáticamente. Aprovechar los púdicamente llamados en inglés hechos de Dios ( de fuerza mayor, de imposible predicción) para hacer política no es nuevo. Bill Clinton manejó, con apertura de ánimo, el dossier iraní con la diplomacia del deporte (aprovechó el calendario de una federación internacional para intercambiar deportistas en la especialidad de lucha libre, una pasión en Irán) y después de ver que la cosa marchaba suspendió la prohibición que pesaba sobre la importación de alfombras y pistachos iraníes. No era mucho y, para darle sustancia política al guiso, hizo decir a Madeleine Albright, su secretaria de Estado, que los Estados Unidos lamentaban haber causado sufrimientos al pueblo iraní por su larga asociación con la regia dictadura imperial del Shah. No eran las excusas pedidas en vano por el régimen islámico, pero era algo... hasta que llegó Bush y empezó, ahí como en otras áreas, la llamada «política ABC» (en inglés Anything But Clinton: cualquier cosa menos Clinton). El Bush primerizo de abril del 2002 metió al Irán en un eje del mal junto a Irak y Corea del Norte. A la estupefacción siguió la seguridad de que cambiaría de opinión con el tiempo: sólo Washington tiene mucho que ganar con la reapertura de un diálogo con Teherán... la capital a la que mira con calor fraternal la mayoritaria comunidad chií del vecino Irak.

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