Diario de León

«Muchas personas se han quemado vivas en sus casas debido a las bombas»

Los últimos vecinos de Mariúpol que han podido ser evacuados «del infierno» relatan la «brutalidad» de los invasores y las calles «llenas de cadáveres» Las autoridades temen que hayan sido asesinados al menos 20.000 civiles

Imagen de la destrucción provocada por la invasión rusa. MIGUEL GUTIÉRREZ

Imagen de la destrucción provocada por la invasión rusa. MIGUEL GUTIÉRREZ

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La mecánica con los cadáveres era la siguiente: el Ejército ruso los recoge de las calles y los traslada en camiones a los polígonos industriales de Mariúpol. Luego los deposita en los frigoríficos de las empresas que los soldados han seleccionado previamente por la capacidad de sus cámaras refrigeradoras. Antes del 24 de febrero, la mayoría se dedicaba al almacenamiento y distribución de alimentos. Nadie pensó nunca en el horror de los últimos dos meses. Los militares embolsan o envuelven con telas los cuerpos a medida que sus compañeros excavan las fosas. Finalmente, vuelven a subirlos a los camiones y los arrojan desde allí a las tumbas. Los escasos testigos afirman que en algunas de ellas se apilan hasta tres hileras de cadáveres una sobre otra. Una cadena de la muerte absolutamente estructurada para evitar imágenes como las tomadas en Bucha de las avenidas convertidas en sembrados de sangre.

Las autoridades ucranianas temen que en Mariúpol hayan sido asesinados al menos 20.000 civiles. El asesor del alcalde, Petro Andryushchenko, cuenta ahora cómo han sido estas últimas semanas de asedio. Sin luz, ni agua ni casi alimentos. Solo muerte y destrucción. Considera que la ciudad es el símbolo del nuevo holocausto. Con la mayoría de su territorio bajo control ruso y considerada como una conquista por el Kremlin, comienzan a surgir ahora los indicios de la masacre. El peor de ellos son las imágenes satelitales que este viernes recorrieron el mundo , mostrando una enorme fosa donde, según las autoridades, habrían sido enterrados entre 3.000 y 9.000 cuerpos. Ocupa una superficie veinte veces superior a la descubierta en Bucha tras la retirada de los rusos. «Destruyeron todo». Es el testimonio de uno de los 79 vecinos que pudieron ser evacuados el jueves en autobuses a Zaporiyia, a 150 kilómetros de distancia. Salieron varios autocares, pero casi todos se quedaron retenidos en los controles de carretera rusos. «Ha sido un milagro», comentaba una mujer mayor a su llegada a Zaporiyia, en cuyos distritos también se aprecia el castigo infligido por los bombardeos. El miedo persiguió a los autobuses. Ninguno de los rescatados quiso este viernes dar su nombre a los periodistas que trataban de hablar con ellos. Antes de la guerra, Mariúpol tenía 400.000 habitantes; ahora quedan unos 100.000, atrapados entre el cerco militar y la falta de acuerdo para el establecimiento de corredores humanitarios. «No hay alimentos. Comíamos prácticamente grano seco», rememora una de las víctimas civiles, mientras explica que ella y otros vecinos ocultos en un sótano ni siquiera se atrevían a salir a la calle en busca de agua para cocer los alimentos ante el temor a ser abatidos por los misiles y los francotiradores.

«Ya no queda rastro» La mayoría de los testimonios coinciden en «la brutalidad» de los ocupantes que entraban casa por casa a la búsqueda de sus inquilinos, sobre todo hombres en edad de combatir. «Pasábamos todo el día escondidos bajo tierra por los bombardeos. La tierra temblaba. Han borrado todo y no queda rastro de la ciudad», lamentaba una mujer.

Las fuerzas ucranianas consideran que Mariúpol, prácticamente bajo asedio desde el inicio de la invasión, ha recibido posiblemente el mayor castigo aéreo de toda la guerra. Los residentes evocan las «explosiones» que caían sin cesar de día y de noche sobre las zonas residenciales provocando devastadores incendios. «Muchas familias se han quemado en sus casas al no poder escapar», señalaba un hombre mayor, para quien la guerra deja imágenes tan terribles como la de «los cadáveres tirados en la calle durante días» o los enterramientos fugaces y atropellados «en los jardines para no recibir un disparo».

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