Diario de León

Del monte a las praderas

Los mastines de León hacen las Américas

Los ganaderos de Estados Unidos han descubierto que en esta raza tienen al mejor aliado para defender a sus animales del ataque de coyotes y lobos. Criadores de la provincia llevan años exportando a distintos territorios de Norteamérica

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El ronco ladrido de Brezo de Filandón se escucha ahora en las extensas praderas de Aiken (Carolina del Sur). Cruzó en avión los más de 6.500 kilómetros que separan el Valle de Laciana de esta ciudad estadounidense de la costa Este famosa por la cría de caballos, para hacer lo que mejor saben todos los de su raza: cuidar el ganado. Desde hace algunos años, los ganaderos estadounidenses han descubierto que el mastín leonés es el mejor aliado para defender a sus animales de los ataques de los coyotes y lobos. Por eso muchos de ellos, como Brezo y una hembra llamada Osla que lo acompañó en el viaje, han cruzado el charco.

«Lo de cuidar el ganado lo llevan en la sangre», sentencia José Manuel Moncó, propietario de Mastines El Filandón de Villablino. De su criadero siguen saliendo ejemplares que ahora tienen por dueños a gente con sombreros de cowboy. «He llegado a enviar cuatro de una vez a un ganadero que tenía problemas con los coyotes», recuerda. Como buen criador, nunca habla —ni quiere— del precio de sus cachorros.

El boca a boca fue la chispa que prendió la mecha de la «exportación» de mastines a territorio estadounidense. Todo comenzó hará unos diez años. «Los ganaderos de allí trabajaban con mastines del Pirineo o con perros pastores. Alguien llevó allí algunos mastines y quedaron prendados. Tanto que se extendió su fama, empezaron a criarlos ellos y sin escatimar nada. Allí para un rebaño de 400 cabezas tienen como poco cuatro o cinco mastines, no como aquí que les cuesta pasar de uno porque hay que gastar en darles de comer», subraya Marta Bango, criadora asturiana muy vinculada al mastín leonés. «El boom vino con las redes sociales. Cuando vieron en facebook como funcionan los mastines con el ganado vieron que ese es el perro que necesitaban», añade Moncó.

«Están programados para ser guardianes de ganado, son perros de pastoreo, de trabajo. Los probaron y no tu vieron duda de que eran lo que ellos buscaban. Son perros de defensa; si un coyote o un lobo cogen a un collie se lo comen pero con el mastín lo tienen mucho más difícil. Hacen la función exacta de un pastor, las 24 horas del día», subraya.

Lo sabe bien Laura Spindler. Cría cabras en una granja de gran extensión en Nevada y los mastines son ya compañeros inseparables en su día a día. A Marta Bango le contó hace algún tiempo un gesto de Josín — uno de los mastines que le vendió— que le llegó al alma. «Hubo una tormenta de nieve enorme. Tanto que se e perdió una cabritina y Josín tampoco aparecía. Salieron a buscarlos y al final encontraron a Josín encima de la cabritina para darle calor y que no muriese con el frío».

Metáfora de los tiempos actuales, el mastín leonés (español en la oficialidad) también emigra ahora. La historia no es nueva en la provincia. La diáspora en busca de mejor fortuna llevó a muchos hace más de un siglo a embarcarse para hacer las Américas y ahora son ellos, símbolos por excelencia de lo leonés, los que cruzan el charco.

 

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