Diario de León

Masonería en españa

La masonería es legal en España desde 1979 pero se percibe con mucho rechazo, lo que ha provocado un debate interno sobre si abrirse a la sociedad

Reproducción de una logia masónica en el antiguo Archivo de la Guerra Civil de Salamanca.

Reproducción de una logia masónica en el antiguo Archivo de la Guerra Civil de Salamanca.

Publicado por
Asela Viar
León

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Perseguida por el régimen de Franco durante cuarenta años y permitida desde 1979, la masonería sigue suscitando en España desconocimiento, rechazo e indiferencia, lo que ha llevado a sus miembros a abrir un debate sobre la necesidad de darse a conocer.

El historiador José Miguel Delgado asegura que la masonería es una asociación filantrópica que, a diferencia de lo que se suele pensar, se caracteriza por la discreción y no por el secretismo: «Es preferible que se intuya que una persona practica la masonería por sus buenas actuaciones que porque lo diga abiertamente».

Pocos saben a ciencia cierta qué es la masonería. Sin embargo, se relacionan con ella a diario a través de los referentes culturales que ha depositado durante sus más de tres siglos de historia.

Desde cuentos infantiles hasta composiciones de música clásica transmiten la filosofía de esta centenaria asociación de corte humanista, que en España cuenta con unos 3.500 miembros.

El escritor Carlo Collodi escribió en 1882 Historias de un títere, cuyo protagonista, Pinocho, descubrió que «el camino correcto se alcanzaba a través del conocimiento y la sabiduría», explicael presidente del Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española, José Miguel Delgado Idarreta.

«Lo que había sido un tronco de madera y luego una marioneta, se convirtió finalmente en una persona real, tras superar las adversidades que se le presentaron», indica Delgado.

Collodi era masón y a través del cuento de Pinocho expresó su visión de esta institución, una visión que coincide con la del Gran Maestro de la Gran Logia de España, Oscar de Alfonso, quien asegura que «es una escuela de formación de los individuos», que se basa en «el honor, la verdad y la virtud».

La cifra de masones españoles contrasta con la de masones europeos. En Francia, por ejemplo, asciende a 40.000 miembros. En este sentido, el Gran Maestro Óscar de Alfonso, precisa que la masonería española pretende conseguir una normalización que permita a sus miembros demostrar que no son sectarios: «Nuestro objetivo no es influir en el mundo, sino formar buenas personas, y de forma indirecta trasladar esos valores a la sociedad».

Sin embargo, dos aspectos deben mantenerse en secreto: lo que ocurre dentro de las tenidas -nombre que reciben las reuniones de las logias- y la identidad de sus miembros, a menos que sean ellos mismos quienes lo desvelen.

En las reuniones, a las que sólo tienen acceso los componentes de la logia, se celebran ejercicios de naturaleza simbólica, como por ejemplo el rito de iniciación en el que tras vendarle los ojos al aspirante se le pregunta si estaría dispuesto a perdonar a su peor enemigo. Al quitarle la venda de los ojos, se le advierte de que efectivamente su peor enemigo se encuentra en la sala, se le pide que se dé la vuelta y justo detrás un espejo le muestra su propio reflejo.

Una nómina de ilustres

Políticos españoles como el Conde de Aranda, Práxedes Mateo Sagasta o Manuel Azaña han formado parte de la familia masónica, aunque, tal y como señala el historiador José Miguel Delgado Idarreta, es necesario tener «precaución» a la hora de definirles como masones, porque hay matices.

En el caso del político progresista y presidente del Gobierno Mateo Sagasta, Delgado precisa que cuando llegó a la presidencia del Gobierno dejó su condición de «masón activo» y se convirtió en «masón durmiente», con el objetivo de «mantener la distancia» y evitar favores incómodos.

También el presidente de la Segunda República Española, Azaña, entró en contacto con la masonería pero, según Delgado, sólo estuvo tres meses, pues «no le terminó de convencer».

En el extranjero también existen numerosos referentes históricos. Entre ellos se encuentran filósofos, como Voltaire que se hizo miembro de una logia prácticamente un año antes de morir, políticos, como el primer presidente de EEUU, George Washington, o músicos como Bethoveen, que compuso obras para las reuniones de su logia, entre muchos otros profesionales de todos los campos.

También políticos que ejercen y han ejercido altos cargos en la administración y el gobierno recientemente pertenecen a la institución masónica, aunque prefieren mantenerlo en secreto.

Constructores de catedrales. Según Delgado, el origen de esta institución se remonta a la aparición de las primeras asociaciones gremiales en torno al siglo X, aunque la masonería moderna, tal y como se conoce en la actualidad, surgió en el siglo XVIII de la mano de los constructores de catedrales.

El secretismo comenzó a aflorar precisamente para evitar que no hubiera impostores que se presentaran en una catedral bajo la condición de maestros masones y obtuvieran un puesto de trabajo para el que no estaban cualificados. Con el declive de las construcciones religiosas se comenzó a permitir la entrada de profesionales liberales, que ofrecían soporte jurídico o asesoramiento a las logias, como abogados o estadistas.

A principios del siglo XVIII, con la redacción de las Constituciones de Anderson (1923) y la aparición de las primeras logias masónicas en Londres, se establece el nacimiento oficial de la masonería moderna.

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