Reconstruir la vida

Parece mentira pero es cierto, «reconstruiremos un país más fuerte y más libre». Nos lo dice Roman, empresario que antes de la guerra construía 400.000 metros cuadrados de viviendas y tenía más de 1.000 empleados. Sus complejos residenciales destacan entre las miles de construcciones en el triángulo del horror.

Hoy sus edificios han quedado prácticamente destruidos, pero se aferra al futuro como lo hacen las raíces de un árbol agarrándose a la tierra: «Nunca imaginé que tuviera que estar viviendo esto. Hace unos meses hacíamos planes de vida, viviendas para miles de familias, y hoy tenemos que esconder a nuestros hijos y luchar para que no nos maten»

Paseamos por sus zonas residenciales, cada una con un nombre que las identifica, pero él nos lleva a su primera construcción. Hoy sólo son ruinas. Mirándolas, nos susurra, con los ojos en lágrimas: «Recuerdo cuántas ilusiones invertimos en este lugar, hoy nos han destruido nuestras vidas, pero no podrán matar nuestras esperanzas».

Roman es de Irpin y estuvo presente en los primeros días de la invasión rusa a su país. Él está ayudando a su ejército como puede, con material, con alimentos y con necesidades claves para su defensa, pero aquellos primeros días también se movilizó, porque miles de familias se quedaron sin hogar. Nos cuenta que, cuando los soldados ucrania nos capturaron los primeros tanques, les extrañó que en el interior de sus bolsas había trajes de desfile. Roman interpreta que a aquellos chavales alguien les dijo que venían a celebrar la victoria: «Sus bolsas no tenían alimentos o material de supervivencia, tenían trajes de desfile, no les habían dicho que venían a una guerra, venían a pasear los tanques por Kiev».

Nos vamos a una de esas calles donde los combates destrozaron todo y vemos cómo un vecino nos quiere enseñar su garaje. Allí, un equipo de avance ruso escondía su tanque para no ser detectado por los drones. En su interior dejaron la inscripción de Rusia como firma de su paso por allí. «Destrozaron las paredes porque el tanque no cabía», nos dice Nikolaz que, a sus 78 años, tuvo que convivir durante varios días con su enemigo en el garaje. «Me pidieron muchas veces que me marchara, pero les dije que yo ya no me iba a ninguna parte, si tenía que morir moriría allí, en mi casa, que me mataran. Tuve suerte, luego me enteré de que a algunos de mis vecinos si les mataron, yo me salvé», cuenta.

Roman se empeña una y otra vez en hablarnos de futuro: «Tenemos que reconstruir todo esto, volver a dar un futuro a nuestra gente, tenemos y queremos un futuro para nuestros hijos y por eso luchamos».

Roman nos habla de León: «Cuando nos enteramos de que algunas ciudades del mundo se estaban volcando en ayudarnos nos emocionamos. Veros en Ucrania es una victoria para nosotros, cuando estás en guerra cada detalle es clave. Mucha gente en Irpin jamás había oído hablar de León, hoy muchos saben que León nos protege y ayuda. Cuando esto pase prepararemos un viaje a León y de León a Kiev».

Nos sorprende su capacidad inagotable para poner su mente en el futuro. Quiere que León participe en su reconstrucción y que sea protagonista en la vida del futuro de su país. Él se ofrece para facilitar la llegada de interesados: «Esto acabará y nuestro país tendrá fondos para crear la Ucrania europea, aquí siempre fuimos trabajadores y comprometidos y ,con ayuda como la que nos aporta León, creceremos juntos».

Conocemos a Mikaeloo Sacún, el que fue fiscal del Estado en la Región de Donest pero tuvo que marchar cuando los combates se intensificaron en el Dombás. Ha creado la Fundación en Ayuda y Apoyo a Ucrania con la intención de pedir a Naciones Unidas y a todos los tribunales competentes las indemnizaciones oportunas a Rusia: «No nos quedaremos parados, pediremos amparo, Putín tiene que pagar lo que nos está quitando, porque nuestros muertos ya no los podemos recuperar».

Mikaeloo nos enseña un álbum de fotos, en el que aparecen fotogramas de medios rusos. Nos señala un personaje que es uno de los mandos rusos en la zona: «Éste vive en mi casa, y toda la ropa de estas fotos es mía». Nos fijamos y vemos asombrados que el traje no le vale y Sacun nos enseña fotos suyas con ese mismo traje. «No sólo nos invaden, nos matan, nos quitan nuestras casas, además tratan de humillarnos», lamenta.

Nuestro viaje llega a su fin y nos ofrecen cenar juntos para agradece rnuestra visita. Somos catorce en la mesa y Vlad brinda —en Ucrania se brinda mucho— y agradece toda la colaboración. Y pide que nuestro altavoz no se apague nunca, que digamos alto y claro que siguen necesitando ayuda. Y sentencia: «En este país, cuando das de beber a un sediento, ninguno de los dos volverá a pasar sed».

Es hora de recordar a Iurri, que sigue incansable buscando ayudas para los más necesitados. A Marxin que dará su vida si fuera necesario para que su hijo crezca libre y con oportunidades. A Natalia, que seguirá limpiando los escombros de esta guerra. A Irina, que cada día llevará al parque a sus hijos para que jugaran entre columpios destrozados y restos de bombas. A Roman, que seguirá diseñando los edificios donde miles de familias forjaran sus vidas..

Hemos pasado siete días en un país en guerra. Como medio de comunicación hemos relatado historias, hemos conocido lugares y testimonios reales, hemos conseguido exclusivas mundiales. Pero, sin duda, lo que más nos importa es que, como personas, hemos estado cerca de quien sufre y hemos representado a un León solidario que siente y se preocupa. Por eso nos vamos orgullosos pero tristes. Aquí aún queda mucho por sufrir y mucho por ayudar. Por eso debemos gritar juntos: ‘Svoboda ukrayina’

Quizá un día escribamos juntos un nuevo capítulo de la vida, porque siempre construir fue mucho más complicado que destruir. En este viaje lo hemos descubierto, que forjar una vida necesita años; matarla, un segundo