Diario de León

Diez cuerpos que hablan por las 71 víctimas de la fosa de Villadangos

La ARMH exige al teniente de alcalde una disculpa a las familias y a los vecinos

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León

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Una medalla en el pecho y una bala en el cráneo, un peine y una mina de lápiz, un espejo y un chisquero, un trozo de tela y un gemelo, tres suelas y unas monedas... Son algunos objetos que aparecieron entre los restos de las diez personas desenterradas de la fosa del franquismo exhumada entre el jueves y ayer en el cementerio de Villadangos del Páramo por voluntariado la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH).

Un amasijo de huesos, casi disueltos en la tierra por la humedad del terreno, y los pequeños restos del ajuar hablan sobre las personas, arrojadas unas encima de otras en un dia incierto, entre septiembre y noviembre de 1936. Un proyectil de arma de fuego corta, «las que usaban pistoleros y autoridades golpistas», y el impacto en un parietal izquierda delatan la forma en que murieron.

Son diez, o tal vez once, de las 71 personas ejecutadas extrajudicialmente en el monte de Villadangos después del golpe de Estado de 1936. La antropóloga de la ARMH, Laura González Garrido, señala que a primera vista son todos hombres —solo consta el enterramiento de una mujer, Casimira, entre las 71 víctimas— con edades entre 25 y 40 años. Las dos vértebras cervicales fusionadas de uno de los individuos apuntan a que éste era mayor.

Fueron abatidos con armas de fuego. Uno de ellos tiene el impacto de un proyectil en el parietal izquierdo y dentro del cráneo de otro se han encontrado indicios de impacto en el cráneo a partir del resto de un proyectil

Las familias han vivido estos días «entre el dolor y la alegría, pero cada vez con menos dolor y más alegría», comentaban María Jesús y su esposo, que buscan a los hermanos Jesús y Francisco Rojo Álvarez, de Ardón, que tenían 16 y 18 años cuando fueron apresados por falangistas el 21 de septiembre de 1936 mientras trabajaban.

«Los que decían que aquí no hay nada pueden comprobar que los cuerpos están ahí, se ve perfectamente cómo fueron tirados, como fueron colocados, hay restos que hablan de seres humanos que fueron fusilados», comentó el actor Juan Diego Botto, que acudió en apoyo de las familias que buscan a las víctimas de la represión franquista en Villadangos, entre ellos quien sería su bisabuelo político, Santos Francisco, de Mansilla de las Mulas.

La «enorme satisfacción de ver que teníamos razón frente a la persistencia de quienes negaban» la existencia de la fosa, se cruza con un sentimiento de tristeza «de no poder recuperar a los 61 que probablemente quedan en el cementerio (según la documentación) porque la fosa sigue por debajo de las tumbas», señaló la periodista leonesa Olga Rodríguez, bisnieta de Santos Francisco. Cuatro de los diez cuerpos que han sido rescatados de forma incompleta —3 piernas y 1 un brazo un cráneo— son la evidencia de que la fosa continúa por debajo de los panteones de finales del siglo XX. «Esas tumbas fueron construidas cuando empezaron a ir familias de los desaparecidos preguntando. Sabían que esa gente tenía hijos, familias, nietos pero no les preguntaron antes de construir encima», precisa Olga Rodríguez.

Las familias, que agradecen la labor de la ARMH, esperan reconocimiento a las personas desaparecidas y asesinadas en Villadangos y lamentan que la falta de acción del Estado haya retrasado por tanto tiempo la exhumación y los obstáculos del Ayuntamiento y Junta Vecinal impidieran que Rufino Juárez viera cumplida su misión de llevar a su padre junto a la tumba de su madre después de «tan largo paseo». «Tras este largo proceso nos sentimos una gran familia» y «queremos pensar que nuestros tíos abuelas, abuelos, estarían orgullosos de compartir la tierra y del grupo que hemos creado para luchar por sus derechos», dijo Rodríguez.

La asociación espera una disculpa del alcalde de Villadangos, Alejandro Barrera, y particularmente del teniente de alcalde, Alberto González, «a los familiares y a los vecinos por mentirles sobre la solvencia técnica de la ARMH y la incertidumbre que sembró» en alusión a la intervención de este último en el concejo que votó contra la exhumación y la retrasó hasta este año.

El ajetreo y el vértigo de asomarse a lo que la fosa deparaba día tras día (primero dos cuerpos, luego siete y finalmente diez...) será ahora silencio y trabajo pausado en el laboratorio de antropología de la Universidad de León. Antes de nada «vamos a esperar a que se sequen», dice la antropóloga. El siguiente paso es ver si se puede hacer examen de ADN pero, pase lo que pase, «sentimos que los restos de los 10 cuerpos son los de todos», señala Olga Rodríguez en nombre de los familiares.

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