Diario de León
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LUIS ARTIGUE
León

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EL GRAN ÉXITO DE LA JOVEN poesía vasca «Bitartean heldu eskutik» acaba de ser traducido al castellano y publicado en edición bilingüe por la Editorial Visor. Lleva por título «Mientras tanto dame la mano» y lo firma intensamente un nombre a recordar: Kirmen Uribe. Es una obra figurativa, tierna, narrativamente lírica, cosmopolita, culta, amplia¿ Poesía para las gentes de buena voluntad. Hace unos meses, en un congreso sobre poesía celebrado en Berines, tuve la oportunidad de conocer a este dotado declamador cuya sonrisa parece una luna menguante. Me conmovió el modo palpitante de recitar en euskera como quien se ha enamorado de su lengua, de su tierra, de su tradición¿ ¡Qué hermoso! Parecía como si la música verbal de su poesía, en aquel instante, llevara implícito algo del significado que yo no podía comprender, pero que intuía. Sí, la poesía, esa voz de todas partes, esa protesta constructiva, esa ceniza y antorcha de revoluciones habla a la persona solitaria que hay en cada uno de nosotros y así nos hace saber que no somos tan distintos ni tan únicos; que alguien prueba la vida del mismo plato del que nosotros lo hacemos; que nuestra mirada, nuestro miedo, nuestros anhelos y emociones son semejantes a las de humanistas y humanos vagabundos que transitan por otros lugares, otras lenguas, otros libros¿ Hablé cuanto pude en el hotel, también, con poetas vascos como Jon Kortázar y Miren Meabe, y hablé mucho con Kirmen. Sinceramente. Con esa cercanía mágica que da el alcohol, la noche, la poesía, y la casualidad de quienes no se conocen ni saben si volverán a encontrarse, pero cuyos valores y sueños sí se reconocen. Y ahora, al leer este libro luminoso en el que la mirada se posa siempre sobre lo enigmático menos evidente, como en los cuadros de Caravaggio, me he reencontrado con aquellas conversaciones. Y he aprendido así que las tradiciones literarias crecen mientras dialogan. Que la conciencia social puede expresarse con ternura. Que la patria tiene mucho de sentimiento y conveniencia, como el matrimonio, y el sentimiento siempre merece respeto. Que ciertos libros de poesía, en tiempos políticos cruciales, nos recuerdan que la sensibilidad tiene que ver con la paz, con la armonía y con la utopía. Tal vez un libro en carne viva como éste, uno en el que aparece el padre pescador, las fabulaciones infantiles, la amada, la hermana heroinómana agonizando en el hospital, el diálogo intercultural, los viajes reveladores y las gentes de buena voluntad, pueda ayudarnos a superar ciertos estereotipos y a llenarnos de empatía, como acaso puedan tener nuestros libros ese mismo sentido para el pueblo vasco. Desde luego existe en la sociedad vasca actual, además, gente joven repleta de inteligencia emocional, arraigados pero también poseedores de un cosmopolitismo postmoderno, y de una mirada capaz de ver y hacer ver el mundo en su amplitud. Gente encomiable por sus valores humanos, que ama y sufre, que sabe mirar y que quiere vivir. Por eso, precisamente ahora, escribo esto aparentemente sobre un libro de poemas porque creo de corazón que Kirmen Uribe, en lugar de un prometedor nombre, ahora ha de entenderse como una metáfora. Los que nunca hemos compartido -puesto que ya a la europeización de la realidad la ha sustituido la occidentalización, y a ésta la globalización- las posturas nacionalistas llevamos tiempo observando como va a más y más allá el nacionalismo democrático vasco, y como va a más también el nacionalismo español, que visto con objetividad parece tener la misma naturaleza. Pues ponte en mi lugar y yo me pondré en el tuyo, parece decirnos ahora la poesía, que siempre es un elogio de la vida y de lo diversamente humano. La poesía aún nos recuerda que, por definición, la convivencia y la paz no se pueden imponer. Que saber mirar implica reconocer que no existe la uniformidad social y, además, lo distinto enriquece. ¡Que la poesía es lo contrario de la violencia y la muerte! Ojalá los políticos hicieran política a pecho descubierto como escriben los poetas.

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