Diario de León

Un oficio tan antiguo como el pastoreo

Esquiladores del otro lado del Atlántico que valen oro

El esquileo, oficio olvidado. Antonio González, de Sabero, cambió el ladrillo por unas tijeras hace trece años. Su hermano aprende el oficio. Son la excepción. Las ovejas españolas se esquilan gracias a las cuadrillas de uruguayos. La empresa leonesa Esquiladores Montaña de León cuenta con 50 de los casi 300 que esquilan a toda prisa para cumplimentar una campaña muy retrasada por el Covid-19.

Reportaje sobre esquiladores uruguayos y dos hermanos de Sabero esquilando ovejas en una majada de Castrotierra de Valmadrigal

Reportaje sobre esquiladores uruguayos y dos hermanos de Sabero esquilando ovejas en una majada de Castrotierra de Valmadrigal

León

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Si no fuera por los esquiladores uruguayos, los ganaderos tendrían que volver a coger las tijeras, como antiguamente, o las ovejas españolas se convertirían en un vellón de lana. Como aquella merina australiana que anduvo cuatro años perdida y fue hallada escondida en una madeja natural.

El esquileo es un oficio tan antiguo como el pastoreo. Pero en España casi se ha perdido. Lo mantienen algunos como los leoneses Alfonso Suárez e Ignacio Fidalgo. Ambos eran ganaderos, hijos y nietos de pastores. Un día, a principios del siglo XXI, decidieron dejar los rebaños y pensaron en labrarse un futuro con algo que supieran hacer.

Toda la vida habían esquilado las ovejas a mano, al igual que lo hicieron sus antepasados. En 2003, fundaron la empresa Esquiladores Montaña de León. Empezaron poco a poco y ahora, en temporada alta, son unos 60 hombres esquilando desde León hasta Segovia y desde Valladolid a Zamora.

 

Desde Uruguay

«Son esquiladores profesionales; sólo quieren trabajar, no quieren perder un día»

Medio centenar —más del 80% de la cuadrilla— son uruguayos. Vienen entre marzo y abril y hacen la campaña hasta julio. El resto del año son entre seis y diez esquiladores. «Contratamos uruguayos desde hace trece años. Son muy buenos en su trabajo y buena gente», afirma Alfonso Suárez.

Los esquiladores uruguayos utilizan el método ‘tally hai’, importado de Nueva Zelanda, y cuya diferencia principal con la esquila tradicional es que no atan las patas a las ovejas. La maña y la fuerza se dan la mano en este oficio que ahora se desempeña con máquinas eléctricas.

Cada uno a su ritmo, pero todos a la vez forman una curiosa coreografía. Cinco esquiladores, tres uruguayos y dos hermanos de Sabero, forman la cuadrilla que hace unas semanas peló el rebaño de ovejas asaff de Pedro Paniagua Calzadilla, pastor, hijo de pastor y padre de pastor, en Castrotierra de Valmadrigal.

«Yo esquilé hasta que me operaron de una hernia. Llevo 15 años con Esquiladores Montaña de León. Son unos fieras. De esquilar ellos a esquilar nosotros se nota la diferencia», señala el ganadero.

 

En Uruguay hay una escuela de esquiladores

Jorge Pereira, de Salto, lleva ya once años en el oficio y cuatro viniendo a España. «En Uruguay hay una escuela. En una semana te enseñan», explica este joven de 29 años. Al igual que sus compañeros, es de pocas palabras. «Sólo quieren trabajar, no quieren perder un día», apunta Alfonso Suárez.

Este año, Jorge llegó a España el 14 de marzo, el mismo día que fue declarado el estado de alarma por el Covid-19. Es uno de los siete esquiladores de su país que vinieron a la empresa leonesa en el inicio de la campaña. Otros cuarenta y tres tenían que incorporarse en abril, pero el cierre de fronteras los dejó varados en Uruguay. Después de un mes llamando a las puertas del Ministerio de Agricultura, Interior y el consulado de España en Montevideo, incluso una cooperativa se lo pidió en una videoconferencia, la decena de empresas de esquileo que operan en España se unieron consiguieron el permiso para fletar un avión y traer en el mismo a 251 esquiladores del otro lado del Atlántico.

El vuelo de ida y vuelta les costó más del doble de lo que pagan otros años

 

El vuelo, con el boleto de vuelta para el 20 de julio, costó medio millón de euros, unos dos mil euros por pasaje. Más del doble de lo que pagan otros años. «En abril nos dijeron que era imposible, que echáramos de mano de obra de aquí, que hay tres millones de parados. Pero es imposible», comenta Suárez. Era traerlos o perder la campaña. El vuelo llegó a mediados de mayo. Un mes después empiezan a ver la luz.

«A las ovejas hay que esquilarlas. Es una medida higiénica y de bienestar animal», apunta. Garrapatas, sarna y otras enfermedades pueden apoderarse de la oveja si, con la llegada del calor, no se desprende de su lana. Aparte del problema de salud, el rendimiento bajaría: «Ni se cubriría, ni daría corderos y daría menos leche», apostilla.

 

ESQUILADORES DE MONTAÑA DE LEÓN

Cuando la empresa Esquiladores Montaña de León empezó a tener más demanda —esquilan unas 600.000 ovejas al año— tuvieron que recurrir a mano de obra extranjera. Al principio vinieron polacos. «Eran obreros de otras cosas que se pedían un mes de vacaciones y venían aquí a ganarse unos euros. Los uruguayos son esquiladores profesionales y viven de esquilar, en su país, en Chile, en Brasil y en España», apunta.

Antonio González, de Sabero, que lleva 19 años en el oficio, trece de ellos ya de forma exclusiva, animó a su hermano Rubén. «Tenía un bar y con el coronavirus tuvo que cerrarlo. Y se puso a aprender», explica.

«Aprender se aprende en un día», añade. Otra cosa es la pericia, «eso es práctica», añade Antonio. Él dejó el mundo de la construcción para dedicarse al esquileo. Un caso excepcional,como el de su hermano. «Estoy aprendiendo», señala Rubén.

 

"Es un trabajo muy duro, de mucho esfuerzo físico"

Después de mes y medio, ha aprendido las mañas para apañarse con las ovejas pues es importante cogerlas en posturas que «no te dan guerra». «Es un trabajo duro, de mucho esfuerzo físico, sobre todo para alguien como yo que en el bar estaba acostumbrado a esfuerzo físico cero», admite. Después de esta experiencia, confiesa, «es muy probable que siga». Es un oficio olvidado pero valorado en las majadas.

Esquilan entre 100 y 150 ovejas al día, pues no es lo mismo una merina que las israelitas u otras razas. Y cobran casi un euro por pieza. Al final de la temporada pueden volver a casa con 8.000 o 10.000 euros. Se lo con sudor y alegría. Entre los balidos de las ovejas, que cuando les toca ‘peluquería’ se estresan mucho, suena la música de fondo. Un aparato de radio acompaña a los esquiladores, que llegan a las 7.30 de la mañana, preparan sus máquinas, y a las 8.10 ya están en acción. Pasado el mediodía terminan la faena. Al día siguiente tienen cita con otro rebaño. En San Feliz de Torío.

Detrás de la cuadrilla, queda la lana que a causa del coronavirus tiene muy difícil salida, ante el cierre de exportaciones a China. Los precios están por los suelos. «Está a cuatro centímos y 30 la de merina. No sé si querrán venir a por ella», comenta el ganadero de Castrotierra de Valmadrigal. «Gracias que se pueden esquilar, si no, se nos mueren. Con el calor, las comen las moscas y dan menos leche», aclara Paniagua.

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