Diario de León

Los secretos de los huesos

Los fusilados de Villadangos, rematados a punta de pistola

La tarea de desentrañar quiénes eran y cómo murieron las diez personas cuyos restos fueron exhumados en el cementerio de Villadangos tras 85 años olvidados da sus primeros resultados. La antropóloga forense Laura González-Garrido ve indicios de que los fusilados fueron rematados a punta de pistola.

La antropóloga forense Laura González-Garrido dirige la limpieza en un laboratorio de la Facultad de Biología. FERNANDO OTERO

La antropóloga forense Laura González-Garrido dirige la limpieza en un laboratorio de la Facultad de Biología. FERNANDO OTERO

León

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Una veintena de familias buscan a sus abuelos, tíos, padre y bisabuelos entre las 86 personas que fueron asesinadas en Villadangos, entre septiembre y noviembre de 1936, por fuerzas paramilitares adeptas al régimen franquista. Por la documentación del Registro Civil se sabe que 71 fueron enterradas en el cementerio de la villa, 13 en el vecino pueblo de Fojedo y otros dos en Celadilla del Páramo.

La exhumación llevada a cabo por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) entre el 24 y 28 de febrero ha rescatado restos correspondientes a diez personas. La antropóloga forense de la ARMH, con el apoyo del Departamento de Antropología Física de la Universidad de León, tiene ante sí la tarea de desentrañar quiénes eran y cómo murieron estas personas.

Lo primero «va a ser complicado», admite Laura González-Garrido. «Hay seis individuos con cráneos y dientes», estos últimos decisivos para poder realizar análisis de ADN. De los otros cuatro solo se han podido rescatar piernas y brazos, por encontrarse los cuerpos en parte atrapados por el panteón colidante al pasillo central del cementerio donde se realizó la exhumación. Por experiencias anteriores con la ARMH, el ADN no suele salir bien cuando se trata de otras partes del cuerpo. En el caso de Villadangos se da la dificultad añadida de que han estado enterrados durante 85 años largos en un terreno muy arcilloso «cuyo PH es muy ácido y hay una gran descomposición de toda la superficie del hueso con los dos extremos completamente destruidos», indica la antropóloga.

Los objetos

Una medalla, dos minas de lápiz, un chisquero, botones y gemelo, un peine y una bala

El estado de conservación «muy deficiente» va a obligar a que el tiempo de estudio se prolongue por más tiempo. Pero lo primero que hay que hacer es limpiar los restos. En esta tarea se afanaron el fin de semana la antropóloga y un grupo de voluntarios que, durante más de 10 horas, realizaron el minucioso de trabajo de limpieza. Se necesitará una nueva jornada para terminar la tarea.

Una bala de 9 milímetros

Entre las sorpresas que salieron de la tierra adherida a los restos humanos se encontraron con un buen número de hebillas que se sumaron a los objetos encontrados durante la exhumación: dos minas de lápiz, un chisquero de mecha, un gemelo, un peine y una medalla con la imagen de la virgen y san José.

La bala de 9 mm. es uno de los objetos encontrados que, junto con el orificio del mismo calibre encontrado en uno de los cráneos, aporta luz sobre cómo murieron las personas encontradas en la fosa común. «Por la forma del orificio, sin fracturas radiales y que no estalla el cráneo, podemos deducir dos cosas. Una, que ese disparo no se hizo con un fusil, que le hubiera reventado la cabeza. Y dos, que el disparo se realizó a una distancia media-larga», explica la antropóloga.

La medalla de la virgen y san José. DL

La medalla de la virgen y san José. DL

«No es el orificio que se encontraría si hubiera sido un encañonamiento, que hubiera producido un orificio más grande», prosigue. A partir de estas evidencias, la hipótesis más probable es que las víctimas cayeron ante un pelotón de fusilamiento y «los indicios apuntan a que fueron rematados con el llamado tiro de gracia. Fueron fusilados y rematados», sostiene Laura González-Garrido.

El hecho de no haber encontrado casquillos en la fosa corrobora la versión popular y documentada de que los fusilamientos se realizaron fuera del cementerio, en los diferentes puntos del monte de Villadangos señalados en el Registro Civil cuando se inscribieron las defunciones con todo tipo de detalles sobre las características físicas y la indumentaria de las víctimas.

La bala de nueve milímetros. ARMH

La bala de nueve milímetros. ARMH

Según la tradición oral, el traslado de los cuerpos lo organizaron el médico Tomás del Riego y el cura Manuel García, aunque no se descarta que algunos fusilados pudieran quedar en el lugar de la ejecución. Por este motivo, se ha pedido encarecidamente al Ayuntamiento de Villadangos que en la ampliación del polígono industrial se ponga en conocimiento cualquier hallazgo que pudiera deparar datos de estas ejecuciones extrajudiciales.

Los objetos que han aparecido en la fosa común también hablan. Lo primero que desvelan es los cuerpos no fueron despojados de sus pertenencias —salvo los carnés que en algunos casos sirvieron para identificar a la víctima— y que no se tratamiento de enterramientos convencionales. La medalla de la virgen y san José apunta a la religiosidad de alguna de las víctimas y desmiente tópicos como ya ha sucedido en otras fosas. Una inscripción de Nueva York invita a pensar en un viajero o en el comercio trasatlántico de la época...

Un peine que vino de Nueva York. ARMH

Un peine que vino de Nueva York. ARMH

La disposición de los cuerpos en la fosa apunta a que fueron arrojados sin más miramientos que la urgencia de echar tierra sobre aquellos cadáveres que podían comprometer a quienes en un gesto de humanidad les dieron sepultura.

Para las familias, la recuperación de estos cuerpos ha supuesto la confirmación de la verdad que durante años han defendido y buscado y que tanto les habían negado. Encontrar a diez ha supuesto encontrar a todos aunque lamentan que la ampliación del cementerio, en los años 90, se realizara sin tener en cuenta que ya había familias buscando a sus desaparecidos.

Los botones de una casaca. ARMH

Los botones de una casaca. ARMH

«Para nosotros es suficiente», decían los nietos de José Álvarez-Prida (La Felguera. Asturias. 1901), abogado, ensayista y poeta que se había casado con una leonesa y fue apresado el 26 de julio de 1936 tras ser acusado por los contertulios del café que frecuentaba de «agente secreto del Socorro Rojo». Tenía pasaporte diplomático por ser agregado cultural de la embajada de España en Sofía (Bulgaria). El golpe le pilló de paso en León. Iba a emprender un viaje a Japón. Y quedó en Villadangos.

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