Diario de León

Madres y padres que asesinan a sus hijos

En los últimos diez años el INE ha registrado 108 filicidios de menores de 10 años a manos de sus progenitores

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A las cinco de la madrugada, sola en el salón de la casa que compartía con su pareja y familiares de él, Sonia B. dio a luz. Era una niña grande, de 48 centímetros y casi tres kilos de peso. La madre cogió unas tijeras y apuñaló a la recién nacida nueve veces. Perforó el corazón, el diafragma y el pulmón con ese filo de un centímetro de ancho. Luego limpió sangre y placenta, y escondió el cuerpecito en una bolsa de plástico, que guardó dentro de una mochila en su habitación. Dos días después acudió al hospital por una hemorragia provocada por el parto que ella no supo curar, y cristalizaron los hechos sucedidos el 20 de febrero de 2018, según la sentencia más reciente, marzo de este año, por infanticidio cometido por una madre en España.

En los últimos diez años registrados por el INE (2008-2018) han sido asesinados 35 bebés de un año; 34 niños entre uno y cuatro, y 39 entre cinco y nueve. En total 108 menores de diez años, según una estadística en la que no constan el parentesco del homicida con la víctima, un dato que no se disgrega los informes estatales. «El filicidio es el asesinato u homicidio, según el nivel de premeditación, de un descendiente», explica Elena Garrido, psicóloga forense y profesora de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC). «Aunque los datos son alarmantes, en cuanto a tasas comparativas delictivas no podemos considerar que es un fenómeno habitual». En 2019, hubo 12 asesinatos de niños en los que la acusada ha sido la madre, de los 22 que se enjuician, una cifra que se mantiene constante alrededor de las dos decenas anuales. Este año de confinamiento se cuentan al menos tres, uno de ellos esta semana. La víctima ha sido un niño de seis años. La madre, Tamara D. de 36 años, había perdido la custodia y la Comunidad de Madrid se iba a hacer cargo del menor. Ella decidió asesinar a su hijo y suicidarse en una habitación alquilada en un hostal del centro de la capital. Preparó un cóctel de sedantes que le dio al niño antes de ahogarlo en la cama. Después cubrió su cuerpo. Varias horas más tarde, ella se ahorcó con una sábana. Tamara D. dejó una nota: «Me lo quitan». Una de las motivaciones más relevantes que pueden llevar a una persona a quitar la vida de su vástago tiene relación con la salud mental. «Pueden ser brotes psicóticos o depresiones severas», sostiene Garrido. «Temen que su hijo sea dañado, envenenado o que morirá, y creen que la solución pasa por ella misma. Se trata de personas que se consideran el centro de la situación. La motivación no está encaminada hacia los hijos. No los asesinan porque ellos hagan algo o sean el problema. Lo que quieren es sacarlos de un sistema que consideran nocivo».

La venganza, como segunda motivación del filicidio, suele darse en los contextos de violencia de género. Y se toma de una manera más consciente. «Tenemos la muerte por venganza, o por considerar que esa familia no puede continuar sin él. A través del hijo se ejerce un daño continuado y perpetuo a la pareja que sobrevive, una mujer que acaba perdiendo a un hijo», mantiene Garrido. «Se ha demostrado que los filicidios ejecutados por el hombre están más relacionados con la venganza y la violencia machista, y en los cometidos por las mujeres hay una tasa superior de problemas de salud mental».

Aunque no existe un perfil para madres y padres que asesinan a sus hijos, y ni siquiera la violencia doméstica es un predictor, sí tienen en común que «se sienten demasiado importantes en la vidas de sus hijos como para dejar que sigan sin ellos, y consideran que no hay más soluciones que la muerte. No esEse hijo no merece seguir viviendo sino de romper el sistema», dice Garrido.

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