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Religión

El niño que quería ser cura de pueblo

Juan José Omella, nuevo presidente de la Conferencia Episcopal

Publicado por
Pío García | Madrid
León

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A Juan José Omella (Cretas, Teruel, 1946) no le gustan nada las grandes ciudades. «Allí me siento como Paco Martínez Soria», confiesa con una pizca de resignación. Omella llega a la presidencia de la Conferencia Episcopal después de haber pisado uno por uno todos los peldaños del escalafón: ha sido monaguillo, seminarista, misionero en el Zaire, cura en varios pueblecitos del Bajo Aragón, vicario general de Zaragoza, obispo de dos diócesis pequeñas (Barbastro y Calahorra), arzobispo de Barcelona, cardenal de la iglesia católica.

Resulta difícil encontrar a alguien cuyo perfil se ajuste mejor a las palabras del papa Francisco, con quien mantiene una excelente relación: «Quiero pastores que huelan a oveja». Hijo de un agricultor y de una costurera, Omella soñaba desde crío con ser cura de pueblo.

Lo fue durante casi veinte años, en los albores de la democracia. Ya entonces demostraba tener mucha mano izquierda; un carácter expansivo y dialogante que a veces despistaba a los feligreses más tradicionales.

Una tarde, a la salida de misa, se le acercaron unas devotas viejecitas, algo azoradas, y le dijeron:

—Don Juan José, nos tiene usted hechas un lío.

—¿Yo? ¿Por qué?

—Porque nos hemos dado cuenta de que se lleva muy bien con los del PSOE y ahora no sabemos a quién votar.

Omella soltó una carcajada: «Hombre, voten ustedes a quien crean conveniente. Yo intento llevarme bien con todos».

Aunque muchos analistas se empeñan en adjudicarle el cartel de ‘progresista’, el propio interesado reniega de esa etiqueta y jamás se le ha oído decir una palabra en contra de la ortodoxia. Sin embargo, manifiesta una preocupación muy intensa por las desigualdades sociales y procura distanciarse de las obsesiones de los prelados más conservadores. Cuando era obispo de Calahorra, fue impulsor del documento titulado ‘La Iglesia, servidora de los pobres’, en el que cargaba agriamente contra la corrupción política y financiera, defendía la emigración y concluía: «La inequidad es la raíz de los males sociales».

A unas feligresas

"Hombre, voten ustedes a quien crean conveniente. Yo intento llevarme bien con todos

Alto, de ademanes enérgicos, conversador jovial y magnífico conferenciante, siempre que puede intenta escaparse de la ciudad para dar largos paseos por el monte. Le gusta el baloncesto, también el cine y lee sin prejuicios; a veces incluso utiliza textos sufíes para sus plegarias. Domina el francés y el italiano, pero su idioma materno es el ‘chapurriao’, una variedad dialectal del catalán que se habla en los pueblecitos turolenses de ‘La Franja’. Esa circunstancia le ha servido de mucho en Barcelona, aunque la presidencia de la Conferencia Episcopal pondrá de nuevo a prueba su sorprendente capacidad de navegar por aguas turbulentas sin acabar completamente empapado.

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