Diario de León

Tradiciones ancestrales en el sur de León

Cabañuelas, piedras y pedrisco

Las cabañuelas de Victorina Martínez Román, de Alija del Infantado, anuncian un año de muchas heladas, escasa lluvia y poco calor en verano. En Fresno de la Vega, Ireneo Castañeda Marcos es uno de los vecinos que recoge piedras la noche del 31 de enero, mientras tocan a tente nube, para arrojarlas al campo cuando acechen las tormentas.

Victorina Martínez Román muestra la hoja donde apuntó este año las cabañuelas, una tradición popular para predecir el tiempo. GAITERO

Victorina Martínez Román muestra la hoja donde apuntó este año las cabañuelas, una tradición popular para predecir el tiempo. GAITERO

León

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Predecir el tiempo y luchar contra las inclemencias para preservar las cosechas son dos de las preocupaciones más antiguas de la humanidad. Los pueblos leoneses aún conservan vestigios de esta cultura ancestral que tiene sus raíces en el Neolítico y en la civilización mesopotámica que surgió en las orillas del Tigris y el Éufrates.

En pleno siglo XXI y pese al auge de las predicciones meteorológicas con satélites, las cabañuelas aún tienen quien las escriba en León y la provincia conserva tradiciones que rozan lo esotérico para luchar contra los males que acechan a las cosechas.

Cuando se acerca el solsticio de invierno comienzan a apuntarse las cabañuelas. «Se empieza el 13 de diciembre, día de Santa Lucía, y se termina el día de Reyes», explica Victorina Martínez Román, de Alija del Infantado. Los doce días que van desde Santa Lucía a Nochebuena representan de enero a diciembre, «se descansa en Navidad y se vuelve a empezar el día de San Esteban. En esta segunda vuelta los 12 días que median entre el 26 de diciembre y el 6 de enero representan los meses de diciembre a enero.

Las predicciones de enero de las cabañuelas de Victorina se cumplieron. «Nieblas, nublado y poco frío» y «nieblas, nublado y frío y sol», anotó esta vecina de Alija del Infantado en la hoja, un sencillo folio, en la que ha recogido en una lacónica frase los fenómenos meteorológicos más relevantes de 2022.

De la campana al canto

«No sé si funcionará, es una costumbre de toda la vida y aquí no ha pasado ninguna cosa fuerte»

De febrero apuntó: «Nieblas, sol y calor» en las cabañuelas de ida y «llovió, mucho frío y nublado» las de vuelta. «Amaneció nublado, día de sol» y «nublado, lluviendo, aire y frío», anotó su vecino Jesús Carballo en una hoja de calendario. Victorina Martínez Román y Jesús Carballo escriben las cabañuelas cada año, como durante muchas décadas lo hizo su vecino Belarmino Ferrero para Alija del Infantado y la contorna. Como mucho, para gran parte de la provincia de León. Porque las cabañuelas no valen igual para «aquí que para Bilbao», precisa Victorina.

Muchas heladas hasta bien entrada la primavera, menos lluvia de la necesaria y poco calor en verano son, a grandes rasgos, las predicciones que barruntan las cabañuelas en esta zona de León. «Viene un año complicado, nada bueno para el campo», advierte Victorina.

Cuando llega el ecuador del invierno, cuarenta días después de su inicio, las predicciones son una realidad y las tradiciones se concentran en proteger a las futuras cosechas de los males de las tormentas. El toque de tente nube es un ritual que cumplía la mocedad la noche del 31 de enero al 1 de febrero, día de Santa Brígida, también llamado en la tradición popular día de san Tormentero.

Fresno de la Vega es uno de los pueblos del sur de León que hace tañer las campanas al toque de ‘tente nube, tente tú, que Dios puede más que tú’ y ‘tente nube, tente palo, que Dios puede más que el diablo’. Mozos y mayores, hombres de varias generaciones, y alguna mujer, se suben al campanario de la iglesia de San Miguel Arcángel desde tiempo inmemorial para cumplir el rito.

Antonio Bodega, a sus 89 años, fue el primero en hacer repicar las campanas este año. Héctor de Paz, de 16, el más joven que volteó los bronces. Hacía una ‘noche de perros’, con mucho frío abajo y más en lo alto del campanario. Mientras los bronces extienden su eco por la vega, en el pueblo todavía hay vecinos y vecinas que recogen piedras que guardan a buen recaudo para los días de tormenta.

«Se cogen mientras están tocando tente nube y después se tiran a donde amenace la tormenta», explica Ireneo Castañeda Marcos, Neo, uno de los vecinos de Fresno de la Vega que cumple el ritual que aprendió de niño. «No sé si funcionará, es una costumbre de toda la vida y aquí nunca ha pasado ninguna cosa fuerte», comenta.

En los tiempos en que tocaba las campanas, Neo subía con las piedras al campanario. La idea de que el eco de los metales se transfiere a las piedras y les otorgan los poderes invocados para espantar las tormentas pervive en este ritual.

Llegado el momento se cogen las piedras y se arrojan en las tierras amenazadas por el pedrisco. Las campanas están relacionadas con el elemento Aire en algunos rituales y es por la relación con este elemento que la campana adquiere sus dones y la capacidad de conectar con los mundos superiores.

El antropólogo leonés y profesor de la Universidad de Valladolid José Luis Alonso Ponga estudió la tradición de los brígidos, una fiesta que giraba en torno al día de Santa Brígida en el sur de León. La tarde-noche del 31 de enero los mozos iban pidiendo por las casas y con los productos que les daban los vecinos hacían una merienda. Esa noche subían por turnos a tocar las campanas para espantar a los «diablos que amasan la piedra» para destrozar las cosechas, recoge Nicolás Bartolomé Pérez, que también ha investigado la tradición en La Sobarriba. En Izagre, «a la mañana siguiente los mozos se vestían de brígidos» con ropas grotescas y embadurnadas, «tocando almireces y hierros y portando ruecas y husos». Los vecinos les correspondían con embutidos, huevos y vino para la merienda.

La apisonadora de la modernidad no ha podido enterrar costumbres arraigadas. El poder de las piedras se expresa en otras tradiciones a lo largo del año. Victorina Martínez cuenta que el primer día de agosto es el día de la piedra. Ella se levanta antes del amanecer y camina hasta alguna de sus fincas. Allí levanta una piedra. «Si sale húmeda es que en el otoño lloverá y si no es que vendrá seco», explica. El ritual tiene que cumplirse «antes de que salga el sol y sin haber llovido. Porque si ha llovido no tiene misterio. No tiene misterio», recalca. El año pasado no se molestó en coger la piedra. Estaba nublado y «si el 1 de agosto viene malo, es que el otoño viene malo», apostilla.

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