Diario de León

La Educación ante el espejo, Lomloe

Publicado por
Isabel Cantón Mayo | Catedrática de la Universidad de León
León

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Lamentamos iniciar estas líneas con una cita de Ricardo Senabre: «Cada vez que los políticos tocan la educación se empeora más». Y a ella se podría añadir para colmo: y no hay un solo partido que pase por el Gobierno que no intervenga en Educación. Son ya desde 1978 ocho las Leyes Orgánicas, más las modificaciones parciales, para regular la Educación, y, paralelamente a ellas los indicadores de calidad educativa en Pisa Timss y otros baremos internacionales son progresivamente descendentes. ¿Qué ocurre con la Educación?

Revisaremos algunos de los principales puntos de discrepancia entre los dos partidos que han sido los protagonistas de la ristra de normativa educativa sin conseguir en ningún caso mejoras sustanciales en la educación de los niños y jóvenes españoles.

La primera discrepancia es ideológica, derivada de la procedencia nuclear de los impulsores de las diferentes leyes: rigor, esfuerzo, disciplina, autoridad, humanismo, por un lado, derivadas de la escolástica clásica; contra complacencia, juego, buenismo, populismo y permisividad, por otro, postulados derivados del romanticismo alemán del siglo XIX; las dos Españas a las que se refería Machado. Ello junto a un grupo de valores compartidos por ambas líneas como son: la equidad, la transformación, la innovación, la inclusión y la coeducación. Si revisamos los logros educativos de los países mejor posicionados en los sucesivos informes Pisa y más recientemente (Diciembre de 2020) en el informe Timss para Ciencias, aún estando España en la media Europea (511 puntos), hemos bajado, porque en 215 estábamos en 518 puntos. A ello se une el alto porcentaje de alumnado en niveles bajos y muy bajos que era en 2015, del 33% en matemáticas y hoy es del 35 %. La inmediata pregunta será ¿qué hacen estos países que nosotros no podamos hacer? Realmente, nada, si no las cosas mejor hechas. Ninguno de los países mejor puntuados se posiciona en la segunda de las líneas, sino que tanto Corea del Sur con 607, Singapur con 643 o Bélgica con 565, presentan características de rigor, esfuerzo, autoridad y disciplina escolares.

La segunda cuestión no es menor, la libertad de centro educativo ¿De quién son los hijos? Si son de los padres, serán ellos los que decidan el tipo de educación, de formación y de valores en los que desean que sean educados sus hijos. Si son del Estado, será éste quien determine, implante y eduque en los valores que el partido ganador de las elecciones señale como adecuados para la educación de los más jóvenes. Evidentemente en este tema se señala el posible adoctrinamiento, tanto en una línea como en la otra, que puede darse en los centros escolares. Nuevamente miramos a los países más avanzados ¿Qué hacen? En los países asiáticos, son los estados los que determinan los valores que se transmiten a los más jóvenes, con excesivo rigor y disciplina; mientras que en el mundo occidental son los padres los que eligen el tipo de valores educativos que se imparten en el centro escolar. Bien es verdad que en los dos casos estos valores no son contrapuestos, sino que han sido fruto de un consenso que permite que las leyes educativas perduren al menos una generación para no educar a la misma persona en unos valores y sus contrarios a la vez. En España nunca ha sido posible el consenso en educación y menos en esta última Ley Celáa que ha prescindido de consultas habituales en otras leyes y de consensos en favor de las prisas y la oportunidad gubernamentales.

La profunda división originada por esta Lomloe que está teniendo fuertes contestaciones desde la sociedad y, fundamentalmente desde la enseñanza concertada, se debe a las prioridades de cada una de las dos líneas señaladas antes: para la primera la educación debe estar al servicio de la sociedad, de la competitividad, del emprendimiento, de las necesidades de la industria, del progreso económico, debe elevarse el nivel educativo con currículos iguales en toda España, evitar el fracaso escolar y se debe preservar el legado histórico en la educación de los jóvenes, evaluando periódicamente sus conocimientos para corregir desviaciones y enderezar los resultados; para la segunda la educación debe estar al servicio de la felicidad de las personas; se debe prescindir del esfuerzo, del mundo industrial, del capitalismo, de la competencia, del emprendimiento que juzgan capitalista, de las prescripciones curriculares estatales, dejando que cada centro escolar elabore y determine qué enseñar; se permite pasar de curso sin el dominio del anterior, se diversifican y restringen los contenidos del Currículum según la autonomía y se pretende la igualdad rebajando los niveles escolares, eliminando cualquier tipo de evaluación. Dos modelos muy contrapuestos que, seguramente, fundidos y consensuados, darían como resultado un modelo democrático, positivo y avanzado, pero para el que por el momento no hay esperanza.

Sólo el buen hacer del profesorado, del que unos y otros desconfían, y por ello lo asfixian con chorros de normativa, está sacando a flote a nuestros escolares con su sentido común, su trabajo y su profesionalidad, poco reconocida y mal retribuida. La calidad de la educación, proclamada por todos, puede ser una cosa y su contraria, según el relativismo en el que nos hemos instalado que justifica decisiones cambiantes y contradictorias. No perdamos la esperanza y tengamos en cuenta que como le dijo Giscard d’Estaing a François Miterrand, aquí nadie goza del monopolio sobre los buenos sentimientos.

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