Diario de León

El expresidente no tiene quien le escriba

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Pablo Reyero Trapiello
León

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Quiero hacer unas reflexiones en torno al legado de Zapatero, 20 años después de su elección como líder del PSOE.

En una conocida novela de García Márquez, un viejo coronel espera durante años una carta, que reconozca su derecho a una pensión como veterano de guerra.

Del mismo modo, podríamos imaginar a José Luis Rodríguez Zapatero, esperando a que su partido reivindique su etapa. O a que los historiadores y analistas políticos resalten sus aciertos y difuminen sus errores, como han hecho con otros expresidentes, por ejemplo, Suárez o González.

Procede evaluar esa etapa, pues hay ya una cierta perspectiva histórica. Recientemente, el pasado 22 de julio, se cumplían 20 años de la votación en la que Zapatero se alzó con la secretaría general del Partido Socialista. Y aquel 35 Congreso supuso, en términos políticos, la sustitución del viejo PSOE de González por un nuevo PSOE, menos clásico quizás en materia social, territorial e internacional.

La elección de Zapatero también conllevó un cambio en la política mediática del PSOE. No se mantuvo la alianza con el Grupo Prisa. Sino que se optó por una estrategia que podríamos denominar «Hombres nuevos sin viejos enemigos». Eso llevó, por ejemplo, al PSOE a tender puentes con El Mundo y su director, Pedro J Ramírez, que habían sido hasta entonces mirados con mucho recelo desde las filas socialistas. En consecuencia, la primera biografía de Zapatero, al ser elegido secretario general, fue publicada en La Esfera, la editorial del diario El Mundo. Y su primera entrevista, al llegar a la Presidencia del Gobierno, se concedió a este mismo periódico. Se superaban así las tradicionales trincheras izquierda/derecha, socialdemocracia/liberalismo, que han marcado, históricamente, nuestro debate político-mediático.

Volvamos al legado de la Presidencia de Zapatero. Todos los presidentes, desde la Transición, han salido carbonizados de la Moncloa. Algunos han ido recuperando, con el tiempo, su prestigio.

Todavía a día de hoy, parte de la izquierda ve a Zapatero como un expresidente «sectorial», al que sólo se le reivindica como adalid de las políticas de Igualdad y como impulsor del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Ciertamente, la dura crisis que hubo en su segunda legislatura ha marcado su valoración pública hasta el día de hoy. Hubo errores en la gestión y en la comunicación de la crisis, como ha reconocido Zapatero. En el subconsciente colectivo, ha quedado el recuerdo de que el Gobierno tardó en usar la palabra «crisis».

También que tardó en hacer ajustes, lo que pudo agravar la situación. Además, muchos analistas consideran que las medidas de estímulo, agrupadas en torno al Plan E, no surtieron los efectos esperados.

A mi juicio, hubo errores mayores: no pinchar la burbuja inmobiliaria, al ganar las Elecciones de 2004; o no repartir los sacrificios de la crisis entre rentas altas y bajas.

Sin embargo, también hubo aciertos en la respuesta a la recesión. Zapatero puso por delante los intereses del país a los de su partido. Además, evitó el rescate económico de España con las medidas que adoptó. Finalmente, dejó saneadas las cuentas de la Seguridad Social. Al final de su mandato, el Fondo de Reserva tenía 66.815 millones de euros, un superávit que el PP no supo mantener.

Por otro lado, difícilmente otro presidente habría conseguido atajar la crisis mucho mejor que él. Rajoy no fue la panacea. Tardó en controlar la situación, y sólo lo logró con la ayuda de Europa, especialmente con las políticas de Mario Draghi desde el BCE.

Por otro lado, Zapatero tuvo aciertos meritorios en otros ámbitos, que, a mi juicio, no han sido suficientemente destacados:

—El final de ETA sin concesiones políticas

—Los avances en derechos civiles y sociales (Ley contra la Violencia de Género, Ley de Igualdad, Ley de Dependencia, Ley del Matrimonio entre personas del mismo sexo)

—El pluralismo informativo en TVE, una excepción en nuestra historia democrática

—El respeto al trabajo de los medios de comunicación, sin vetos a periodistas (a diferencia de lo que hicieron Aznar o González)

Con el tiempo, comprobaremos si la etapa de Zapatero recibe un juicio severo, por su gestión de la crisis económica. O si, por el contrario, se analiza aquella Presidencia en su conjunto, y se reconocen sus contribuciones a la modernización de España. También habrá que ver si se valora su forma de entender la política, desde el talante democrático y el respeto al adversario. Como dijo el propio Zapatero, en cierta ocasión, «no pretendo ser un gran líder, prefiero ser un gran demócrata».

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